Alfredo Pérez Rubalcaba el ministro de Solares, por Pedro Arce
Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, 1951-Madrid, 2019) ha fallecido de forma inesperada a edad joven y después de décadas de dedicación a tareas políticas en el cenit del poder. Todos sentimos su muerte y toda la España de bien se ha estremecido con este fallecimiento de una persona que ha sido protagonista de la Historia de España.
Alfredo Pérez Rubalcaba (Solares, 1951-Madrid, 2019) ha fallecido de forma inesperada a edad joven y después de décadas de dedicación a tareas políticas en el cenit del poder. Todos sentimos su muerte y toda la España de bien se ha estremecido con este fallecimiento de una persona que ha sido protagonista de la Historia de España.
A la hora de la muerte, siempre se hacen elogios de las personas; lógicamente se obvian aquellos aspectos negativos que pudiera haber y que, a buen seguro, han existido en un político que ha estado muchos años en la brecha, en la primera línea y que quizás no olviden momentos como aquel día de reflexión de las elecciones del 2004, después de los atentados terroristas, con aquel comentario ácido de que “los españoles se merecen un gobierno que no les mienta”.
Pero Alfredo Pérez Rubalcaba, con raza montañesa y trasmerana en sus venas, ha sido protagonista destacado en la vida política española de las últimas décadas y será recordado por su activa participación en el mundo del parlamentarismo y de la acción de gobierno, casi siempre a la sombra del poder; y dentro de este mundo complejo y tenso, está recibiendo múltiples elogios desde todo el espectro político, destacando su diálogo, respeto y cierta ironía y retranca parlamentaria, que pasará a los anales del Diario de Sesiones; y como afirma Mariano Rajoy, “Un gran adversario, que dio altura al debate público”. Y los españyles no olvidan su último servicio a España en la abdicación del Rey Juan Carlos I y en el sentido homenaje que todas las fuerzas políticas del Congreso de los Diputados le dedicaron en junio de 2014 cuando abandonaba la vida política activa y con su fina ironía nos dejó aquella frase lapidaria de que “los españoles enterramos muy bien”. ¡Aunque Alfredo jamás se retiró de la política, pues lo llevaba muy dentro!
Alfredo Pérez Rubalcaba se trasladó con su familia a Madrid, donde su padre era piloto de Iberia, cuando sólo tenía 3 años y allí se formó, primero en el colegio del Pilar junto a sus cuatro hermanos y después se inclinó por laquímica; y química es lo que hizo en toda su carrera política, para introducir la alquimia en los conflictos.
A pesar de asentarse en Madrid, era asiduo visitante de Cantabria, especialmente de Solares donde habrán sentido su fallecimiento sus familiares cercanos y sus vecinos y donde era especialmente querido. Alternó su vida familiar y de estudiante con una de sus pasiones, el deporte, el atletismo, llegando a competir con los grandes del momento, siendo campeón en la universidad y seleccionado en la concentración preolímpica de 1968, consiguiendo una marca de 10,95 en los 100 metros lisos. Se licenció y doctoró en Química Orgánica y tras impartir docencia en las universidades de Constanza (Alemania) y Montpellier (Francia), recaló en la universidad española, de la que estuvo separado mientras se mantuvo en los quehaceres políticos, reincorporándose al finalizar los mismos, encontrándose entre la pizarra y los nuevos alumnos de estos tiempos y en cuyo cometido se sentía feliz, alejado de los focos y de la vorágine y las turbulencias de la política española de los últimos tiempos, aunque su fina y ácida ironía, le llevó a describir el último gobierno de Pedro Sánchez como “Gobierno Frankenstein”.
También estuvo muy vinculado a Asturias, veraneando durante muchos años cerca de Llanes, lugar desde donde se escapaba a su Cantabria natal.
Allá por los años ochenta y noventa tuve la ocasión de tratar bastante a Alfredo y debo decir y destacar en su persona una palabra: el diálogo; Alfredo Pérez Rubalcaba practicaba el diálogo como nadie; le traté mientras ocupaba cargos en el Ministerio de Educación, primero como Secretario de Estado de Educación y después como Ministro. Y este diálogo que profesaba no es solo una apreciación mía personal, pues seguramente lo podrían corroborar muchas otras personas.
Y a este respecto, les contaré alguna pequeña anécdota, pues los grandes hechos ya los están contando personas de mayor capacidad y rango que yo, tanto en su entorno más personal, en su partido, como en otras fuerzas políticas que se han unido sinceramente al dolor por la pérdida de un personaje clave de la política española de las últimas décadas.
Alfredo Pérez Rubalcaba fue el gran impulsor de las reformas educativas que el gobierno del PSOE llevó a cabo, por supuesto con el trabajo de otras muchas personas como Álvaro Marchesi y nada más aprobarse la LOGSE, momento en que su jubilaron cientos de docentes, le invité a dar una conferencia en el Día del Docente de aquel año, a lo que gustoso aceptó, conviviendo en nuestra ciudad con el mundo de la educación; nos ofreció una magnífica intervención en el marco del Palacio de Festivales de Cantabria y después compartió mesa y mantel, en una jornada festiva y de convivencia que muchos docentes de Cantabria recordarán.
En 1992 vino a Santander con ocasión del Día del Docente, la primera ocasión en que se produjo la jubilación anticipada de cientos de profesores. En esta imagen, el autor de este artículo conversando con Alfredo detrás del entonces Delegado del Gobierno en Cantabria, Antonio Pallarés
En otra ocasión, se produjo en Cantabria un conflicto sindical con una amenaza de huelga docente; Alfredo Pérez Rubalcaba se trasladó a Cantabria un sábado, nos reunimos con él en la Delegación del Gobierno y en muy poco tiempo llegamos a un acuerdo; pidió una máquina de escribir, de las de aquellos tiempos, y él mismo escribió el acuerdo a que habíamos llegado, para sorpresa y satisfacción de todas las partes y algunos compañeros sindicales comentaban al bajar las escaleras de la Delegación del Gobierno que era inaudito ver a todo un Secretario de Estado de Educación teclear un acuerdo con aquella vieja Olivetti.
Ya siendo Ministro de Educación le visité, junto con otras dos personas ya también fallecidas, para interceder por un inspector de educación de Cantabria que había sido injustamente sancionado y, tras explicarle los hechos, resolvió salomónicamente la situación, pues para Alfredo el diálogo y la solución pacífica de las situaciones era primordial.
Podría recordar aquí otros muchos encuentros y situaciones y, para finalizar, quiero recordar que me propuso la realización en la UIMP de un curso sobre un tema de tanta actualidad como “La calidad de la Educación y de sus profesionales en la Europa de 1.993”, que se celebró en el Palacio Real de la Magdalena, al que asistieron docentes de toda España y en el que actué como secretario del mismo.
Alfredo estaba en todo y se podría decir que ha sido un “hombre de Estado”, probablemente poco reconocido hasta en su propia formación, quizás por haber estado casi siempre entre las “bambalinas de la política”, haciendo labor de “fontanería política” y trabajando lealmente para sus jefes, especialmente para Felipe González y para José Luís Rodríguez Zapatero, a quien superaba en formación, prudencia y visión política.
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