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Opinión 29-07-2025 06:32

Acomplejados falsificadores del currículum. Por Jesús Salamanca Alonso

El PSOE acusa a los demás, pero cuando ellos se enfangan y son pillados, silban a la farola o el habitual «pero no es lo mismo».

 

 

No conozco casos de opositores que presenten títulos falsos para optar a pruebas donde se exija una oposición o una prueba de especialización. No conozco profesores, médicos, ingenieros, arquitectos, por poner algunos ejemplos, que hayan falsificado su currículum para presentarse a pruebas específicas. Debe ser que se lo toman en serio. Bien es verdad que estamos ante gente normal, formal, sacrificada, respetuosa con la norma, con equilibrada ética y que aspiran a obtener una plaza para desenvolverse en la vida o servir al prójimo. ¿Sucede lo mismo con los políticos españoles y algunos extranjeros? Las pruebas dicen que no. Y no hay más que echar una mirada a los políticos españoles: entiendo que son personajes acomplejados por carecer de la titulación que les gustaría tener o por querer presumir de tener varias licenciaturas sin haberlas cursado. ¡Qué cobardes demuestran ser!

El caso más sonado fue el de Mónica García, cabeza de lista de Más Madrid para las elecciones del 4-M. Es vergonzoso que, siendo médico (al menos, eso dice ella), llegara a falsificar su currículum constatando que es doctora sin serlo, como el otro doctor «cum fraude» que retoza, plagia y miente en Moncloa. Pero como intentan justificarlo todo echando la culpa al otro o negándolo, llegó a decir la actual ministra de Sanidad que «alguien lo puso en su currículum». ¿Qué podemos esperar de esta señora, que aún no ha resuelto la trampa del chalet ilegal en Cercedilla?

De esta gente se puede esperar cualquier cosa: el tal Óscar Puente confunde un máster con un cursillo del PSOE dirigido por Tezanos. Begoña Gómez exige que le pongan que es «licenciada» en su currículum. Pilar Bernabé se dice licenciada en Filología Hispánica, pero se quedó en bachiller. El inquisidor aborregado, Pachi López, puso en su currículum que era ingeniero, pero no pasó de primero. José Manuel Franco se licenció falsamente en matemáticas. Yolanda Díaz nunca demostró tener los tres másteres que aparecían en su currículum, pero sí los borró porque eran falsos. Cristina Narbona se doctoró ella sola, sin tribunal ni tesis. Sánchez plagió su tesis doctoral en más de un 50% como quedó demostrado. De esta gente acomplejada por carecer de títulos académicos no se puede esperar nada más allá de la corrupción.

La ?pistolera? de la Asamblea madrileña no plagió, sino que mintió, aunque lo retiró en cuanto pillaron su falsedad. ¿A qué se debe ese complejo de no ser doctora? Era motivo suficiente para dimitir ?ipso facto?, pero no lo hizo, por eso añadió a su currículum la categoría de ?SINVERGÜENZA HONORIS CAUSA?. Quienes así actúan, tan sólo demuestran que son mediocres sin honradez ni ética y son muy peligrosos.

No todo el mundo tiene que ser licenciado: unos sirven para vendimiar y otros para sacar cestos. Todos necesarios, nadie imprescindible. Buen ejemplo ha dado la diputada del Partido Popular, Noelia Núñez, que, además dimitir con carácter inmediato, ha dado explicaciones en los medios de comunicación. Eso ha hundido a toda la panda de falsificadores socialistas. Tras la publicación de diputados con titulaciones fraudulentas, muchos otros políticos se han apresurado a borrar de su currículum vitae los falsos doctorados, licenciaturas, postgrados no realizados y másteres que jamás cursaron.

En Europa se suele dimitir cuando te pillan en un renuncio, excepto los integrantes de la mafia criminal sanchista y otros despreciables personajes de la vida política española. Este tipo de calaña es en la sectaria izquierda donde más proliferan, fruto de inconfesables complejos y titulitis. Acuérdense de la exministra, Carmen Montón, que se inventó un máster que no completó. Posteriormente aparecieron otros con irregularidades: José Manuel Franco Pardo, Pablo Casado, Cristina Cifuentes, que más tarde fue exculpada por los tribunales y declarada inocente.

Me viene a la mente lo sucedido con el ministro de Defensa alemán. Dimitió de su cargo tras demostrarse que había plagiado parte de su tesis doctoral, lo mismo que la entonces ministra de Educación y Ciencia (Annette Schavan), gran plagiadora y a la que Merkel -- a pesar de la cercanía entre ambas-- abrió la puerta de par en par para que abandonara el Consejo de ministros.

También recuerdo el asunto del presidente de Hungría en 2012: dimitió por plagiar su tesis doctoral diez años antes. El caso del húngaro, Pal Schmitt, tiene muchas similitudes con el del presidente

español, Pedro Sánchez, aunque este último la plagió en mucha mayor cantidad: su actitud de desprecio hacia la ciudadanía demuestra su obsesión por el poder, su nula preparación investigadora, su excesiva cara dura, su mafioso liderazgo y, según algunos, su enfermiza inclinación por mentir, negarlo todo, culpar al prójimo de sus errores e ineptitud.

Otro caso parecido al de Pedro Sánchez fue el de Silvana Koch-Mehrin que, siendo vicepresidenta del Parlamento Europeo, se vio obligada a dimitir porque había incluido en su tesis párrafos enteros de anteriores trabajos académicos. ¡Qué manía con decir que son lo que no son! ¿Es chulería? ¿Es presunción basada en la torpeza y la ignorancia? Sin duda, detrás de esos plagios y falsedades hay una explicación amplia que puede ir desde la falsa presunción hasta el complejo de inferioridad, pasando por el narcisismo del sinvergüenza.

Hasta ahora ningún socialista plagiario ha dimitido y el PP los tiene cogidos por los estatutos. La dimisión de Noelia ha pillado a los falsificadores con el pie cambiado, aunque España es olvidadiza. Dudo que dimita alguno de los falsificadores, sobre todo los que no tienen oficio al que reintegrarse para tener un sustento económico. El PSOE acusa a los demás, pero cuando ellos se enfangan y son pillados, silban a la farola o el habitual «pero no es lo mismo». Justo es decir que, en otra época, algunos dimitieron con menos motivos.

Estamos obligados a distinguir entre la honradez y la degeneración política. Ahí tienen al ministro de Educación italiano, quien dimitió por falta de presupuesto en su cartera y que descentró hasta al entonces presidente del Consejo de ministros, Giuseppe Conte. Y no olviden a Magens Jensen, ministro danés, a quien le faltó tiempo para marcharse tras el sacrificio de 17 millones de visones.

Podría citar bastantes ejemplos de dimisiones en España (no durante el corrompido sanchismo) y en la Unión Europea. Las hay muy curiosas y sorprendentes. Los más habituales son por multas de tráfico, disconformidad con los presupuestos asignados, incompatibilidad ministerial, desavenencias personales y plagio de doctorados o publicaciones varias. La más frecuente es el plagio de tesis doctorales, con retirada del título, incluso.

Veremos cómo acaba nuestro «doctor cum fraude», Pedro Sánchez y su «catedrática» de pacotilla, claras muestras de candidatos a un profundo estudio psiquiátrico

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