Entre la ciencia y la humanidad: la selección de los médicos del mañana.Javier Crespo García Profesor Medicina. Facultad de Medicina. Universidad Cantabria.
La medicina, más que ninguna otra profesión, habita en la frontera entre la ciencia y la humanidad. Quien se adentra en sus estudios sabe que necesitará años de esfuerzo sostenido, largas horas de estudio entre libros, exámenes interminables y una disciplina férrea.

Javier Crespo García Profesor Medicina. Facultad de Medicina. Universidad Cantabria. Grupo de Investigación Clínica y Traslacional en Enfermedades Digestivas. Instituto de Investigación Valdecilla (IDIVAL). Socio Fundador de la Asociación MedicineAI.
La medicina, más que ninguna otra profesión, habita en la frontera entre la ciencia y la humanidad. Quien se adentra en sus estudios sabe que necesitará años de esfuerzo sostenido, largas horas de estudio entre libros, exámenes interminables y una disciplina férrea. En España, desde hace décadas, la nota de corte para acceder al grado de medicina se encuentra entre las más altas de todas las titulaciones universitarias, y ese dato se ha convertido en un símbolo de mérito y transparencia: nadie llega a una facultad de medicina sin haber demostrado un nivel académico excepcional. La meritocracia basada en el esfuerzo se ha convertido en una suerte de contrato social. Quien se sacrifica y alcanza la excelencia, obtiene la recompensa.
Pero la pregunta es inevitable: ¿es suficiente esa excelencia académica para garantizar el perfil de médico que nuestra sociedad necesita? La respuesta parece cada vez más clara: no. El esfuerzo, por sí solo, no basta. La medicina no es solo conocimiento, también es relación. William Osler lo resumía con lucidez hace más de un siglo: "La medicina es una ciencia de la incertidumbre y un arte de la probabilidad". Ese arte se sostiene en la empatía: mirar al paciente, escucharle, acompañarle en su vulnerabilidad. Un médico puede conocer de memoria cada vía metabólica y diagnosticar con precisión una enfermedad rara. Pero si no es capaz de sostener la mano de alguien que teme por su vida, fracasará en lo más esencial de su oficio. Los pacientes recuerdan menos la exactitud del diagnóstico que la sensación de haber sido comprendidos. La frialdad técnica puede salvar órganos, pero la empatía sostiene personas.
El debate sobre "cómo seleccionar a los estudiantes de medicina" no es nuevo, pero sí es más urgente que nunca. Y lo es por varias razones. La primera, la irrupción de la inteligencia artificial. Hoy, un algoritmo es capaz de redactar un texto conmovedor o responder a un paciente con frases que suenan más empáticas que las de un médico real. La paradoja es inquietante: si la sociedad empieza a sentir que las máquinas resultan más humanas que quienes las atienden, la profesión corre el riesgo de perder su legitimidad. Frente a este desafío, no debemos competir con la IA en simulación, sino de reforzar aquello que ninguna máquina podrá imitar: la autenticidad del encuentro humano. La segunda razón es la tecnificación creciente de la medicina. Nunca hemos tenido tantos datos, tantas pruebas, tantos dispositivos. Y, sin embargo, corremos el riesgo de perdernos entre pantallas y algoritmos, de confundir la precisión técnica con la atención verdadera. La técnica sin humanidad se convierte en un acto frío, incapaz de responder a lo que más importa al paciente: ser visto y escuchado. La tercera razón procede de nuestra memoria reciente. En efecto, la pandemia nos enseñó, de manera dolorosa, que lo más valioso en momentos de incertidumbre no eran solo respiradores ni protocolos, sino también una voz que tranquilizara, una mirada que acompañara en la soledad. La sociedad aprendió entonces que la medicina no puede reducirse a eficacia técnica: necesita también de humanidad. La cuarta razón ya empieza a hacerse visible entre nosotros. Cada año comprobamos un hecho inquietante: las especialidades con mayor contacto humano tienden a ser las menos demandadas. En cambio, aquellas más técnicas, con un trato limitado al paciente, ganan atractivo.?. No se trata de culpabilizar a nadie, pero sí de constatar un hecho: estamos desplazando las prioridades hacia lo tecnológico y lo cuantificable, cuando la sociedad sigue reclamando lo contrario. Las cuatro razones confluyen en un mismo punto: el modelo de selección basado solo en las calificaciones académicas ya no basta. No se trata de renunciar al esfuerzo, que es irrenunciable, sino de ampliarlo. como escribió Machado, el camino se hace al andar. Y el camino de la medicina se hace con estudio y sacrificio, sí, pero también con pasos hacia la cabecera del enfermo, hacia la escucha y la compasión.
La verdadera meritocracia no puede reducirse a exámenes; debe reconocer también la disposición a mirar a los ojos y acompañar. Cambiar no será fácil. Un número es objetivo, transparente, indiscutible. Introducir criterios más humanos genera complejidad y resistencias. Pero el verdadero riesgo no está en la dificultad de cambiar, sino en la comodidad de no hacerlo. Si seguimos midiendo solo lo cuantificable, corremos el peligro de formar médicos impecables en lo técnico pero pobres en lo humano.
"La medicina del siglo XXI no puede convertirse en una carrera donde se premie únicamente lo técnico y se descuide lo humano".
No podemos construir un sistema que valore solo el rendimiento académico sin asegurar, al mismo tiempo, la empatía y la capacidad de cuidar. La excelencia que necesitamos hoy no es solo académica: es, sobre todo, humana. Porque al final, la pregunta que todos deberíamos hacernos es sencilla: ¿qué médico querríamos tener a nuestro lado cuando nos toque enfermar? ¿Un profesional brillante en los libros, pero incapaz de escucharnos? ¿O alguien que, además de dominar la técnica, sepa acompañarnos con respeto y sensibilidad? La respuesta es evidente. Y la responsabilidad de hacerla posible empieza en cómo seleccionamos a quienes formamos. Porque la medicina no es solo un ejercicio de técnica y conocimiento, sino también una forma de acompañar la fragilidad humana. Y en esa tarea, lo que da sentido último al esfuerzo del médico no es prolongar el tiempo a cualquier precio, sino hacerlo habitable, digno y pleno. "No se trata solo de ganar años a la vida, sino de dar vida a los años". Su grandeza está en abrazar, al mismo tiempo, ciencia y humanidad. Y su misión más honda se resume en una máxima que conserva toda su vigencia: primero curar; cuando ya no sea posible curar, cuidar; y siempre, alivia
Javier Crespo García Profesor Medicina. Facultad de Medicina. Universidad Cantabria. Grupo de Investigación Clínica y Traslacional en Enfermedades Digestivas. Instituto de Investigación Valdecilla (IDIVAL). Socio Fundador de la Asociación MedicineAI.
ADENDA.-Esta publicación se distribuye bajo la licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional (CC BY 4.0). https://creativecommons.org/licenses/by/4.0/deed.es DOI: 10.5281/zenodo. 17080663 Este documento ha sido remitido por el autor a la Comunidad Editorial MedicineAI y ha sido aceptado por su Equipo Editorial. MedicineAI es una asociación sin ánimo de lucro orientada a la mejora de la interacción médica?IA (más información en www.medicineai.es). Ha sido publicado en acceso abierto con el objetivo de contribuir al debate crítico sobre la aplicación de la inteligencia artificial en salud. No se declara conflicto de intereses. El texto ha sido redactado con asistencia puntual de herramientas de IA, sin generación automática no supervisada
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Comentarios(2):
Excelente artículo de opinión. El Dr. Crespo escribe sobre lo que viene practicando con éxito durante toda su brillante trayectoria profesional: "Ciencia y Humanismo". Este buen análisis debería hacernos reflexionar a todos cuantos pertenecemos a esta hermosa y delicada profesión de la Medicina.
Un gran articulo, para mi el mejor que has escrito en este medio.Pones el dedo en la llaga de lo que se debería hacer.La robotización está bien pero hay que humanizar la medicina que no somos simplemente una ficha y un numero de una tarjeta sanitaria.Un fuerte abrazo