¡Madrid hierve ! Por Pedro Arce

Esto me dijo hace unos días en Santander un quesero venezolano, afincado en las Islas Canarias, para huir del infierno en que Chávez y Maduro y sus secuaces han convertido Venezuela, un país de gran riqueza y con unos impresionantes recursos naturales que en poco tiempo han empobrecido los chavistas y el régimen bolivariano, hasta el punto de tener racionada la gasolina (salvo para los jerarcas, claro).
 

¿Y a qué se refería mi interlocutor con lo de ¡Madrid hierve!?; pues, simplemente, que en Madrid la vida social y económica es dinámica, que se observa alegría en la gente, que los negocios funcionan, que las cosas van muy bien y la comunidad es el motor de España. Al contrario de lo que sucede por algunos otros lugares por los que él ha estado, como la misma ciudad de Barcelona o las Islas Canarias, donde tiene una ganadería y una quesería, y que en sus viajes por España observa la paralización de la vida ciudadana, como si sus habitantes estuvieran tristes y con escasas esperanzas de futuro.

Baste solo comparar cómo funcionó Madrid durante la pandemia sanitaria, con el comercio y la hostelería abiertas y funcionando y el resto de España cerrado a cal y canto y con los ciudadanos confinados en sus casas. Y así no me extraña que el ex ministro de Sanidad, el inefable Illa, tal como el mismo expresa en su libro, pidiera consejo a Pablo Iglesias, a la sazón vicepresidente del gobierno, sobre el confinamiento de Madrid y éste le dijera: "Sin ninguna duda, adelante", lo que demuestra que el gobierno estaba haciendo un experimento social con los españoles, pero encontró un hueso duro de roer en Isabel Díaz Ayuso, tal como se demostró en las elecciones de mayo de 2021.

Por eso no es extraño que los "tabernarios" madrileños estén encantados con su presidenta, la voten y sonrían por las calles. Y Madrid es lugar seguro para vivir, para convivir por sus calles, para hacer negocios y hasta para hablar libremente en sus bares y tabernas, lo que parece no es posible hacerlo en otras comunidades como Cataluña, País Vasco, Comunidad Valenciana o Baleares, donde los socios de Pedro Sánchez son autoritarios, excluyentes y seudofascistas.

Ahora que se ha desatado la guerra de los impuestos, dos modelos se enfrentan sangrientamente: uno, el abanderado por Ayuso y el PP, que defienden la bajada de impuestos para no atosigar económicamente a los ciudadanos más humildes y a la clase media, la que les gustaría cercenar a la izquierda y que Nadia Calviño no sabe ni quiénes son, y que ha dado como consecuencia de esta política liberal una mayor recaudación. La otra opción es la de la izquierda social-comunista que nos gobierna que quiere asarnos a impuestos, para engordar las cuentas del Estado y gastárselo en prebendas a sus amigos y publicidad electoral, pues en 2023 habrá elecciones y, temerosos los barones socialistas de que pudiera peligrar su sillón, se están dedicando a maquillar los impuestos con migajas en una carrera desenfrenada a ninguna parte?

Pero ya sabemos que, aunque la mona se vista de seda, mona se queda, y el gobierno no ceja en poner nuevos impuestos, subir los ya existentes y atosigarnos más en la crisis económica, con el demagógico populismo del impuestazo a los ricos. La pregunta es si los ciudadanos se van a dejar acogotar por la política sectaria de Pedro Sánchez, la inutilidad de su extenso consejo de ministros o las boutades que exhalan algunos de sus miembros, a los que la mayoría de ellos no les contratarían en ningún trabajo de la empresa privada, pues nada aportan ni nada aportarían. Eso, sí; han conseguido los diputados de la izquierda, con el voto en contra de la derecha, subirse el sueldo un 3,5 %, lo que es una auténtica indecencia e indignidad y un ultraje e insulto a todos los españoles, especialmente a los parados y a quienes sobreviven con salarios de pobreza. Podrían acercarse a las filas de la Cocina Económica, Cruz Roja o el Banco de Alimentos para conocer mejor España, en vez de ir a los sindicatos de clase, que nada ofrecen, salvo apoyo incondicional al gobierno que les subvenciona a placer.

Estos gobiernos populistas no conocen España ni a los españoles, pues siempre viajan en coche oficial o Falcón y están en las nubes.