¿Qué hemos hecho mal?
Los que vivimos nuestra juventud en la última década del franquismo anhelábamos equipararnos a Europa. Algunos, tuvimos el privilegio de viajar a Francia e Inglaterra; devoramos libros aquí prohibidos, vimos millones de turistas que llagaban a nuestras costas, nos desesperábamos porque los años pasaban y Franco se moría en la cama.
Los que vivimos nuestra juventud en la última década del franquismo anhelábamos equipararnos a Europa. Algunos, tuvimos el privilegio de viajar a Francia e Inglaterra; devoramos libros aquí prohibidos, vimos millones de turistas que llagaban a nuestras costas, nos desesperábamos porque los años pasaban y Franco se moría en la cama. Todo a pesar del lento crecimiento del movimiento estudiantil y el despertar reivindicativo de un movimiento obrero en una España que dejó de ser rural y cambió a velocidad record.
Las nuevas generaciones de entonces hicimos nuestra LA RECONCILIACIÓN NACIONAL de Santiago Carrillo, conscientes de nuestra guerra incivil, de familia republicana o franquista. Hispanistas, a los que deberíamos prestar más y supermerecida atención, lo titularon: EL HOLOCAUSTO ESPAÑOL (Paul Preston). Todo ello después de un siglo XIX que comenzó brillantemente con La Constitución de Cádiz, pero que nos alejó progresiva y paulatinamente de la modernización que alcanzó gran parte del resto europeo.
El mundo entero admiró nuestra Transición Política, que sorprendió más fuera que dentro, conocedores nosotros de la madurez inoculada en nuestro pueblo por la guerra. Ahora algunos jóvenes intentan denostarla alegando que se hizo con ruido de sables (no es cierto) y que ellos no la votaron, como tampoco lo han hecho la gran mayoría de jóvenes europeos y americanos en sus respectivos países.
Cierto es que uno de los principios básicos de nuestra Constitución (articulo 6): “los partidos políticos concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política”, lo hemos convertido en un fiasco en el breve tiempo histórico de un tercio de siglo, y degenerado desde un instrumento democrático y de participación en una “partitocracia”. Se lo cuenta alguien que se afilió hace cuarenta años al PSOE (15 días después de terminado el famoso Congreso de Suresnes ) y permaneció 35 años en el mismo dando batalla tras batalla (y perdiéndolas todas) por su democratización interna y transformarlo en un instrumento de participación ciudadana y visión no sectaria.
Que el bipartidismo, apoyado en unos nacionalistas desde hace mucho desleales con nuestra Constitución, haya deflagrado finalmente, no debe ser un signo de desesperanza sino la señal de que es posible la regeneración de los valores constitucionales. Frente aquellos que nos hablan con lenguaje antisistema y populista, con base ideológica no en los sistemas democráticos representativos que han hecho de Europa el intenso polo de atracción política al que se han sumado todo los países del antiguo bloque sovietico. Que propugnaba, sobre todo, justicia social pero que se demostró máximo responsable de la desgracia de sus pueblos.
Faltan 7 meses para iniciar un nuevo ciclo electoral, con la esperanza de que los ciudadanos logremos cambiar mucho, mucho la degradación paulatina desde el 78 hasta ahora. La marea de la corrupción crea desesperanza e indignación y el sectarismo político no tiene límites ni entre los nuevos partidos que se nos presentan como una nueva esperanza alternativa. Como muy bien ha escrito este mes de agosto el profesor Sosa Wagner , todavía entonces significado miembro de UPyD; sin contar el efecto de tirón que hubiese supuesto que Ciudadanos y UPyD hubieran ido juntos a las europeas, ambos han sumado 300.000 votos más que Podemos y en ellos estaría la verdadera referencia del cambio político y no en un partido antisistema que todavía no se sabe que piensa sobre el desafío separatista de una parte sustancial del poder político catalán.
No puede ser, no debe ser, que los españoles no tengamos hoy día una oferta política transversal a la que votar (la definen ellos así correctamente; que analice cada situación por si misma al margen de las muchas veces engañosa calificación izquierda-derecha). Como debería ser UPyD/Ciudadanos. Constitucionalista 100% (al margen de posibles mejoras con consenso). Unos siendo el bastión de defensa de nuestra Constitución en Cataluña, otros habiendo llevado el tema Bankia a sus últimas consecuencias judiciales cuando todo el espectro político cómplice de Blesa y Rato pretendía mirar a otro lado, corresponsables como son del atraco en toda España a la mitad del sistema financiero representado por Las Cajas, obscenidad sistémica en grado máximo.
Empezar una reforma administrativa en nuestros municipios que acabe con la irracionalidad de 8000 alcaldes y 70000 concejales, cuando la movilidad actual no tiene nada que ver con la de 1830, y termine con el actual sistema caciquil que ha permitido sobrevivir todos estos años al bipartidismo.
Reducir a la mitad el IBI, que se ha multiplicado por dos durante la crisis una vez que ya no se recauda como antes con las licencias de construcción.
Sabemos que la implantación de estos dos partidos en el territorio es pequeña y endeble. Los que creemos que España necesita una nueva Alternativa Política Constitucionalista, capaz de hacer frente al bipartidismo fracasado y responsable de a dónde nos ha llevado, exijamos a ambos embriones su actuación conjunta y la elección de sus candidatos para Municipales y Autonómicas en Primarias Abiertas que les permita generar ilusión y el máximo de representatividad en los que creemos en un cambio de rumbo. Dentro de nuestra Constitución, que debemos cuidar como una pieza de orfebrería que a muchos nos permitió soñar que la España negra, que tantas veces nos han contado, había terminado definitivamente.
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Comentarios(1):
Sr. Mazarrasa, mi mas sincera felicitacion por su pre-claro escrito.