Operación retorno
Hay circunstancias, momentos que se repiten a sí mismos año tras año. Cojan los periódicos, sintonicen la radio o vean la televisión y hagan una pizca de memoria y verán hasta qué punto la llamada "Operación retorno" es siempre la misma. Nos cuentan los puntos negros, lugares donde hay atascos, número de accidentes... Es el rito en el que nos ungimos para constatar, un año más, que las vacaciones se han acabado.

En esta ocasión ha habido muchos que no las han podido tener, pero estarán conmigo en que si hiciéramos una radiografía general, sin entrar en demasiados matices, de lo que ha sido el mes de agosto nadie diría que estamos en crisis. Iberia ha aumentado sus beneficios y, hasta donde se sabe, el AVE ha tenido que añadir vagones en las mismas fechas que cuando esto era jauja. Es verdad que en la hostelería los precios se han ajustado, que los chiringuitos han hecho menos caja y que cada vez hay más cultura en eso de las ofertas de última hora. Aun así, se haga lo que se haga, hay que pagarlo, aun cuando se tenga menos dinero que hace dos años e incluso -conozco varios casos_ cuando no se tiene seguro que concluida la operación retorno se tiene el puesto de trabajo que se tenía antes de coger carretera y manta. En el fondo, se trata de olvidar como sea.
Es el ministro de Fomento, el polémico José Blanco, el que ha reiterado, y creo que con acierto, que en el futuro "nada va ser lo mismo". Y no habla sólo de las autopistas, cuya construcción se va a ver ralentizada. Habla del estilo de vida, de costumbres adquiridas como derechos inalienables. Nada va a ser lo mismo aunque nos resistamos y optemos por vivir como si nada ocurriera. Pero va a ocurrir. Tiene que ocurrir porque nuestra forma de vivir puede llegar a ser insostenible.
Es el veterano Jordi Pujol el que afirma que la crisis de los ochenta era la crisis de un país pobre y la actual la propia de un país rico. Cuando uno es pobre, salir de la crisis significa esperanza de ser menos pobre; pero, ¡ay¡, cuando la crisis golpea la opulencia, las seguridades y el mundo de jauja, la salida nunca va a estar en más opulencia o en más jauja. Al contrario. Será necesario que los Bancos den créditos, que las exportaciones aumenten, que la morosidad descienda y que nuestra deuda la paguemos a precios más razonables.
Todo eso es necesario, pero de poco o nada valdrá si, llegado el caso, nos parece un drama pagar un euro cada vez que se va a la sanidad pública; si no nos sentimos frustrados porque el AVE no llega a nuestro pueblo o nuestra autonomía tiene menos aeropuertos que la de al lado. Poco o nada se arreglará si por ahí quedan jovencitos que con veinte años están molestos porque no tienen piso y encima se lo reprochan al Presidente, como ocurrió en una de sus intervenciones en TVE.
Sabemos que estamos en crisis y es seguro que, tarde o temprano, saldremos de ella; pero mientras eso llega, nada ni nadie se está ocupando de imaginar el futuro en el que no debe caber depresión alguna a los veinte años por no tener piso, ni van a tener cabida exquisiteces a la hora de trabajar "en lo que me gusta". Vienen tiempos en los que van a ser necesarios ánimos templados y pulsos firmes. Esta es nuestra operación retorno pendiente, la otra es la de siempre.
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