La senda de los elefantes
Pretender que irse a cazar elefantes pertenece al ámbito privado del Rey son ganas de querer esquivar la realidad. Y la realidad es que don Juan Carlos es el Jefe del Estado y que por mucho que quiera un Jefe del Estado difícilmente puede sustraerse a la opinión pública.
El peor favor que se le puede hacer a la Monarquía es mostrarse cortesano y cínico diciendo que la cacería del Rey en Bostwana no tiene importancia. La tiene, claro que la tiene. El Rey ha cometido un error y solo hay que salir a la calle para escuchar lo que dicen los ciudadanos de a pie, o navegar por la Red.
Pretender que irse a cazar elefantes pertenece al ámbito privado del Rey son ganas de querer esquivar la realidad. Y la realidad es que don Juan Carlos es el Jefe del Estado y que por mucho que quiera un Jefe del Estado difícilmente puede sustraerse a la opinión pública.
Vaya por delante que en mi caso no alcanzo a comprender el placer que puede provocar el matar un elefante, un animal noble, hervíboro, que no se mete con nadie y que en tantos y tantos países ha sido fuerza de trabajo aliviando así el trabajo de los hombres. Matar elefantes resulta incomprensible para el común de los mortales que no alcanzan ver dónde está la épica de acabar con la vida de los paquidermos. De manera que al error de irse de caza a Bostwana se une el que la caza sea de elefantes. Y no, no hace falta ser un ecologista furibundo para que repela la imagen de alguien matando elefantes. Añádase a que en estos momentos nuestro país sufre una crisis económica sin precedentes, a que hay más de cinco millones de ciudadanos en el paro, a que hay familias en las que todos sus miembros están desempleados, a que nos recortan los salarios, y que nadie tiene la seguridad de poder conservar su trabajo, y se comprenderá que resulta una enorme frivolidad que el Jefe del Estado se vaya a cazar elefantes.
Naturalmente que don Juan Carlos, como el resto de los mortales, tiene derecho a unos días de descanso, pero el hobby elegido para ese descanso ha sido desafortunado. El Rey se ha equivocado y seguramente él lo sabe mejor que nadie. Añadamos un elemento más, la ausencia de la Reina. En la calle y en la Red la gente se ha preguntado por qué doña Sofía no acudió de inmediato a la clínica donde operaban a don Juan Carlos. Es difícil de comprender que no modificara su agenda privada, pasar la Pascua con su familia, cuando a su marido le estaban operando. Ya sucedió cuando al rey le operaron del pulmón. Fue clamorosa la ausencia de su familia en las primeras horas. Seguramente entonces y ahora así lo ha querido el monarca, pero a los ciudadanos no les entra en la cabeza que en una pareja uno de sus miembros se desentienda del otro cuando le están operando.
Es evidente que en los últimos tiempos los miembros de la Casa Real o de la Familia del Rey, tanto da, vienen dando traspiés que están colocando a la institución en una situación difícil. Es más, yo diría que ellos mismos se están convirtiendo en sus peores enemigos. Como también son evidentes las tensiones y falta de sintonías de los unos con los otros por más que de cuando en cuando se hagan fotos para aparentar lo que en otros momentos los gestos y los rostros no son capaces de ocultar.
Hasta ahora, la Monarquía ha desempeñado un papel central en nuestra democracia. Los reyes, tanto don Juan Carlos como doña Sofía han sabido bordar su papel, lo que se esperaba de ellos. Pero en los últimos años bien sea porque se han cansado de interpretar ese papel o simplemente porque a raíz de las bodas de sus tres hijos la institución se ha vulgarizado, lo cierto es que empiezan a cosechar criticas, cada vez más aceradas en la opinión pública.
La Monarquía es un anacronismo que solo tiene razón de ser si sus miembros cumplen escrupulosamente su papel, y se atienen a lo que se espera de ellos. Desafortunadamente, en los últimos años los miembros de la familia Real han pasado a ser parte del paisaje de las revistas del corazón, precisamente fruto de esa vulgarización.
El caso Urdangarin le ha hecho daño a la Corona, pero no solo. Hay actuaciones del propio Monarca que resultan incomprensibles y controvertidas, por ejemplo esa felicitación al príncipe saudita Alwaled bin-Talal al Saud después de que no se haya podido demostrar que participo de la violación de una joven. Una carta innecesaria e incomprensible. En fin, no se trata de sacar la lista de los errores, pero haberlos los hay y cada vez mayores.
La crisis económica-financiera está poniendo el mundo del revés, estamos en un momento de cambio en lo que todo se cuestiona, la Monarquía también. Por tanto, o los miembros de la Familia Real, que gozan de una situación de privilegio, sacrifican sus intereses privados y desempeñan el papel que se espera de ellos, o las nuevas generaciones que no vivieron la Transición y que no se sienten concernidas por ese pasado reciente, continuarán mostrando su desapego a una institución con la que no se sienten identificados.
En mi opinión, la Monarquía de don Juan Carlos ha sido útil hasta ahora y no se puede hacer una enmienda a la totalidad por este y otros errores, desgraciadamente cada vez más frecuentes, pero en cualquier caso el éxito o el fracaso de la institución depende de sus miembros no de los ciudadanos. Y hay que decir alto y claro que la senda de los elefantes no es el mejor camino para que la gente aprecie la institución.
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