En las peores manos
En el foro del Fondo Monetario Internacional, sentado entre el primer ministro de la quebrada Grecia y la presidenta de la africana Liberia, Rodríguez Zapatero ha dado otra de sus clases magistrales.
Aquel que alardeaba de superar a Italia y Francia, ha sido adelantado este mes por Letonia, que era él único de los 27 países de la Unión Europea que tenía mayor tasa de paro que España. Hoy ya somos el último de los 27, nadie está por detrás en desempleo, y nuestro presidente sigue dando lecciones internacionales.
La pasada semana, mientras el ejecutivo socialista perpetraba su enésima rectificación económica, esta vez a cuenta de la prohibición parcial del endeudamiento municipal, conocimos que habíamos perdido puestos en el ranking de productividad mundial, del 23º en 2004 al 42º actual y ya estamos por detrás de Polonia, Puerto Rico y Chipre.
Sin embargo y pese a las evidencias, nuestro iluminado presidente sigue dando lecciones de economía.
Tras cuatro años de indolencia económica en su primera legislatura, Zapatero, aspirante a Nobel de Economía, se puso manos a la obra para sacarnos de la crisis tantas veces negada, y así, multiplicó el gasto público; derroche de 32.000 obras de los planes E, deducción de 400 euros, o generación en los dos últimos años de 215.200 empleos públicos, mientras se destruían 2.200.000 puestos de trabajo en el sector privado.
Conclusión: tan solo el gobierno socialista gastó el último año liquidado -2009- el doble de lo ingresado, 205.000 millones de euros frente a 105.000 recaudados, lo que produjo la intervención de nuestra economía, que nos abriesen un expediente europeo por exceso de gasto y que seamos un país tutelado.
Y lo peor no es hacerlo pésimamente, sino además creer que se hace bien y que “España es el mejor laboratorio” para experimentar con las pensiones o los salarios de los otros, porque esto nos aboca a nuevos errores.
La ventaja de la economía sobre otras materias, es que es cuantificable y los embaucadores como Zapatero son desenmascarados con facilidad, el gran problema de la crisis territorial, especialmente en Cataluña, e institucional, en la que nos ha metido el presidente socialista es que aún siendo mucho más graves no son cuantificables, y en estas estaremos todavía más tiempo.
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