Debemos seguir soñando
Las palabras de Martín Luther King siguen, hoy día, perfectamente vigentes. Especialmente para aquellos que se sientes abatidos y sin ánimo para luchar denodadamente con la serena rotundidad que aquel carismático líder reclamaba en aquel histórico discurso de hace hoy cincuenta años: “No nos hundamos en el valle de la desesperación. Os digo, amigos, que teniendo las dificultades de hoy y de mañana: todavía tengo un sueño”.
Dr. Luis Herrera Noreña. Nacido en Santander, el día 8 de Febrero de 1953. Licenciado en Medicina por la Universidad de Cantabria (1982). Tesina de Licenciatura: "Preservación en frío durante 24 horas de tejido endocrino pancreático canino para trasplante. Estudio y correlación morfofuncional". Doctor en Medicina por la Universidad de Cantabria (1993). Tema: "Efecto diferencial del tratamiento con soluciones hiposmóticas sobre el tejido insular y acinar pancreático canino para trasplante". (Apto cum laude). Especialista en Cirugía general y del aparato digestivo. Hospital Marqués de Valdecilla (1980). Colaborador honorífico del Departamento de Ciencias Médicas y Quirúrgicas de la Universidad de Cantabria. Miembro de la Asociación Española de Cirujanos.Miembro de la sección de Endocrinología Quirúrgica de la Asociación Española de Cirujanos.Miembro de la Sociedad Española de Investigaciones Quirúrgicas. Miembro de la International Society of Surgery. Miembro de la International Association of EndocrineSurgeons. Miembro de la Asociación Norte de Cirujanos (España).
Con admiración y respeto a Martín Luther King (Enero 1929-Abril 1968)
Tal día como hoy, en el Lincoln Memorial de Washington D. C., hace medio siglo, una persona de piel negra orientaba el futuro de un pueblo oprimido por la infamia del sectarismo racial y la injusticia. Con una lucidez y determinación que a la postre le supondrían la muerte, Martin Luther King fue describiendo las desgracias y tribulaciones que muchas personas sufrían por la única razón de su color de piel, trazando de forma clara y rotunda la manera de canalizarlas para combatir pacíficamente y con decisión ese azote. Es imposible percibir un sufrimiento tan profundo, y de tantos, que hizo que muchos llegaran a asumirlo como inevitable, dejando, incluso, de luchar por su final. Aquella memorable reivindicación de igualdad y justicia, desgarradoramente cercana a la Proclamación de la Emancipación que solo un siglo antes había consagrado la igualdad de las personas, con independencia del color de la piel, resultó un hito en su camino hacia la libertad.
Aquel aldabonazo de exigencia de un derecho tan fundamental como es la igualdad entre las personas, fue necesario apenas transcurridos 100 años de la proclamación oficial de su instauración. Pasado ya la mitad de ese periodo, otros derechos de no menor calibre, y que afectan a la práctica totalidad de la sociedad en que hoy vivimos, esperan vías de solución.
Muchas personas justas y cumplidoras viven actualmente atribuladas por la precariedad de la situación social y económica que les afecta o, cuando menos, perciben a su alrededor. Desorientadas por la falta de gobierno en el manejo de los problemas cotidianos e irritadas por el nefasto ejemplo servido por aquellos supuestamente destinados a resolverlos, sienten la injusta opresión de individuos, organizaciones, instituciones, e incluso administraciones de las que cabría esperar – cuando no exigir – su servicio.
Salvando, con profundo respeto, las diferencias de grado, lugar y tiempo; existe un gran paralelismo entre la gran masa ciudadana actualmente insatisfecha e indefensa ante tan agobiante situación con aquella otra cansada y, hasta entonces, resignada colectividad oprimida. Quien albergue duda alguna sobre esta similitud, medite sobre dos reflexiones de aquel día: “No podemos estar satisfechos mientras una persona negra en Mississippi no pueda votar y una persona negra en Nueva York crea que no tiene nada por qué votar. No, no estamos satisfechos y no estaremos satisfechos hasta que la justicia corra como las aguas y la rectitud como una impetuosa corriente”.
Es moneda común de estos tiempos el nihilismo de personas informadas, muchas incluso con pasadas inquietudes sociales, que se muestran inermes ante la situación. Ante ella, aduciendo la imposibilidad de su corrección y juzgando sus consecuencias como inevitables, tomar la decisión de no participar en su solución puede parecer la más lógica y razonable.
Podría incluso, argumentarse que no se trata de una postura cicatera, ante la percepción de que solo hercúleas tareas podrían aportar soluciones efectivas. Sin embargo, lamentablemente, ello solo significa la renuncia a la rebeldía ante una situación injusta, que debiera corregirse por la salud cívica y democrática de nuestra sociedad.
Aquellas personas que no se rebelan contra la injusticia se hacen partícipes de ella. Comportarse de forma tolerante coloca en posición similar a quien no actúa de forma beligerante. Su solución, paradójicamente, puede ser mucho más fácil de lo que podría pensarse. Los medios y vías de actuación y participación democráticos deben ser herramientas que la posibiliten. No participar podría llegar a suponer una connivencia cómplice con el problema, favoreciendo su crecimiento y propiciando su actual dimensión. Tanto las organizaciones, favoreciendo los cauces democráticos y la transparencia de sus actividades, como los individuos, participando, respondiendo o proponiendo como agentes de la sociedad civil, en un entorno radicalmente democrático, deberíamos ser protagonistas activos de la solución. No debemos esperar salvapatrias u otros fenómenos similares frecuentes protagonistas de pasados errores, sobre cuyas soluciones pretenden orientarnos.
Las palabras de Martín Luther King siguen, hoy día, perfectamente vigentes. Especialmente para aquellos que se sientes abatidos y sin ánimo para luchar denodadamente con la serena rotundidad que aquel carismático líder reclamaba en aquel histórico discurso de hace hoy cincuenta años: “No nos hundamos en el valle de la desesperación. Os digo, amigos, que teniendo las dificultades de hoy y de mañana: todavía tengo un sueño”.
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