Noticias de Cantabria
18-05-2012 10:00

Calma chicha

La bolsa española estuvo toda la mañana tonteando entre el verde y el rojo. Y Grecia se debatía al borde del abismo. Las profecías de Krugman sobre la salida del dinero de los bancos españoles escandalizaban, pero son la constatación de una permanente fuga de capitales.

Es, esencialmente, un término marinero que indica la absoluta quietud del aire que impide cualquier avance en un barco de vela. 

 

Ayer fue un día de esta naturaleza. Las malas noticias se instalaron sobre el ambiente y nada las empujó ni hacia delante ni hacia atrás. 

 

El presidente Hollande, en una ceremonia sencilla, tomó posesión de El Eliseo, símbolo del poder de Francia. Por la tarde iba a visitar a madame Merkel, la todopoderosa canciller de Alemania, en horas bajas después de que los votantes de Renania del Norte-Wesfalia certificarán que también muchos alemanes están cansados de la austeridad europea. 

 

La bolsa española estuvo toda la mañana tonteando entre el verde y el rojo. Y Grecia se debatía al borde del abismo. Las profecías de Krugman sobre la salida del dinero de los bancos españoles escandalizaban, pero son la constatación de una permanente fuga de capitales. 

 

La confesión de Luis de Guindos produjo mucho desconcierto: "España ha hecho todo lo que debía y podía". ¿Entregados? Ahora, según el ministro de Economía, España solo puede esperar que alguien venga a remolcarnos. 

 

Mariano Rajoy es un capitán que no se deja ver en cubierta ni en la tempestad ni en la calma. Diríase que está escondido para no tener que dar explicaciones a los pasajeros. Suenan las alarmas y el puente de mando parece vacío. 

 

España es un universo huérfano de liderazgos a izquierda y derecha. Si hubiera elecciones, cada ciudadano solo podría salir a la calle por si encuentra a alguien con cara de candidato. 

 

La confesión de Luis de Guindos es la manifestación del fin de la política. Si el Gobierno ya no tiene nada que hacer, casi sería mejor un directorio alemán que viniera a administrar nuestra pobreza. 

 

La crisis más profunda no es ni siquiera la económica. Es una crisis total de confianza que se desplaza en todas las dimensiones. Hay tanto miedo que parece que no ha pasado nada. Hay tanta desesperanza que cualquier cosa puede ser digerida como inevitable. 

 

Una sociedad sin liderazgos es una sociedad muerta. Una sociedad sin ejemplaridad en las instituciones y en quienes las ocupan, está tan desnortada que quizá la calma chicha es el mejor estadio que puede tener en la esperanza de que ya nada se mueva.

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