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Opinión 02-07-2024 06:01

UNA REFLEXIÓN SOBRE EL DERECHO NATURAL. Por Juan Goti Ordeñana Catedrático de la Universidad de Valladolid

Hasta hace pocos años en las Universidades españolas había una asignatura que se titulaba Derecho Natural. Pero para las nuevas políticas sobraba, pues las leyes han de ser a capricho del equipo gobernante, no en razón del bien social, por ello se le cambió por Filosofía del Derecho, que resulta anodino, sin obligaciones morales.

 

Hasta hace pocos años en las Universidades españolas había una asignatura que se titulaba Derecho Natural. Pero para las nuevas políticas sobraba, pues las leyes han de ser a capricho del equipo gobernante, no en razón del bien social, por ello se le cambió por Filosofía del Derecho, que resulta anodino, sin obligaciones morales.

La ley existe para regular limitando las relaciones humanas, para ofrecer al pueblo una alternativa a la fuerza y para la resolución de los conflictos. Las primeas teorías, sobre el derecho, estuvieron vinculadas con las aspiraciones de la sociedad a la paz social y a la tranquilidad en la convivencia mutua, para que ésta se rija por un orden. Para los primeros filósofos que se plantearon el tema, la ley debía responder al orden observado en la naturaleza, a la tradición religiosa y a la realización de la belleza.

Fue Cicerón, un estoico, quien introdujo la trascendencia en la metodología del Derecho. Por lo que, según él, la contemplación de la naturaleza, remozado con lo divino, conduce a la comprensión de lo que la moral requiere en forma de principios y normas de Derecho natural. Esta es, la base del derecho a la que debe responder la ley positiva, es la hecha a través de métodos en los que entra el consentimiento del pueblo, pero teniendo, como fundamento, la misma naturaleza del ser humano. Esto es el Derecho natural.

Esta idea sirvió a la escolástica, santo Tomás de Aquino, para dar esta definición: «la ley es la ordenación de la razón para el bien común, promulgada por quien tiene el cuidado de la comunidad». Y con motivo del descubrimiento de los nuevos pueblos de América, para comprender a las nuevas culturas que aparecieron, la escuela de Salamanca elaboró la doctrina de las Derechos humanos y proporciono la teoría para la regulación del orden internacional. De donde copiaron Grocio y Loke, a quienes los modernos les atribuyen estas autorías. Los orígenes del derecho delatan que su finalidad es la paz, y que nació para resolver los problemas que surgen de la vida social, que requieren orden y paz. El derecho es el medio para conseguir ese ideal.

No obstante, en la evolución posterior de la teoría del poder surgió la tesis de Thomas Hobbes del Estado, como «Leviatán», una metáfora para justificar, en el siglo XVII, la dictadura de Oliver Cromwell en Inglaterra y, luego, se aplicó, también, a la prepotencia de los Borbones en Francia. Se trataba del estado absolutista, que protegía a los ciudadanos poderosos, y permitía al poder autoritario legislar a su conveniencia y capricho. Esta idea de «Leviatán», definió al Estado como un poder absoluto que acapara todos los instrumentos de poder y, por tanto, el derecho como una herramienta de su política para actuar

despóticamente. Con esta idea del Estado se deja de lado la idea del derecho como ordenador de la sociedad para lograr un orden en la convivencia social, con unos perfiles de tranquilidad y paz de los ciudadanos, para considerar el Estado como un monstruo que absorbe el poder y domina al pueblo con el orden que establezca el dictador.

En los actuales gobiernos hemos llegado al momento en que la teoría política de «Leviatán» ha penetrado en nuestros gobernantes, y ha triunfado un derecho positivista, desechando el derecho natural clásico en el discurso jurídico. Aunque acusemos y condenamos los resultados de este derecho positivista en regulaciones como la alemana de Hitler y algunos otros casos, la realidad es que la estamos viendo copiar en la última ley española de la amnistía, que no es para el bien del pueblo, sino por el capricho de compra de unos votos, para estabilizarse Pedro Sánchez en el poder. Y aunque algunos juristas, en un intento de salvar el derecho natural clásico, ante la creciente secularización, hayan querido justificar un derecho práctico despojándole de la transcendencia, no ha dado resultado ante la fuerza de los partidos gobernantes que no quieren límites morales en sus decisiones despóticas.

Ante el abuso del Derecho positivo, debería llegar el momento de reflexionar sobre la naturaleza del derecho, que como decíamos más arriba nació, en sus orígenes, para responder al orden observado en la naturaleza, en la tradición religiosa y en la consideración de la belleza. Pero observando las direcciones que van tomando los actuales Gobiernos hacía el despotismo, en espacial los de la izquierda, siniestra, se ha desviado la idea de derecho simplemente a dictados despóticos de conveniencia para algunos grupos poderosos.

De forma que el Derecho, en su origen, se dirigió a regular la sociedad respondiendo a la naturaleza de la persona, considerando que hay unos límites morales por la consideración del pueblo. Si se sigue esta línea el Derecho propicia la consideración democrática del Estado. Por el contrario, cuando ante unas dictaduras del siglo XVII se elaboró la teoría del Estado «Leviatán», se fraguó la idea de un Estado, en el que, a los dirigentes, no les interesaba la base moral que deben tener las leyes, y se encamina hacía el Derecho positivo, para actuar libremente los dirigentes según su capricho, de modo que es un sistema que conduce a dictaduras y tiranías.

Tratando de superar esta pugna en los tiempos modernos, puesto que el derecho positivo de los Estados no responde a la cultural del pueblo, nos parece que un renacimiento de la doctrina del derecho natural, puede constituir la base de regeneración del derecho que responda con eficacia a las relaciones de los diversos pueblos. Ello supone un retorno al pensamiento jurídico clásico griego, romano y cristiano. Ese puede ser un camino para volver a valorar el derecho natural que responda a la naturaleza de la persona.

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