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Opinión 17-11-2025 08:05

¿POR QUÉ ES DIFICIL SER DE DERECHAS? Por Juan Goti Catedrático jubilado de la Universidad de Valladolid

El observar, cómo han sido las elecciones en los últimos cuarenta años, lleva a especular que la gente piensa en izquierdas, pero si se mira profundamente cuál es el comportamiento de la sociedad, es fácil deducir que la mente de las personas tiende hacia la derecha.

 

El observar, cómo han sido las elecciones en los últimos cuarenta años, lleva a especular que la gente piensa en izquierdas, pero si se mira profundamente cuál es el comportamiento de la sociedad, es fácil deducir que la mente de las personas tiende hacia la derecha. La afirmación no es absoluta, pues la marcha de las edades condiciona la tendencia, no por reflexión, sino por la rebelión o asentamiento por la edad. De aquí que tenga sentido una expresión atribuida a Churchill: «quien de joven no es de izquierdas no tiene corazón y quien de adulto no es de derechas no tiene cerebro». El primer encuentro de la juventud con la libertad, le lleva a seguir todo aquello que rompe con lo que le rodea, pero cuando la persona se asienta en la vida y comienza a vivir su experiencia, empieza a mirar con simpatía la derecha.

No obstante, examinando la experiencia de los últimos cuarenta años, uno se inclina a pensar que la sociedad es de izquierdas, porque el poderío de PSOE ha sido abrumador, por lo que es difícil comprender que la sociedad adulta se sienta de derechas, puesto que ha votado a la izquierda, por lo menos hasta ahora. Pero es hora de una reflexión, ya que la izquierda, que hemos sufrido con un dominio desnortado, no nos ha resultado favorable, pues si se observa la crisis a que se llegó y acabó con el gobierno de Felipe, el desastre de la era Zapatero, y el de la destrucción de España de Pedro Sánchez. Es difícil comprender que la izquierda suponga algún interés para el ciudadano español.

Como justificación de su superioridad, la izquierda que tenemos, se suele aludir a que guardan el sesgo de sus abuelos de la Segunda República, pero esto es indicativo de que no han reflexionado lo que fue aquel tiempo de gobierno en España. Sin hacer grandes elucubraciones sólo vamos a citar un autor inglés, que vino a luchar por la República, en aquellos años, con el partido comunista POUM. Este autor, George Orwell, escribió sus «Recuerdos de la guerra de España», donde participó luchando en trincheras, y cómo tuvo que huir, cuando le advirtieron que le iban a matar otros grupos de izquierdas, porque se perseguían a muerte unas izquierdas a otras, y huyó desesperado. Así que la perdida de la guerra no fue tanto por la fuerza de los militares que tenían en frente, cuanto por las diferencias de las izquierdas, que llegaron a perseguirse entre ellos.

Partiendo de este dato histórico, que trajo la mayor confrontación del pueblo español en el siglo pasado, no es difícil pensar en otra política distinta de la izquierda. Ya que en toda la historia ha supuesto una contradicción con las necesidades y aspiraciones de las personas, a la vez que ha representado el interés de grupos que quieren construir una sociedad irreal, y favorecer a quienes pretenden ascender en la sociedad, a base de afirmarse progresistas, mientras suponen un desquiciamiento de la persona.

Llegados a esta reflexión es necesario decidirse por una orientación que responda a la naturaleza de la persona y, ciertamente, tengo que concretar que es algo anormal ser de izquierda que ha destruido nuestra sociedad, al tiempo que ha logrado abrir en este partido un porvenir de los que trepan en su proyecto, con la negación de los demás.

Ante la experiencia que nos ha prestado la historia de la izquierda, el ciudadano normal, sin ninguna duda debe tener claro que ser de derechas responde al ser de la persona, si no quiere renunciar algo básico de nuestra cultura, que la persona es la que debe definir el movimiento social y económico, como motor de la vida.

En estos momentos de la historia, el pueblo si quiere salvarse debe detestar la izquierda, porque ha nacido de una filosofía utilitaria, porque nos propone un progreso que no es real, porque ha partido de una premisas de una igualdad engañosa, y porque todos los sometidos deben ser iguales por abajo, mientras un élite, que se ha hecho con el poder, goza sin cuento de todas las posibilidades: de Falcon para los viajes, la Mareta como palacio donde veranear, sin cuidarse de que el común de los ciudadanos anda con dificultades para llevar una vida normal. Ver la actitud ante el volcán de isla de la Palma, ante la Dana de Valencia, o los incendios de este verano, se echa la culpa a un hipotético cambio climático, y se deja a los dañados a su futura suerte.

Se ha de rechazar la izquierda porque su base fundacional y generacional es dolosa. El que entra en estos movimientos no trabaja por la igualdad de todos, sino para aspirar vivir a un nivel de superioridad. Y la razón de su situación es una publicidad dolosamente dirigida para conseguir convencer al hombre sencillo de una superioridad de la izquierda, cuando ha sido la ruina de la economía y de la convivencia social. Ahí están las Autonomías y aun Ayuntamientos que han dominado, muestran cómo han vaciado las cajas durante sus mandatos, sin lograr un progreso de esos lugares.

Las últimas voces frenéticas de la izquierda que nos dominan, sin una legitimación clara de gobierno, ya que no aprueban la ley del Presupuesto, van señalando que están en un fin de ciclo. Su voz es una campaña sobresaturada de miedo a la contestación internacional, cansada del dominio progresista que hemos sufrido, pero no por ello menos preocupante, porque se propone, como último coletazo, dominar maquinando odio a todo el que aparezca discrepante, su defensa es amenazar a la derecha con un lenguaje heredado del antiguo comunismo, que se debe despreciar porque, en realidad, se trata de odio e intolerancia.

Si la sociedad española quiere conseguir un progreso de verdad, ha de confiar en un partido que tenga como objetivo: el orden, el mérito y la solidaridad.

El observar, cómo han sido las elecciones en los últimos cuarenta años, lleva a especular que la gente piensa en izquierdas, pero si se mira profundamente cuál es el comportamiento de la sociedad, es fácil deducir que la mente de las personas tiende hacia la derecha. La afirmación no es absoluta, pues la marcha de las edades condiciona la tendencia, no por reflexión, sino por la rebelión o asentamiento por la edad. De aquí que tenga sentido una expresión atribuida a Churchill: «quien de joven no es de izquierdas no tiene corazón y quien de adulto no es de derechas no tiene cerebro». El primer encuentro de la juventud con la libertad, le lleva a seguir todo aquello que rompe con lo que le rodea, pero cuando la persona se asienta en la vida y comienza a vivir su experiencia, empieza a mirar con simpatía la derecha.

No obstante, examinando la experiencia de los últimos cuarenta años, uno se inclina a pensar que la sociedad es de izquierdas, porque el poderío de PSOE ha sido abrumador, por lo que es difícil comprender que la sociedad adulta se sienta de derechas, puesto que ha votado a la izquierda, por lo menos hasta ahora. Pero es hora de una reflexión, ya que la izquierda, que hemos sufrido con un dominio desnortado, no nos ha resultado favorable, pues si se observa la crisis a que se llegó y acabó con el gobierno de Felipe, el desastre de la era Zapatero, y el de la destrucción de España de Pedro Sánchez. Es difícil comprender que la izquierda suponga algún interés para el ciudadano español.

Como justificación de su superioridad, la izquierda que tenemos, se suele aludir a que guardan el sesgo de sus abuelos de la Segunda República, pero esto es indicativo de que no han reflexionado lo que fue aquel tiempo de gobierno en España. Sin hacer grandes elucubraciones sólo vamos a citar un autor inglés, que vino a luchar por la República, en aquellos años, con el partido comunista POUM. Este autor, George Orwell, escribió sus «Recuerdos de la guerra de España», donde participó luchando en trincheras, y cómo tuvo que huir, cuando le advirtieron que le iban a matar otros grupos de izquierdas, porque se perseguían a muerte unas izquierdas a otras, y huyó desesperado. Así que la perdida de la guerra no fue tanto por la fuerza de los militares que tenían en frente, cuanto por las diferencias de las izquierdas, que llegaron a perseguirse entre ellos.

Partiendo de este dato histórico, que trajo la mayor confrontación del pueblo español en el siglo pasado, no es difícil pensar en otra política distinta de la izquierda. Ya que en toda la historia ha supuesto una contradicción con las necesidades y aspiraciones de las personas, a la vez que ha representado el interés de grupos que quieren construir una sociedad irreal, y favorecer a quienes pretenden ascender en la sociedad, a base de afirmarse progresistas, mientras suponen un desquiciamiento de la persona.

Llegados a esta reflexión es necesario decidirse por una orientación que responda a la naturaleza de la persona y, ciertamente, tengo que concretar que es algo anormal ser de izquierda que ha destruido nuestra sociedad, al tiempo que ha logrado abrir en este partido un porvenir de los que trepan en su proyecto, con la negación de los demás.

Ante la experiencia que nos ha prestado la historia de la izquierda, el ciudadano normal, sin ninguna duda debe tener claro que ser de derechas responde al ser de la persona, si no quiere renunciar algo básico de nuestra cultura, que la persona es la que debe definir el movimiento social y económico, como motor de la vida.

En estos momentos de la historia, el pueblo si quiere salvarse debe detestar la izquierda, porque ha nacido de una filosofía utilitaria, porque nos propone un progreso que no es real, porque ha partido de una premisas de una igualdad engañosa, y porque todos los sometidos deben ser iguales por abajo, mientras un élite, que se ha hecho con el poder, goza sin cuento de todas las posibilidades: de Falcon para los viajes, la Mareta como palacio donde veranear, sin cuidarse de que el común de los ciudadanos anda con dificultades para llevar una vida normal. Ver la actitud ante el volcán de isla de la Palma, ante la Dana de Valencia, o los incendios de este verano, se echa la culpa a un hipotético cambio climático, y se deja a los dañados a su futura suerte.

Se ha de rechazar la izquierda porque su base fundacional y generacional es dolosa. El que entra en estos movimientos no trabaja por la igualdad de todos, sino para aspirar vivir a un nivel de superioridad. Y la razón de su situación es una publicidad dolosamente dirigida para conseguir convencer al hombre sencillo de una superioridad de la izquierda, cuando ha sido la ruina de la economía y de la convivencia social. Ahí están las Autonomías y aun Ayuntamientos que han dominado, muestran cómo han vaciado las cajas durante sus mandatos, sin lograr un progreso de esos lugares.

Las últimas voces frenéticas de la izquierda que nos dominan, sin una legitimación clara de gobierno, ya que no aprueban la ley del Presupuesto, van señalando que están en un fin de ciclo. Su voz es una campaña sobresaturada de miedo a la contestación internacional, cansada del dominio progresista que hemos sufrido, pero no por ello menos preocupante, porque se propone, como último coletazo, dominar maquinando odio a todo el que aparezca discrepante, su defensa es amenazar a la derecha con un lenguaje heredado del antiguo comunismo, que se debe despreciar porque, en realidad, se trata de odio e intolerancia.

Si la sociedad española quiere conseguir un progreso de verdad, ha de confiar en un partido que tenga como objetivo: el orden, el mérito y la solidaridad.

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