No mates a la rana ¡hombre!, por Carlos Magdalena

El sábado pasado iba por esa maravillosa senda costera que tenemos en Santander hacia el Faro cuando pasados los Molinucos me encontré a un hombre de fuerte complexión, corpulencia y altura que se movía dando saltos al mismo tiempo que intentaba pisar algo ¿?

Eran las nueve de la mañana y no pasaba nadie, diferente cuando es un domingo a las 12 de la mañana y te encuentras perros, bicicleteros, paseantes, y si te da por echarte a descansar en el prao inmediatamente tienes dos perros encima o una señora amable que se acerca y te dice: .- perdone señor, (con una sonrisa bobalicona), estos niños son muy traviesos y se me han escapado.-

Miré por si el sol me había deslumbrado y no eran niños. ¡Eran perros!, aunque para la buena mujer niños de cuatro patas. Pero en fin, cada loco o loca que siga con su tema o cuento. En esta sociedad del estado de bienestar hay de todo y hay que asumirlo no sea que te llamen facha, insulto en la actualidad aplicando a casi cualquier cosa, o alguna otra lindeza. Aunque a mí me gusta practicar lo políticamente incorrecto y salirte del- Si Señor-, pero siempre con educación.

Mi opinión, sin molestar, es que ante estos inconvenientes que se producen los fines de semana nuestra alcaldesa, Gema Igual, podía mandar algún agente de la autoridad a darse un paseo por la zona, simplemente para que les vean los presuntos infractores. 

Bien, pero sigamos con el señor de los saltos. Mi curiosidad me hizo acercarme al hombre y decirle con cautela, dadas las medidas físicas de uno y el otro, ¿perdone Sr. le pasa algo?. Y éste al instante, educado, me respondió: “estoy intentando matar un bicho”... ¡Ah!, yo no veía nada, salvo unas pequeñas zarzas y poco más. Mi imaginación me hizo pensar, salvo que el hombre en cuestión no estuviese bien de la “jaula”, que intentaba pisar una lagartija, una rata o algo similar, o simplemente era una danza nueva de las nueve de la mañana, vete tú a saber.

Intenté distraer al hombre con la consabida conversación sobre el tiempo y un ¡hace buena mañana eh!,  pero de repente mi curiosidad dio sus frutos cuando de improviso vi pegar un salto a una rana pequeña, autóctona, de aquí, de la tierra, de Cantabria, y no importada, y que hacía años que no había visto yo por el campo ¡una rana en libertad!, pensé, y este energúmeno quiere matarla.

 ¡Y todavía existen dije yo! ¡Viva!,  y no en una caja -made in china- para el consumo.

De forma inmediata me propuse defender la vida de la rana en extinción como si fuese un Vengador de la serie de Marvel... Y le dije al hombre de buenas maneras, con suavidad, utilizando mis dotes de persuasión, porque les recuerdo que el presunto “matador” era como un “jato” de grande y no podía darle un grito y meterme en un "fregao", nunca sabes con quién ni quien tienes enfrente.

Y empecé diciendo al hombre que la rana estaba protegida por la ley y que no se podía matar. Y éste me escuchaba, pero al mismo tiempo estaba buscando dónde se había escondido la rana para darla "matarile". Afortunadamente y con la conversación la rana se escabulló y se libró de una muerte-pisotón segura.

Ese sábado fue un buen día porque había empezado la mañana realizando una buena obra, había salvado a una rana en peligro de extinción.

Nota del autor

Hemos considerado relatar este hecho porque lo considero mucho más importante que las actuaciones y declaraciones tan prosaicas de los políticos de aquí y de Madrid, que llegan a ser cansinas, no creíbles y producen hartazgo al ciudadano.

Perdonen este atrevimiento con este relato verídico, pero su moraleja también es que todos debemos defender nuestra fauna, que lo componen, desde una lagartija, un grillo, a un oso o un lobo. es nuestro patrimonio defendámoslo.