La inhabilitación enfrenta a la coalición. Por Jesús Salamanca Alonso
Yolanda Díaz quiere poner paz porque nunca se ha visto en otra igual, postura que también defiende el inservible ministro Garzón
El cumplimiento de la legalidad ha creado barrera entre los socios de Gobierno, socialistas y comunistas, y empieza a pasar factura. Primero, porque la ultraizquierda quiere quedar por encima de sus «primos carnales», los socialistas, y, segundo, porque en socialismo no se ve con buenos ojos eso de continuar en coalición con los comunistas. No será fácil preservar el estado de salud de la coalición actual. Prueba de ello es que el expresidente extremeño, Ibarra, no ha dudado en decir de Yolanda Díaz que es «peligrosa» debido a que se ha amamantado en ubres comunistas.
La petición de dimisión de Maritxell Batet desde las filas del comunismo teatrero y teatralizado ha acabado por distanciar a los dos socios mayoritarios, incluso al extremista y sectario Podemos respecto a «la Yoli». Ésta quiere poner paz porque nunca se ha visto en otra igual, postura que también defiende el inservible ministro de Consumo, Garzón, más preocupado de no publicitar galletas, helados y chuches en TV que de lo verdaderamente importante y necesario. Eso de perder tantos miles de euros mensuales sin dar capotazo es muy duro y sus asesores los tienen cogidos por los?estatutos y por los sueldos.
Yolanda Díaz -- «la Yoli» de CC.OO.-- no deja de pedir paz y rebajar la tensión porque entiende que no es manera de tapar ni tratar las desavenencias. En muchas ocasiones, cuando se enciende la «chisquereta», no siempre es fácil apagarla. Yolanda aspira a calmar la ventolera y seguir en el machito: nunca vivió mejor, ni vivirá. Hasta pienso que CC.OO. ya forma parte del Gobierno, al igual que UGT parece afín a ETA, como dicen con sorna muchos de sus exafiliados. A ambas corrientes de barato sindicalismo les falta liderazgo y cabeza de sus dirigentes, más dados a callar si hay «perras», comilonas y langostinos por medio que si hay injusticias sociales. La realidad dice eso en el día a día.
La sentencia del Tribunal Supremo ha vuelto locos a los socios de mamandurria y elevada nómina, incluso ha calentado la boca a muchos de sus integrantes. Hasta «la Yoli», que carece de referentes éticos en política, ha hablado de «injusticia de la sentencia». Si es licenciada en derecho y tenía despacho laboralista, alguien tiene que explicarme en qué tómbola universitaria le han expedido el título de licenciada en Derecho porque, si no, es imposible entenderlo. Llego a la conclusión de que sus declaraciones son simplemente esputos dialécticos propios de gente ociosa. Por un lado, quiere calmar los ánimos, pero por otro echa gasolina para que no se apague la corriente; un flujo que emergió de la ignorancia y del analfabetismo político existente en un sector desnortado y atolondrado que acabó fiel a Unidas Podemos.
«La Yoli» conoce el frío que hace fuera del Gobierno, donde se está calentito a cambio de poco más que nada, salvo haber destrozado el escudo social y disparado el número de parados reales. Y no sólo hace frío, sino que, ahora que ha aprendido a calzar tacones y pisar en mullido de la alfombra roja con sueldo encontrado, no quiere volver a las francesitas y menos aún a las alpargatas sindicalistas. Tampoco desea regresar a la trinchera sindical donde siguen conformándose con gambas,
caviar y langostinos; ahora quieren todo eso y jugosas subvenciones de chiringuito sin responsabilidad ninguna, aunque acudan a las manifestaciones proetarras. Y si trincan a alguno, pues para eso está el patrimonio sindical: se paga con él y asunto concluido.
Hasta Errejón da la razón a Díaz en su afán por calmar los ánimos, pero también critica la sentencia: sabe que no tardando será inhabilitado por el atentado brutal cometido contra un ciudadano enfermo y con problemas de movilidad. A ello se une que, si el tribunal comprueba y demuestra que iba «cargado» y con «mixomatosis» en los ojos, la condena puede ser referencial. Es más, debe ser aleccionadora y ejemplar, pero siempre fiel a la ley, esa ley que la extrema izquierda se niega a cumplir cuando les afecta de lleno y le quita sueldo, escaño, tumbona, disfrute y orgía rutinaria a costa de papá Estado.
Desde la Ejecutiva del PSOE no han faltado voces contrarias a seguir con la extrema izquierda en coalición. Prefieren que se convoquen elecciones. Empiezan a pensar que son insoportables las bravuconadas de Unidas Podemos. Unas chulerías que siguen mostrando desde la delincuente y condenada por atentar contra dos policías, Isa Serra, hasta el doblemente condenado, Pablo Echenique, pasando por personajes de dudoso pelaje y sospechoso pasado.
En fin, es un hecho que Dios los cría y ellos se juntan, pero?siempre para hacer daño al prójimo.
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