Noticias de Cantabria
Opinión 01-11-2018 07:00

Ernest Hemingway

Cada vez que voy por Pamplona, no puedo resistir el impulso de ver y saludar (simbólicamente, se entiende) a Ernest Miller Hemingway (Illinois, 1899-Idaho, 1961), aventurero, periodista, escritor, novelista, cuentista, bon vivant,… que estuvo muy relacionado con España y, especialmente, con Pamplona dónde presenciaba los encierros taurinos desde la habitación que tenía reservada en el hotel La Perla (Suite 201).

Hace unos días he vuelto a Pamplona, donde tuve la ocasión de dar una conferencia sobre “Los Cocidos en Cantabria” a los miembros y simpatizantes de la Casa de Cantabria en Navarra y me acerqué hasta el Iruña, local que mantiene el mismo estilo con que se le inauguró en 1888 y donde, además, se come magníficamente; tuve la oportunidad de hablar con el dueño del local y saludar a la estatua en bronce de Ernest Hemingway, lo que también hice en la imagen existente en la calle de la Estafeta.

 

 

Hemingway nació en el seno de una familia conservadora y de clase media, pues su padre era médico y su madre se dedicaba a la música; él no fue un cualquiera, ya que su estilo ha influenciado a muchos escritores del siglo XX y su vida de aventuras también. Obtuvo el premio Pulitzer por su obra “El viejo y el mar” (1953) y fue Premio Nobel de Literatura (1954) por toda su obra literaria, pues había publicado siete noveles, seis recopilaciones de cuentos y dos ensayos y aún después de su trágica muerte por suicidio, se publicarían otras tres novelas, cuatro libros de cuentos y tres ensayos.

Hemingway había iniciado su vida como periodista en el Kansas City Star a principios del siglo XX; pero no tenía madera de periodista de provincias. Se fue al frente italiano en la Gran Guerra, donde se alistó como conductor de ambulancias, siendo gravemente herido y regresando a su casa, comprometiéndose con una enfermera que después le rechazó. Trabaja en el Toronto Star Weekly como corresponsal y después en una revista de Chicago. Escribe una novela basada en sus experiencias bélicas y a los 22 años se casa con Hadley Richardson, lo que haría en otras tres ocasiones, pues tuvo cuatro esposas. Con Hadley tuvo su primer hijo, Jhon Hadley Nicanor. Ya en 1923 visitó por vez primera las fiestas de San Fermín en Pamplona, y conoció los encierros y las corridas de toros, lo que volvería a repetir en años siguientes, ya acompañados de otras personas y que le inspiraría su obra “Fiesta” (1925), para algunos la mayor obra de Hemingway. También escribió “Muerte en la tarde” (1929), un ensayo sobre la corrida de toros.

Se fue a París y trabajó como corresponsal extranjero, relacionándose con toda la intelectualidad europea de la década de los años veinte, que pasaba por la ciudad de la luz, donde procuraba coger el brillo parisién. Allí conoció, por ejemplo, a Picasso, Miró y Juan Gris; también James Joyce, con quien alternó a menudo. Seguía enviando crónicas al Toronto Star y cubrió la guerra greco-turca. En esta época tenía residencia en Florida, aunque siempre fue un personaje errante.

En 1927 se divorcia y se casa con Pauline Pfeiffer, a quien había conocido en Austria y con quién vivió en Cayo Hueso (Florida), pasando los veranos en Wyoming, donde disfrutaba de la caza. También realizó con su esposa un safari por África, que reflejó en algunas de sus obras. Tuvo dos hijos con ella.

Participa en la Guerra Civil española como corresponsal de la North American Newspaper Alliance, siendo testigo de algunas de las batallas importantes, como la del Ebro y comienza a convivir con la también periodista y escritora norteamericana, Martha Gellhorn, época en la que escribió su única obra de teatro, “La quinta columna” sobre la guerra española.

A su regreso de España, en 1939, se establece en Cuba, escribe una de sus obras más conocidas, “Por quién doblan las campanas”, inspirada por Martha Gellhorn y al año siguiente, se divorcia de Pauline, casándose con Martha Gellhorn. Gellhorn fue enviada a China y Hemingway la acompañó, aunque pronto se volvió a Cuba. Este matrimonio que duró poco, pues en plena Segunda Guerra Mundial, conoce en Londres a Mary Welsh, corresponsal de la revista Time, de la que también se enamoró y, lógicamente, contrajeron matrimonio.

En estos años, Hemingway comenzó a tener más problemas como el fallecimiento de algunos de sus amigos, la depresión, varios accidentes de él y de su esposa, aunque siguió escribiendo, a veces de forma compulsiva, como “El viejo y el mar” que escribió en ocho semanas y con el cual obtuvo el premio Pulitzer. Viajó con su esposa a Venecia donde permanecieron varios meses y donde conoció a la joven de 19 años, Adriana Ivancich, de la que se enamoró y que le inspiró alguna de sus obras, aunque el flechazo quedó en nada. También volvió a España, a los sanfermines y en el año 1954 realizó un nuevo viaje a África con su esposa y donde tiene dos accidentes aéreos que le dejaron maltrecho y que provocó que algunos periodistas escribieran ya su obituario.

Recibe el Premio Nobel de Literatura en 1954, por toda su vida literaria, pero no puede trasladarse a Estocolmo para recogerlo y envía su discurso para ser leído. Los accidentes, los diferentes problemas que abordó en su accidentada existencia y su afición a la bebida, le tuvieron maltrecho en cama por bastante tiempo. En 1956 regresó a España y conoció a Pío Baroja, poco antes de la muerte del vasco. En París recuperó unos viejos baúles que había olvidado en 1928 en el hotel Ritz, llenos de cuadernos y escrituras de su época parisina, lo que le llenó de alegría y le impulsó a escribir, ya en Cuba, “París era una fiesta”.

Aún volvería a España y en 1959 visitó nuestro país para escribir varios artículos sobre las corridas de toros por encargo de Life Magazine. En esta época, la llegada de Fidel Castro al poder en Cuba, le impulsó a abandonar la isla en 1960 y su finca y sus libros serían confiscados por el nuevo régimen. Su último viaje a España se produjo para ser fotografiado en las entregas de sus reportajes para Life Magazine, que tuvieron buena aceptación.

Hemingway volvió de España ya muy enfermo y deteriorado y se afincó en Ketchum (Idaho), dónde comenzó a preocuparse de sus finanzas, de los impuestos, de los manuscritos que había dejado en Cuba y se volvió paranoico, desconfiado y depresivo, por lo que fue ingresado en la clínica Mayo de Minnesota con nombre falso. En 1961 se suicidó en su casa, tal como lo había hecho su padre décadas antes y como lo harían posteriormente sus dos hermanos Úrsula y Leicester.

Viajero empedernido, escritor compulsivo y genial, Hemingway siempre estuvo en el lugar oportuno y en el momento oportuno y así estuvo en la Gran Guerra, cubrió la guerra greco-turca, vivió la Guerra Civil de España, presenció el desembarco de Normandía y la liberación de París, acontecimientos claves para definir el final de la contienda bélica. Y nos narró magistralmente muchas de las cosas que vio, vivió y sintió…

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