Destrozos y exageración del lenguaje inclusivo. Por Jesús Salamanca Alonso
Durante el acto, la ‘marquesa’ no ha dejado de repetir esa burrada lingüística de “todos, todas y todes”, como si formara parte de la normalidad.
Durante el acto, la ‘marquesa’ no ha dejado de repetir esa burrada lingüística de “todos, todas y todes”, como si formara parte de la normalidad.
Hoy comencé el día con ánimo subido. Pero, tan pronto como he empezado a leer prensa digital y a ver las sandeces que dicen en la ultraizquierda madrileña y en el ministerio de Igual Da, me he ido normalizando y, a la vez, encendiendo por el uso y abuso del lenguaje que la izquierda llama inclusivo. ¿Se darán cuenta del daño que hacen con ello al alumnado de primaria y secundaria, sobre todo?
La primera en la frente. Y es de Irene Montero, la todavía ministra ‘alfalfabeta’ a quien se le prepara una salida consensuada, pero bien indemnizada. “Hay que garantizar los derechos de todas, de todos y de todes en nuestro país”, según la ‘marquesa’. Tal patada al diccionario de la RAE merece un correctivo. Y ese no es otro que el ridículo que acumula. Ya nadie disimula y todos apuntan con el dedo a esta moza sin barragán, objeto de chistes, mofa y memes, algunos de ellos con muy dañinas intenciones, pero certeros.
Fíjense que en el acto de Podemos, dentro de la campaña para el 4-M, este personaje (No diga “personaja”) ha comenzado dando las buenas tardes “a todos, todas y todes”. Los puristas del lenguaje tenemos claro que el masculino plural alberga lo que la inculta ministra llama “todos y todas”. Lo de “todes”, en un afán de identificarlo con quienes no saben si son chicha o limoná, resulta ser una sandez de grueso calibre que, incluso, molesta a propios y extraños. ¿Se hubiera atrevido la ‘marquesa’ a escribirlo en un examen de Facultad sin ser reprendida?
Tiene que ser muy bruta y analfabeta esta ‘menestra’ para decir lo que dice. Sin duda, tiene mucho de ‘picoloro’ y nada de eficaz ni buena gestora. La ‘marquesa’, ya sin ‘marqués’, pero sí presente en el acto de las burradas lingüísticas, no ha dejado de repetir “todos, todas y todes”. A mayor redundancia, mayor ridículo personal y ministerial. No sorprende que en el Consejo de Ministros esté considerada como ese cero a la izquierda que nada aporta, salvo servir de relleno en innecesarias casillas.
Ni siquiera el profesorado hace caso de esas barbaridades; es más, se esfuerzan para que el alumnado no incurra en semejantes atrocidades lingüísticas. Hace tiempo el profesorado pensaba que el daño real llegaría cuando los libros de texto incluyeran ese despreciable lenguaje. Y ya lo tenemos aquí. Ya se habla de visigodos y visigodas; Almorávides y almorávidas; almohades y almohadas; suevos y suevas; vándalos y vándalas; fenicios y fenicias…
“¿Quiénes eran los visigodos y las visigodas?”, se pregunta en un libro de texto. Así, como lo leen. El daño ya está hecho. Ahora el profesorado tendrá un trabajo añadido: explicar esa brutalidad y enseñar al alumnado a leer los textos porque nadie puede negar que, con esa ‘errata inclusiva’ del masculino y el femenino, o con la arroba final para los géneros, no ayuda a centrarse, ni a pensar, ni a avanzar en la lectura normalizada. La educación importa tres pepinos y medio a esta clase política de la ultraizquierda descentrada y desnortada. Tan sólo interesa el adoctrinamiento y las insurgentes políticas del absurdo. La izquierda española es como los burros viejos o los potrillos: van dando coces, sin ton ni son, por donde pasan.
Apañados estamos si eso es todo lo que se les ocurre a los socialistas y “sociolistos” que ostentan cargos públicos y “cargas públicas”. Si el profesorado (no diga “profesorada”, como ellas) no frena este tipo de atropellos, y los padres no brindan todo su apoyo al respecto, la educación se resentirá más de lo que ya lo ha hecho. Todo empezó con aquellas gracietas de la exmujer de Felipe González con los “jóvenes y jóvenas”, siguiendo por los “miembros y miembras” de Bibiana Aído, la ministra blogguera. Y aquí llegamos.
Leo un poco más de un libro de texto, sobre la unidad religiosa, y me encuentro que “En 1492 se instó a todos y todas, los judíos y las judías, a convertirse al cristianismo o a abandonar el reino. Los cristianos y cristianas recibieron el nombre de conversos y conversas”. Y referido a 1502: “a los musulmanes y musulmanas que aceptaron bautizarse se les dio el nombre de moriscos y moriscas”. Siete veces se repite en una sola página ese vulgar lenguaje y, ya se sabe, si no se hace así no hay acuerdo con las editoriales. No se sorprendan si el alumnado sale corriendo de los centros públicos por las medidas de estos ‘cabestros’ que creen gobernarnos.
Por cierto, la LOMLOE ya está redactada en este lenguaje troceado y, como se dice entre profesorado, “muy encabronado, porque nos crispa solo con leerlo y porque hay que intentar hacerlo no visible al propio alumnado”. Miedo me da el próximo informe PISA.
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