Cantabria, destino refugio de playa y montaña
Cantabria se ha convertido en uno de los tan buscados refugios climáticos del norte de España en pleno verano. En 2024 batió el récord de visitantes con más de 2,1 millones de turistas. Durante años, ha conseguido consolidar una oferta que combina montaña, costa, naturaleza, una gastronomía extraordinaria y momentos para el relax y el juego

Es en uno de esos ratos, después de seguir la línea de costa durante el día, que puedes disfrutar del baccarat en vivo del casino. Si la visita empieza por Castro-Urdiales o la impresionante playa de Oriñón, puede acabar por una ruleta que arde en Casumo en la que pillar sitio, o en cualquiera de sus otros juegos, siempre una selección de los mejores.
También se puede seguir por Laredo, Colindres o Santoña, que centran el patrimonio histórico y natural con sus montes y playas de las que cuesta ver el fin. Precisamente en Santoña se puede disfrutar de su industria conservera, que ha conseguido tener la marca universal de las irresistibles anchoas. Además, se puede complementar con el aroma de las sardinas o el bonito a la brasa en cualquiera de sus restaurantes.
En Santoña encontramos la bahía de la que salió Juan de la Cosa, que se juntó después a Colón en América. En Laredo, también la historia domina su costa: a ella llegó Carlos V en un viaje de Flandes a España. Pero no sólo el mar tiene encanto en Cantabria. La exuberancia de la naturaleza nos sorprenderá en el interior.
Disfruta del interior y su gastronomía
El valle de Soba, la Junta de Voto, Ramales de la Ramales de la Victoria, Ampuero, Arredondo, el santuario de La Bien Aparecida, Solórzano o Hazas de Cesto son algunos de los lugares que merece la pena visitar en el interior de Cantabria. Sus nombres ya empiezan a resonar para muchos visitantes.
Entre ellos se puede disfrutar incluso de algún restaurante con estrella Michelin donde degustar la reinvención de los caricos, un típico guiso cántabro con alubias rojas. Sobre todo, si se visita la región en otoño o invierno, cuando se puede disfrutar de la variedad de colores en su naturaleza, o en invierno, para refugiarse después de los caricos en torno a la lumbre.
El río Asón es otro de los lugares privilegiados para pasear y otear el horizonte. En él puede verse una cola de agua de cascada donde nace. También llegar hasta el puerto de Alisas y observar la desembocadura, que no es nada más y nada menos que la bahía que baña Clindres, Laredo y Santoña. Un espectáculo que complementar con una tarde de relax en un casino online de vuelta al alojamiento.
Costa, acantilados y arte rupestre
De vuelta a la línea de costa, se pueden observar los impresionantes acantilados cerca de Trasmiera. Junto al monte Buciero, que se ve todo el tiempo y parece un lugar mitológico. Se puede descender a alguno de sus faros, como el del Caballo, y subir sus 763 escalones. Para los que no estén tan entrenados, también merce la pena visitar el del Pescador.
Cantabria cuenta con varios yacimientos arqueológicos y pinturas rupestres. Entre ellas, las más famosas de España: las cuevas de Altamira. Tal es la importancia de estos lugares que la región organiza varios ciclos de conferencias en el Centro de Arte Rupestre, que también se puede visitar.
Volviendo a los faros, cerca de ellos está la playa de Berria, una de las más hermosas, junto a las del Ris en Noja, Trengandín o Helgueras. Un poco más lejos se pueden ver las de Isla y Ajo, cerca del cabo más largo de la región, que tiene un bonito faro decorado por Okuda. Después de las playas, hay una ruta al borde del mar desde Langre hasta Somo sonde pueden admirarse los acantillados con sus olas.
Antes de visitar la capital, se puede ir a La Cavada y sobre todo a Liérganes, un pueblo hecho de piedra que parece sacado de un cuento de hadas con un balneario ideal para un par de días de descanso. Sobre todo, si se alterna con un chocolate con picatostes o con churros.
Última parada antes de Santander
Otra parada recomendada es Solares, en la que hay que aprovechar para seguir probando las legumbres cántabras en platos de cuchara. Hay que coger fuerzas para adentrarse en lo alto de la bahía de Santander, en la peña Cabarga. Es donde nacen los Valles Pasiegos, donde se pueden probar los famosos sobaos y las quesadas. Y también visitar Sarón o Selaya, zonas de cabañas donde los vecinos viven casi aislados.
Porque ya es hora de llegar a Santander, la capital, bañada por una bella bahía. Tiene un puerto y ocho playas en total. La ciudad fue fundada por los romanos y ha vivido decenas de aventuras, entre ellas la explosión del barco Cabo Machichaco en 1893 o la quema que destruyó su centro histórico en 1941. No dejará a nadie indiferente.
La ciudad es un centro turístico, cultural y también mercantil. No olvides probar las rabas en el aperitivo o la ensaladilla en alguno de los bares decorados con toneles. También el barrio pesquero merece una visita con degustación. Y para acabar, no puede faltar un buen paseo con helado de cualquier sabor por el muelle santanderino.
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