Fármacos junto a cambios en el estilo de vida demuestran mayor eficacia para perder peso en adolescentes, según estudio
El tratamiento con un agonista del receptor GLP-1 (liraglutida), combinado con modificaciones del estilo de vida (MEV), es significativamente más eficaz para reducir peso y mejorar indicadores cardiometabólicos que los cambios de hábitos por sí solos en adolescentes con obesidad severa.

Así lo indica un estudio publicado recientemente en `Anales de Pediatría`, el órgano de expresión científica de la Asociación Española de Pediatría, por un equipo del Hospital Universitario Nuestra Señora de la Candelaria (Tenerife).
La liraglutida fue el primer fármaco aprobado por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA, por sus siglas en inglés), en 2021, para tratar la obesidad en mayores de 12 años, seguido por la semaglutida en 2024, pero su uso en esta franja de edad sigue siendo muy limitado, entre otras razones, por la falta de estudios clínicos en población pediátrica y por su alto coste para las familias, al no estar financiado por el Sistema Nacional de Salud en España.
Actualmente solo se encuentran financiados estos fármacos en pacientes mayores de 18 años con diabetes tipo 2. El equipo de investigadores realizó un estudio observacional retrospectivo con 62 adolescentes de entre 12 y 18 años con un índice de masa corporal (IMC) por encima del percentil 95, lo que se considera obesidad severa. A 31 de ellos se les administró medicación junto a una pauta de hábitos saludables (alimentación y actividad física) durante una media de 6,9 meses. Los otros 31 siguieron exclusivamente un programa de modificación de estilo de vida.
Los resultados muestran que el grupo tratado farmacológicamente experimentó una pérdida significativa de peso: casi la mitad (48,4%) logró reducir más de un 5 por ciento su IMC, y el 29 por ciento superó incluso el 10 por ciento. En el grupo control, apenas un 3 por ciento alcanzó el 5 por ciento de reducción, y solo un 1 por ciento logró el 10 por ciento.
Además de la bajada de peso, los pacientes que recibieron tratamiento farmacológico mostraron mejoras en parámetros como la insulina, el índice HOMA-IR (indicador de resistencia a la insulina), los triglicéridos y la presión arterial sistólica. También se observó una reducción en el número de adolescentes en situación de prediabetes. Estas mejoras se mantuvieron seis meses después de finalizar el tratamiento, lo que sugiere un posible efecto sostenido en el tiempo.
"Históricamente, las únicas herramientas para tratar la obesidad en adolescentes han sido la dieta y el ejercicio, pero sabemos que en los casos más graves esto no suele ser suficiente porque precisan pérdidas de peso que no logran solo con los cambios de hábitos", señala la doctora Mónica Ruiz Pons, especialista en Nutrición Infantil y primera firmante del estudio.
"Nuestro trabajo muestra que el tratamiento de fármacos receptores de GLP-1 puede ser una herramienta terapéutica eficaz y segura en pacientes seleccionados, siempre combinada con intervención sobre el estilo de vida", añade.
El medicamento estudiado actúa activando receptores GLP-1 en el hipotálamo, lo que ayuda a reducir el apetito y aumentar la sensación de saciedad. "Su eficacia reside en que no solo interviene a nivel intestinal sino también cerebral, ayudando mucho a los pacientes que por sí solos no controlan el impulso de comer por ansiedad", asegura la experta.
Los investigadores abogan por una reflexión conjunta entre pediatras, endocrinólogos, gestores sanitarios y familias para valorar el uso de fármacos en casos seleccionados, especialmente cuando otras intervenciones han fracasado. Los autores abogan por contemplar el uso de tratamientos farmacológicos en pacientes que no respondan tras 4-6 semanas de intervención conductual en los casos de adolescentes con obesidad severa.
"La obesidad pediátrica debe abordarse como una enfermedad crónica, no como un problema de fuerza de voluntad. Eso implica disponer de un abanico terapéutico más amplio, como sucede en otras patologías crónicas infantiles", subraya Ruiz, que añade que "también exige evaluar a fondo los posibles efectos a largo plazo de los tratamientos, tanto a nivel físico como psicológico".
El estudio reconoce algunas limitaciones, entre ellas su carácter observacional y el hecho de que los pacientes decidieron junto a sus familias si iniciar o no el tratamiento con la medicación (al no estar financiada). Los autores insisten en la necesidad de realizar estudios a mayor escala y con seguimiento a largo plazo que permitan valorar los efectos de estos fármacos en el desarrollo así como la adherencia sostenida al tratamiento.
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