Sanidad , "¿todo gratis?"

 Disponemos de una financiación suficiente, siempre y cuando se gestionen los recursos y no se dilapiden. Lo que hay que erradicar son las prácticas por todos conocidas, que no han sido eliminadas e incluso en estos ocho años se han incrementado y desbordado el sistema.

 Sobra clientelismo político en la Sanidad Pública y ésta ha de ser atendida desde la especialización y cualificación del personal. Disponemos de una clase médica que ha sido ninguneada por el poder político socialista en estos ocho años, compuesta por magníficos profesionales que han tirado del carro muchas veces sin ayuda. La máxima de crear empleo porque sí, sin atender a las necesidades, debe acabar. Se requiere empleo productivo, y no de estar, polivalente y formado.
Una sanidad del siglo XXI requiere investigación científica, pilar fundamental,  ya que estamos en el siglo de las transformaciones, de la innovación, de la investigación y el  no reciclarse retrasa el avance de la ciencia médica frente a la de nuestro entorno. Nuestros conocimientos en cualquier área de la ciencia, y más de la medicina, son mutables en muy corto espacio de tiempo por lo que hay que estar continuamente renovándose. Nuestra sociedad precisa de un giro copernicano frente al convencionalismo que hemos tenido para evitar el colapso y estancamiento. Hay que ser valientes en el cambio y  poner los puntos sobre las íes.

Lo que ahora se intenta erradicar,  tenía nombre, era el turismo sanitario, verdadero fraude para el contribuyente,  ampliamente conocido y permitido por la administración socialista y que llamaban solidaridad progresista. La ministra Mato lo ha dicho con claridad: la Sanidad Española es para los españoles, para quienes residen con nosotros, están dados de alta fiscalmente, responden a sus obligaciones tributarias, y a los que no tengan esa categoría tendrán que  sujetarse a los conciertos internacionales y a la reciprocidad. Nada más.
¿Y porque se dice esta verdad como puños ahora? Sencillo. Nuestro país era el lugar donde recalaba el denominado  turismo sanitario, todos venían al Gran Hospital-España del todo gratis. La operación era muy sencilla, ciudadanos con dolencias crónicas y graves, que necesitaban una intervención millonaria desembarcaban en  Barajas procedentes de sus  países de origen donde no disponían de un sistema sanitario tan generoso como el nuestro y como precisaban una intervención quirúrgica, no  asequible a sus bolsillos, se trasladaban al nuestro  para una vez operados y con el postoperatorio consumado volverse al suyo. El ofrecimiento o “efecto llamada” de nuestra sanidad procedía de extranjeros ya instalados entre nosotros, legal o ilegalmente, de familiares directos o indirectos, e incluso y porque no decirlo, de mafias.

 Llegaban y directamente entraban por urgencias siendo atendidos de su dolencia, dada su gravedad  no eran rechazados y pasaban rápidamente a los quirófanos de nuestros hospitales siendo atendidos magníficamente por nuestros médicos, formados con los dineros de los contribuyentes españoles. Algunos médicos denunciaban esta práctica y eran represaliados. Una vez practicada la operación millonaria y recuperados marchaban sanos y salvos y dejándonos el agujero sanitario cada vez mas grande. Y eso ha estado sucediendo y lo sabían las autoridades socialistas que miraban a otra parte o hacían la vista gorda de esta problemática "seudosocial" y que no se practicaba en ningún país europeo, salvo en la España zapatera. Sigamos.

El copago que ha entrado en vigor no es otra cosa que corresponsabilizar al paciente-cliente del coste de nuestra sanidad. Que había que haberlo hecho antes, cierto, pero aquí el socialismo malentendido ha preferido derrotar el sistema a administrar éste con diligencia y racionalidad.

El colapso en el servicio estricto sanitario de atención médica y de costes, se ha producido al permitirse  esa práctica generalizada del turismo sanitario puntual de los que están sin contribuir y de los que vienen al “todo gratis”. Independientemente la utilización y cierto abuso por parte de ciudadanos residentes de la sanidad, en estado de inmigración,  que en sus países ni por asomo tienen nuestro sistema, y de otra por nuestros mayores que  acudían al sistema, solicitaban y se les proveía de medicinas para hoy, mañana y pasado mañana. Todo esto ha
 puesto la puntilla a una muerte anunciada a menos que se produzca un cambio sustancial y urgente para salvar el servicio sanitario que tantos años ha costado. Pues bien citadas prácticas deben desaparecer y lo que tiene que hacer el gobierno es comunicarlas, informar a cara perro a los ciudadanos y educar en el no despilfarro.

 Lo que no se debe hacer, es adoptar medidas y no explicarlas. Es obligación del gobierno, Ministerio de la Salud, abrir una campaña didáctica, de formación, de comunicación, diciendo que la sanidad somos todos y entre todos tenemos que sacarla  adelante. Estas medidas pueden ser el inicio de un camino que  se puede y debe recorrer, con eficacia y rapidez, explicando y comunicando porque los culpables de esta situación, curiosamente, son los que están poniendo palos en las ruedas de las soluciones.