La otra herencia.
Como sí de una premonición bíblica se tratara, la tan traída y llevada "herencia recibida", con la que el Partido Popular ha tratado de zafarse de sus responsabilidades en el aumento del paro, la pérdida del bienestar y los recortes, se ha convertido en la estrategia que el mismísimo PP maneja hoy, no ya contra los errores cometidos por el PSOE
Como sí de una premonición bíblica se tratara, la tan traída y llevada "herencia recibida", con la que el Partido Popular ha tratado de zafarse de sus responsabilidades en el aumento del paro, la pérdida del bienestar y los recortes, se ha convertido en la estrategia que el mismísimo PP maneja hoy, no ya contra los errores cometidos por el PSOE, sino, quien nos lo iba a decir, contra los desmanes del mismísimo Partido Popular; eso si, del viejo Partido Popular, el del expresidente Aznar.
"Cosas veredes Sancho...", resulta que la avalancha de escándalos de supuesta corrupción de quienes fueran prohombres del Partido y con los que nos desayunamos día tras día, pertenecen al pasado; son corrupciones del pasado que acabaron con la llegada al poder de Rajoy "el silencioso". Así que los hoy innombrables Bárcenas, Blesa, Rato, Aceves, Matas, Camps, Sanchís, Lapuerta, Sepúlveda, Costa, Fabra, y un montón más, fueron, al parecer, unos señores supuestamente corruptos, infiltrados en la honestísima estructura del PP, no se sabe muy bien por qué extraño arte de birlibirloque, pero que nada tienen que ver con la voluntad, el conocimiento y, ni muchísimo menos, la complicidad de la actual dirección. Tampoco con la simpatía. Salvo en el caso de Martínez Pujalte que, haciendo gala de un muy peculiar sentido de la lealtad, reivindica contra viento y marea su inquebrantable amistad con los hoy "apestados".
Mariano Rajoy navega por unas aguas procelosas y con el barco a punto de partirse en dos. Un barco, el PP, cargado de mercancías tóxicas que amenazan con invadirlo todo. Su táctica de silencio puede servirle para aplazar el naufragio. Pero va a resultarle muy difícil mantener el buque a flote e impedir que el negro chapapote llegue hasta la costa; su costa.
¿Qué pensará el presidente Aznar de todo esto? ¿Hasta qué punto estará dispuesto a soportar que su elegido, su hijo político, el hijo de su dedo, barra toda la porquería en su dirección? ¿Va a permanecer, también él, en silencio? ¿Durante cuánto tiempo? Porque, con la que esta cayendo y con la economía -que era su gran refugio- estancada en toda Europa, las próximas elecciones se le van a poner muy cuesta arriba. Y si las pierde, cosa muy probable, los rayos y las centellas atronarán a diestro y siniestro: sobre todo las procedentes de su propio partido. Entonces sufrirá la ira de quienes hoy se sientan maltratados por su estrategia de escaqueo.
Todo lo que está pasando provoca indignación, pero sobre todo produce una enorme vergüenza.
¿Será suficiente el pacto contra la corrupción que pretenden firmar dentro de unos días PP y PSOE? Nos tememos que no, si no va precedido de explicaciones exactas y creíbles sobre los casos que les señalan a ambos. Y, sobre todo, si no se sustenta en una reforma a fondo de las leyes que faciliten la persecución y el castigo de los corruptos, los ladrones de guante blanco. Unas leyes que, como advirtió el presidente del Tribunal Supremo, se adecue a estos delitos y no a los de los "roba gallinas"
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