Fracaso de tráfico.
Solo tres muertos menos que el año anterior en las carreteras españolas es un fracaso, diga lo que diga el ministro del Interior. No debía estar muy convencido Jorge Fernández cuando dibujó un panorama tibio en el que reconoció que las estadísticas se habían salvado por "muy poco". Es como decir que de nada han servido las costosas campañas de la Dirección General de Tráfico...
Solo tres muertos menos que el año anterior en las carreteras españolas es un fracaso, diga lo que diga el ministro del Interior. No debía estar muy convencido Jorge Fernández cuando dibujó un panorama tibio en el que reconoció que las estadísticas se habían salvado por "muy poco". Es como decir que de nada han servido las costosas campañas de la Dirección General de Tráfico, por cierto bastante malas, ni la intensiva campaña de multas, ni los puntos, ni la retirada del carnet. O sea, que se ha quebrado la racha de los últimos once años.
Tráfico ha descubierto ahora, cuando se cuentan los muertos, algo evidente para todo el que circule por las carreteras españolas: que el auto empleo ha llevado a muchos parados a agenciarse una vieja furgoneta para hacer pequeños portes o dedicarse a la venta ambulante, o a las chapuzas en domicilios. Obsesionados por controlar el exceso de velocidad en las autopistas, donde se da el menor número de siniestros, pero donde es tan fácil la recaudación, resulta más difícil encontrar a la Guardia Civil en carreteras secundarias, las más peligrosas, que en coches camuflados en vías de tres y cuatro carriles.
En lugar de invertir en más y más radares a lo mejor convendría repensar la estrategia global de cómo volcarse en la ayuda al automovilista con mejor señalización, por ejemplo, de las carreteras de doble dirección, evitando esos choques frontales que tantos fallecidos dejan sobre el asfalto.
Mil ciento treinta y un muertos es una cifra como para preocuparse y más si se reconoce, como ha hecho el ministro, que cada vez cuesta más bajar el número de accidentes. Si se confirman las cifras de consumo de drogas entre los conductores, háganse más controles pero no siempre en el mismo sitio, porque así es muy fácil evitarlos. ¿No sabe la guardia civil que hasta el navegador más vetusto lleva incorporado un detector de controles de alcoholemia que señala aquellos sitios donde siempre se colocan los agentes?
También cabría reclamar que las empresas de transporte de pasajeros por carretera retiren de su flota aquellos autobuses que no lleven reforzada la estructura para que el techo no aplaste a los viajeros en caso de volcar. Y la vigilancia de que ningún autobús con niños vaya sin cinturones de seguridad. Menos oferta de televisión y video y mas cinturones.
Precisamente, la crisis económica y el alto precio de los billetes de avión y tren, han hecho que mucha gente opte por el autobús como medio más económico. Sin embargo, no es raro encontrar en un arcén un vehículo particular al que dos guardias civiles revisan la documentación mientras que los autobuses parecen tener bula. Sin embargo, sus accidentes son terribles por el número de muertos que causan.
La Dirección General de Tráfico y el Ministerio del Interior deberían replantearse si su función consiste en colaborar con el de Hacienda recaudando dinero para las arcas públicas o en ayudar a que el tráfico no siga segando la vida de ciudadanos que tuvieron la mala suerte de encontrarse a un loco enfrente. Además de exigir la ITV a las viejas furgonetas, subir la velocidad a en las autopistas que tenemos una de las redes mejores de Europa, y cambiar los radares a las carreteras nacionales que es donde se mata la gente. Habrá que repensar las estrategias porque parar coches de inmigrantes, para comprobar que llevan el seguro, no parece que este dando resultados.
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