Noticias de Cantabria
23-03-2015 12:09

Desconcierto político

Desde un tiempo a esta parte, en vez de gobernar con inteligencia lo que se hace es gobernar con ocurrencia. Y también vale para las diecisiete fincas. Es como una normativa surgida desde el asesoramiento inconsciente, que se sigue al pie de la letra sin tener en cuenta el futuro. Y ningún partido político escapa a ella.

Le sigue una figura psiquiátrica llamada obsesión al mentar, casi a diario, la posible muerte del bipartidismo, una fórmula que, en principio, pretende evitar la dictadura de las minorías, tan necesarias como bisagra gubernamental, aunque terminan por distorsionar la realidad al ser las grandes beneficiadas de cada Legislatura. Si dos no se ponen de acuerdo, más que para expoliar, con tres, cuatro o cinco resultaría imposible de contar.

El reino de España vive en un continuo desasosiego institucional generado por el engaño. No es lo que parece, para esto está la prensa, para expresar aquello que le dejan porque, en caso contrario, no participa de las subvenciones, y a nadie le amarga un dulce, sobre todo a los golosos. Un engaño que los políticos, en su momento, deben pagar con el sudor de su frente. Deben mucho y, de una manera u otra, se debe articular la fórmula para devolver lo malversado.

Todo gobierno, está en su derecho, puede negar lo que le venga en gana, otra cosa es que se lo crean y les crean, porque la evidencia es la evidencia, ponga la premisa que ponga, verdadera o falsa, habitualmente la última. La frase de los famosos “brotes verdes” del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero, ZP, es muy similar a “la crisis ha terminado” de El Señor de los Recortes y de las Mentiras. Se muestran como auténticos videntes en acción, cuyas palabras tardan de florecer o no florecen nunca, pero mantienen al electorado seguidor adormecido y aletargado hasta la siguiente fecha.

En estas elecciones, que se avecinan a pasos agigantados, nada tienen de particular respecto a las anteriores, pues los partidos que se presentan continúan sin representar a los contribuyentes, salvo a sus militantes y simpatizantes, forzosamente mendigan el voto a unos electores que, sobradamente conocen que en cada consulta, son más corruptos que en la anterior. Al final de la escapada, como un déjà vu, previo a unos comicios electorales, la propuesta es siempre la misma: Yo (ego) o la vorágine.

Tras estos años postconstitucionales transcurridos se puede extraer una conclusión máxima: los políticos aspiran al poder para afanar, casi legalmente, y sin descanso, salvo casos extremadamente excepcionales. La impresión, tanto objetiva como subjetiva, es que vivimos un tiempo de la inutilidad personificada, aunque no para el chalaneo. Y mientras no se presentan con grilletes, intentan marear la perdiz con certificados bancarios inmaculados, ¿falsos? Por mucha empresa ejemplarizante que describan, su mochila política los delata y tienen tanta cara dura y tan poco sentido moral que, cuando los imputan, gritan: “Yo no he hecho nada”. ¿Nada? Hasta ahora, ciertos políticos han pedido disculpa/perdón, pero se les ha olvidado “hacer un Junqueras”. Aún se espera, pues queda muy bien retratado en la pantalla de televisión.

Las intenciones de todo gobernante pueden presumirse buenas, incluso excelentes, pero son los hechos mismos, en su conjunto, los que terminan por calificar cualquier acción. Y no saben regenerarse, no quieren o no pueden, pues con su incapacidad e irresponsabilidad los hace impresentables, pues la pretensión generalizada es claudicar ante los imputados aforados. No puede existir una regeneración, a cualquier precio y, menos aún, si existe  impunidad.

Una vez que son votados los parlamentarlos de cada grupo, sin acordarse siquiera de su programa político, que nunca jamás aprendieron de memoria, muy posiblemente se dedicarán a seguir las directrices de los grupos de presión en la sombra, para los que trabajan; unos grupos que pagan muy bien si se cumple lo que dictan. Así que el parlamentario inmoral recibe, aparte de un sueldo pagado por el erario público, dietas, prebendas, etcétera, otro sueldo en black, mensualmente o bien la promesa de un puesto más interesante quizá con miras puestas en su jubilación política, que no cronológica. Todo un desconcierto político, plagado de caminos meandrosos, sin mirar más que al futuro de cuatro en cuatro años indefinidos.

Corolario: Toda deuda proviene de una mala gestión económica. La deuda española actual, y sigue aumentando, es de un billón de euros. Un tercio está en manos extranjeras.

 

 

 

 

 

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