Comienza el espectáculo
Con su frase "estas serán las primeras Navidades de la Recuperación", Mariano Rajoy ha dado el pistoletazo de salida de las elecciones que se avecinan: locales y autonómicas primero, en el mes de mayo, y generales dentro de un año.
Y lo hace, con más miedo que vergüenza, vendiendo esa supuesta recuperación económica de la que el pueblo no parece haberse enterado. Porque tras las cifras de crecimiento, que con tanta alharaca pregona y hace pregonar a sus próximos -tanto políticos como empresarios como medios de comunicación-, se esconde una precariedad y una pérdida de derechos y de libertades de la que los españoles vamos a tardar muchísimo en recuperarnos de verdad, si es que algún día logramos hacerlo.
Contratos laborales y salarios que impiden a aquellos que los consiguen salir de la pobreza. Éxodo juvenil de chicos y chicas que buscan en el extranjero un empleo digno y la posibilidad de desarrollar la actividad para la que se han preparado, muchos de ellos, brillantemente. Más de 700.000 hogares en los que no entra ni un euro y que deben acudir a los comedores públicos y a la caridad para sobrevivir.
Niños mal nutridos, a los que el ilustre y desinformado presidente de la comunidad madrileña llama obesos, confundiendo quizás una muy deficiente alimentación con un exceso de alimentación. Una sanidad pública, hasta hace muy poco envidiada por países más adelantados y ricos que el nuestro, que comienza a deteriorarse a pasos agigantados, y una educación que hace agua por los cuatro costados. Por otro lado, la deuda pública está disparada en la mayoría de las comunidades, según datos facilitados por el Banco de España, sumando en su conjunto la cifra récord de 1,020 billones de euros, o sea, el 96,8 por ciento del producto interior bruto.
Así están las cosas a pesar de la supuesta recuperación que trata de vendernos el presidente Rajoy. Esos brotes verdes o esas raíces poderosas con que eufemísticamente los gobiernos confeccionan sus sloganes electorales, pero que no parece sirvan hoy para convencer a una ciudadanía irritada y harta.
Si a todo lo dicho le sumamos los casos de corrupción con que este país se despierta día si y día también, llegaremos a la conclusión de que el Partido Popular lo tiene muy crudo electoralmente hablando. Y va a ser necesario mucho más que un demostración de marketing político para impedir que España se vea, de la noche a la mañana, inmersa en un cambio tan radical y tan imprevisible que, como diría el próximo jubilado Alfonso Guerra, no la va a conocer ni la madre que la parió.
En lo que resta de aquí hasta las lecciones, vamos a asistir a un alarde de juegos malabares y fuegos de artificio por parte de todos los partidos políticos, y muy especialmente por parte de quien hoy ostenta la mayoría absoluta. Preparémonos porque comienza el espectáculo.
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