Noticias de Cantabria
20-05-2012 13:40

Ser o no ser.

Ser líder no es fácil y no todo el mundo tiene cualidades para serlo. Se puede ser un excelente gestor, un político honrado, tener las ideas claras de lo que hay que hacer y, sin embargo, no ser un líder.


Y ese es precisamente el talón de Aquiles de Mariano Rajoy. Al presidente le falta ese "don", ese intangible, que es lo que convierte a una persona en líder o no.

   Para ser líder no hace falta ser simpático, ni siquiera hablar mucho, pero sí tener un determinado talante. Adolfo Suárez tenía ese empuje, esa capacidad de liderazgo; Leopoldo Calvo Sotelo no lo tenía. Felipe González ha sido el líder político español por excelencia, en cuanto a José María Aznar pese a que es una persona huraña y poco comunicativa lo cierto es que ejerció un liderazgo firme muy del gusto de la derecha española.

   José Luis Rodríguez Zapatero es otro cantar. Nunca fue un líder al uso por su manera de estar y hacer política no ejerció ningún liderazgo, además en cuanto había dificultades se escaqueaba del primer plano de la atención pública.

   Y llegamos a Mariano Rajoy al que hasta sus adversarios le reconocen que es un hombre serio cargado de buenas intenciones y con preparación sólida para dedicarse a la cosa pública pero... sí, pero no es un líder. No fue capaz de ser un líder en la oposición ni está sabiendo comportarse como un líder en estos tiempos de tribulación. Insisto, no es que no tenga preparación y consistencia para la política, la tiene, pero eso no basta sobre todo en circunstancias como las que estamos viviendo. Con España en recesión, con la prima de riesgo disparada, con la amenaza de intervención, con un futuro lleno de brumas por falta de perspectiva, con un país con casi cinco millones de parados, habiendo tenido que meter la tijera a la medula del Estado como es la Sanidad y la Educación, y con una Unión Europea enroscada en una política suicida que solo produce réditos a Alemania, sí, con este cuadro, se necesita que al frente de un país haya una persona capaz de inspirar confianza, que los ciudadanos le sientan seguro y sobre todo cercano. Y ahí es donde falla el presidente.

   Por más que desde sus aledaños se insiste en que Mariano Rajoy ya habla en el Parlamento, que hace declaraciones en "pasillos", y durante sus viajes oficiales, que incluso ha hecho una entrevista en una radio, con Carlos Herrera en Onda Cero, todo esto, digo, no es suficiente.

   La gravedad de la situación es tal que los ciudadanos necesitan que el presidente comparezca con cierta solemnidad, que hable alto y claro, que explique lo que está pasando y lo que está haciendo, lo que puede hacer y lo que va a hacer. En definitiva, la sociedad necesita que le den seguridades.

   El presidente, sin embargo, parece que tiene alergia a los medios, que no termina de sentirse cómodo con los periodistas, y que cree que trabajar y estar todo el día al pie del cañón es suficiente, pero no lo es. Una democracia es un régimen que obliga a los gobernantes a dar explicaciones continuas a los ciudadanos, a explicarse ante ellos cuantas veces sea necesario.

   Si el anterior presidente, Rodríguez Zapatero, se labró la fama de inconsistente, Mariano Rajoy se la está labrando de ser incapaz de ejercer el liderazgo y eso es malo no solo para él sino, de paso, para nuestro país que es lo que importa. El presidente tiene que coger las riendas ante la opinión pública, tiene que explicar qué nos está pasando y por qué, y tiene que hacerlo no durante unos breves segundos en los "pasillos" del Congreso.

   Mariano Rajoy debería de comparecer o bien solemnemente en el Parlamento o bien en televisión, naturalmente en la pública, y dejarse entrevistar por periodistas, que no sean periodistas de cortesanos. Cuanto antes lo haga mejor para todos.

 


 

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