Periodistas en el Sáhara
A las autoridades de Marruecos no le gustan los periodistas. En realidad a ningún régimen dictatorial, o en su caso tan personalista, en que todo gira en torno al Rey, como es el de Marruecos, tolera a los periodistas que cuentan lo que ven.
Y los periodistas españoles nos hemos convertido en una pesadilla, en una mala digestión, para la Administración del Reino de Marruecos en estos días en que nos hemos empeñado de informar de lo que está sucediendo con ese campamento organizado a las afueras de la ciudad de El Aiun. En esas tiendas azotadas por el sol y el viento del desierto cientos de saharauis claman por sus derechos y por su dignidad, con la esperanza que alguien les escuche.
Es evidente que la mayoría de los ciudadanos españoles sentimos una simpatía sincera por el pueblo saharaui, y también hacia sus representantes del Frente Polisario. Representan a David frente al Goliat que es el Estado marroquí. Un Estado que se ha apropiado de una tierra que está en disputa y que los saharauis, lógicamente, reclaman como suya.
Hasta ahora, los gobiernos españoles han mantenido un difícil equilibrio, manteniendo relaciones con el Polisario y al mismo tiempo procurando no molestar más de lo necesario a Marruecos. En realidad, a España le viene bien no reconocer ningún derecho de Marruecos sobre el Sáhara, es nuestra moneda de presión cuando los marroquíes nos presionan con Ceuta y Melilla. Se trata de mantener ese difícil equilibro del toma y daca de las relaciones internacionales, en que uno no debe de tener siempre un elemento de presión aun con los amigos.
El presidente Zapatero moduló la tradicional política española respecto al Sáhara decantándose por el apoyo a Marruecos. Ahora parece que el presidente ha decidido volver a esa política tradicional si nos atenemos a las últimas palabras dichas por la nueva titular de Exteriores, Trinidad Jiménez.
La ministra se ha mantenido en esa ambigüedad calculada, que tanto irrita a Marruecos, pero también al Polisario, al señalar que España espera que el conflicto saharaui encuentre una solución en el seno de Naciones Unidas. Esto y nada es lo mismo, pero en lenguaje diplomático tiene su miga.
Pero volvamos al campamento de El Aiun, al desafío que para Marruecos supone que unos cientos de saharauis se hayan instalado pacíficamente en torno a la ciudad a la espera de que tomen en cuenta sus reivindicaciones. El Gobierno marroquí se ha puesto nervioso y está apretando el cerco en torno al campamento, y entre otras medidas intenta que no haya periodistas que puedan informar libremente de cuanto sucede allí.
Sin duda, las cosas serían mucho peor para los saharauis si no hubiera testigos de lo que sucede. Durante las últimas décadas los saharauis han visto pisoteados sus más elementales derechos humanos, muchos han sufrido cárcel y torturas, y lo han perdido todo menos la dignidad y la razón.
Naciones Unidas no termina de encontrar una solución justa, y el pueblo saharaui está harto de esperar, de llevar la peor parte en el conflicto, de mantener la cabeza alta frente a Goliat. Llegados a este punto estoy entre quienes creen que el Gobierno español debería de hacer algo más que declaraciones políticamente correctas e interesadas. Se trata de derechos humanos, se trata se seres humanos, se trata de justicia y responsabilidad.
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