Pablo Casado desoye todos los consejos. Por Jesús Salamanca Alonso
No quiere el inmaduro, Pablo Casado, ser visto como muleta de Pedro Sánchez. El orgullo, como el comunismo, matan la virtud y alientan el odio.
Dicen que no hay peor sordo que el que no quiere oír, pero sí hay uno peor: el que por un oído le entra y por otro le sale. Pablo Casado es un mal sordo. Lo ha ignorado todo: a FAES, a los barones del PP y a la patronal. Es tal el complejo adquirido tras el tentetieso con Díaz Ayuso que ya ve enemigos por todas partes, lo que le hace ser un peligro hasta para el propio Partido Popular.
Casado se ha convertido es un renegado: no ha escuchado a Feijóo ni a Ayuso ni a Moreno. El presidente del PP de Castilla y León, fiel a su servilismo calamitoso, ni siquiera ha sido capaz de abrir la boca al respecto. León y Castilla tienen un serio problema si Alfonso Fernández Mañueco vuelve a tocar poder.
Sí es consciente de que no cambia el modelo de reforma laboral existente desde 2012, pero teme que su electorado pueda llegar a ver complicidad con los engañosos retoques de la contrarreforma. Digo bien: retoques, porque la ministra comunista ha intentado engañar a todos. Se hartó de decir que se derogaría la reforma laboral del Partido Popular «pesara a quien pesara y costara lo que costara».
Hoy queda demostrada la actitud fraudulenta y bravucona de esta ignorante de narices (no va con segundas), igual que quedó demostrada su falsedad al presentar tres másteres falsos que resultaron ser tres cursillos. ¿A dónde está esa izquierda justiciera y sin valores que condenó a Cristina Cifuentes por un máster? Supongo que apoyando que Almudena Grandes sea declarada por Martínez Almeida como hija predilecta de Madrid. Ver para creer.
Tras la publicación del decreto ley en el BOE con la citada reforma pactada, Pablo Casado no se ha movido ni un ápice de su voto negativo. Lo ha ignorado todo y ha entrado en un problemático complejo: cree que Díaz Ayuso está detrás de todo, aunque no estaría de más que ésta tomara cartas en el asunto y le hiciera ver su tremendo error. «No es de recibo que Casado pueda seguir dañándonos más», me comentaba ayer un responsable político de la Junta de Castilla y León.
No hay que ser un lince para comprobar que «la Yoli» comunista y el sindicalismo sectario y clasista han caído en el paripé de Antonio Garamendi. Y es precisamente por eso por lo que Unidas Podemos ha puesto en alerta a toda la izquierda, también engañada. Hasta el propio presidente del grupo parlamentario de la siniestra que sustenta al Gobierno, ha alertado del riesgo de perder el apoyo de la CEOE si se admiten enmiendas al pacto a tres.
No huele bien que Unidas Podemos y PP estén en el mismo escenario, a pesar de las torpezas de Casado. Si EH Bildu y ERC o PNV llegaran a introducir enmiendas, saltaría el pacto por los aires, lo que supone que Europa retendría ayudas previstas para 2022. Y eso aterroriza al presidente, consciente de los engaños que viene haciendo a la Comisión Europea, a la población en general, así como sus atentados contra la igualdad y la transparencia, además del reparto de fondos europeos para los sindicatos afines (100 millones), algo que ha sido denunciado a la Comisión.
Casado está convencido de que --si apoya algo procedente de Moncloa o del PSOE-- se interpretará como simple servilismo, algo de lo que siempre huyó Díaz Ayuso con elegancia, incluso hasta conseguir que Sánchez apoyara cuanto ella había defendido y experimentado con anterioridad. A los hechos me remito. No quiere el inmaduro, Pablo Casado, ser visto como bastón ni muleta de Pedro «El mentiroso». El orgullo, como el comunismo, matan la virtud y alientan el odio.
Confieso que la contrarreforma laboral de esta izquierda desnortada es simple humo. No deroga nada ni aporta nada de interés a la reforma aprobada por Rajoy en 2021. Debería salir toda la izquierda en bloque y llevar bajo palio a la exministra, Fátima Báñez, pues, gracias a ella y a su adelantada visión laboral, comunistas y socialistas no han tenido que aguantar a los trabajadores en la calle, algarada tras algarada, pero nunca es tarde: diciembre ha sido un buen mes para el paro, gracias a la estabilidad que aporta la reforma de Rajoy. Europa puso firmes a comunistas y
socialistas. Veremos cuando entren en vigor tres de las medidas que se acaban de pactar en la contrarreforma.
La estrategia de Garamendi, a pesar de la división creada en la CEOE, ha dado sus frutos porque ha minimizado los daños a la reforma laboral de 2012. El Gobierno y la ministra comunista se han hartado de hacer soflamas incendiarias y absurdas. Han caído en barata demagogia y no tardará en estallarlos en la cara y a los sindicatos clasistas donde más les duele: en el bolsillo. Su casi nula afiliación los pondrá contra la pared no tardando. Es injusto que «mamen» de los Presupuestos Generales del Estado; lo correcto es que vivan de la afiliación.
Es positivo que sigan prevaleciendo los convenios de empresa. Muy mal eso de que metan la cuchara las ETT. Y los convenios colectivos se irán diluyendo, acabarán con los dos sindicatos sectarios, machistas y clasistas, sobre todo porque nada aportan al mundo laboral, ni siquiera trabajo y dignidad. ¿Y credibilidad? ¿Puede alguien decirme qué han aportado UGT y CC.OO. a la vendida contrarreforma? ¿Qué y cuánto ponen ellos? Se lo diré: NADA, pero sí se lo llevan calentito. No ponen ni los langostinos, ni las orgías. Preguntemos en los burdeles andaluces.
Bien puede presumir Garamendi de haber meado la oreja a los sindicatos y a la ministra comunista. Con el mantenimiento de lo esencial de la reforma laboral de 2012, la propia Fátima Báñez debería «hacer los perrillos» al presidente. Todo un logro.
Si la ministra y sus mercenarios creen que van a seguir arrastrando a los trabajadores por el albañal de la pobreza, la dictadura comunista y la mentira, se encontrarán con esos en la calle, sin tardar. Al tiempo.
Y mientras todo eso sucedía, Pablo Casado seguía desconfiando de cuantos le aconsejaban. Lo mejor es que ponga el cargo a disposición de su partido
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