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Opinión 23-06-2021 07:00

Descarbonizando el planeta, por Alfonso Campuzano

Cerca de 41.000 científicos prudentes, entre ellos, 9.000 doctores, se consideran incrédulos ante el llamado calentamiento global –el enésimo desde que se tiene conocimiento–, porque es un timo.

Cerca de 41.000 científicos prudentes, entre ellos, 9.000 doctores, se consideran incrédulos ante el llamado calentamiento global –el enésimo desde que se tiene conocimiento–, porque es un timo. Que se sepa la ciencia goza de polémica y desacuerdos para poder avanzar, por tanto, el clima también, ya que si gozara de alianza y beneplácito se trataría de política.

El que más, el que menos, sabe de qué va el cambio climático, el calentamiento global, la emergencia climática, pero lo que todo el mundo desconoce, incluso los científicos más avezados, es que nadie sabe cómo empezar a mitigar esta época, porque no hay una causa, sino miles, y todas hay que torearlas, con el agravante de que, no interesan a defensores radicales, y no producen tantos beneficios como culpabilizar al CO2.

La emergencia climática es un discurso político más que un discurso científico y una especulación, un pensamiento de algunas personas, que no reflejan el pensamiento científico general, según Bjorn Stevens, de manera que preocupa y, sobre todo, disgusta a los especuladores porque reduce el uso de combustibles como carbón, electricidad, gas, leña; además de que la ropa necesaria es más liviana; las costumbres se modifican y ciertas enfermedades desaparecen, como la gripe estacional.

El inventor de la descarbonización urgente tiene instintos criminales, ignora que los seres vivos dependen del equilibrio que exista entre unos y otros, todo lo contrario a lo que aspiran los ecólogos en su afán descontrolador. Descarbonizar significa quemar, pues el carbono está presente en toda estructura viva. La nave espacial planetaria sabe defenderse de aquello que le aprieta, necesita estar carbonizada para que no se rompa la cadena de la vida –lo ha hecho desde hace 4.500 millones de años, y lo seguirá haciendo otros tantos–, aunque parezca que se olvida, de manera que, lo que tiene que hacer el

ser humano, cuando el territorio que habita se hace inhóspito, es cambiar de parroquia, adaptarse circunstancialmente para sobrevivir, sin esperar ayuda ni que la evolución retroceda, porque más bien acelerará.

De ahí que, para salvar el pellejo, sea más fácil meter miedo, culpabilizando a la raza humana  error mayúsculo–, porque ya hubo épocas anteriores similares a ésta, y sin tanta tecnología. Lo mismo que hay territorios parecidos a la cordillera Himalaya, al Gran Cañón, incluso Petra –que estuvieron bajo las aguas–, es lógico pensar que presagien otros territorios que no tienen más remedio que sumergirse a costa de emerger otros, porque se trata de un bucle viviente.

Los terremotos y maremotos sirven para que la nave planetaria azul, en su viaje espacial, mediante los movimientos de rotación y traslación, equilibre en todo momento su masa sólida y acuosa. Un factor importante –que permanece adormecido en sus últimos ciclos con disminución del campo magnético, con tormentas solares–, es el influjo del astro Sol, gracias al cual la vida existe.

La fascinación atmosférica intensa que ejercen los ciclones, los desbordamientos, las tormentas de lluvia y nieve, las sequías, han existido desde que el ser humano tomó conciencia al observar su entorno, y actúan en consecuencia. Los entendidos llaman meandros a los flujos o chorros intensos, ya sean de calor o de frío, como defensa del planeta ante el cambio climático inestable.

Las infraestructuras españolas construidas entre los años ochenta y noventa muestran, y demuestran, que hubo corrupción al ver cómo actualmente el agua desbordada inunda calles, viviendas, garajes, bodegas, carreteras, autopistas, que nunca debieron estar donde están, acarreando pérdida de enseres, incluso vidas. Las autoridades deberían plantearse que las infraestructuras cercanas a las costas deben ser eliminadas. El suelo barato ha resultado caro.

Hay ecolólogos protagonistas –tan radicales y tan sectarios–, que ejercitan propuestas despilfarradoras, intentan imponer sus ocurrencias, y las contrarias, para

equilibrar su pensamiento, y no confundirse, a la vez que obstaculizan otras opciones. Toda prohibición ha de ser recusada rigurosamente.

Se necesita una interpretación sensata, ya que lo verde procede de lo marrón, y viceversa. Lo limpio se sustenta sobre el reciclado de lo sucio. Lo no contaminante necesita de lo contaminante para ejercer, y bucle. No sirve de nada advertir sin fundamentos, porque los científicos son lo que son, pero no adivinos, que el planeta azul va a seguir los parámetros que dictan, siempre en la eterna duda. Lo que hay que hacer es poner en marcha todos los experimentos que ayuden a modificar los resultados que creen que se avecinan, pero no está nada claro que acierten.

Cerca de trece millones de euros reciben las organizaciones ecologistas, en subvenciones  gubernamentales –pagadas por los contribuyentes–, además de los casi 3 millones de euros, donados privadamente, para cerca de treinta y cuatro mil personas con fiscalidad opaca. Cuando hablan, ¿en nombre de quién lo hacen?

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