Jardines de Piquío. Carlos Magdalena
En el autobús, porque uso el autobús de forma habitual mínimo un par de veces al día, no como los ediles de La Casona de uno y otro signo que nunca los he visto, se acercaron dos señoras mayores, ¡pero no tontas! como decía aquel jubilado que pedía atención personalizada a las entidades bancarias, y se dirigieron a mí diciéndome, para empezar, que no querían molestarme, pero que estaban temblando porque temían lo peor para los Jardines de Piquío