Una crisis en crisis

Nos bombardean. Los titulares y cabeceras de los periódicos más reputados son las nuevas bombas de una guerra cuyo dramatismo y agresividad aumenta con la notoriedad de la publicación. Default, rescate, prima de riesgo, fondo europeo de estabilidad… y así una larga lista de palabras cuyo entendimiento debiera escapársele al ciudadano de a pie. Y digo debiera porque de la noche a la mañana nos hemos convertido sin querer en conocedores de una profesión que no todos decidimos estudiar. Ciudadanos reconvertidos en economistas obligados a entender las miserias y entresijos de una crisis que el 5% comprende al 100% y el 98% sufre lo que no lo hace el 2% que la provocó.

Y siendo evidente que estamos en una crisis histórica, cuyas causas y consecuencias serán estudiadas en el futuro como sucesos que marcaron el cambio de rumbo de la era capitalista que todos conocemos como tal, yo me pregunto: ¿qué papel juegan los medios en todo esto? Igual es mi cansada perspectiva, pero el hecho es que no importa qué diario abra porque estoy ya deprimida antes de empezar a leer. Si apocalípticos son muchos de los titulares, menos agraciada, si cabe, es la información que bajo ellos reposa. A veces no puedo evitar preguntarme: si no hubiera crisis ¿de qué se hablaría? Dios me libre de fomentar la innopia colectiva, pero a veces el desconocimiento da paz y ojos que no ven corazón que no siente.  Creo que bastante contagiados andamos ya del sentimiento crisis y leer 24 horas al día lo infortunado de nuestro futuro y la inexistente luz al final del túnel no ayuda salvo a incrementar la angustia. Cruces de acusaciones, recortes, subidas de IVA y entre medio un sinfín de cifras, números y porcentajes que colapsan nuestra retina y dificultan la asimilación de la información.

Los medios juegan un papel clave en esta crisis que está consumiendo hasta la incorruptible esperanza de las personas más optimistas. En un ejercicio de profunda responsabilidad, los periódicos, prensa y demás instrumentos de divulgación deberían adoptar una postura mucho más conservadora y huir del sensacionalismo más vil. A menudo se leen noticias cuya extravagancia es difícilmente contrastable si no se cuenta con las ganas y el humor de verificar lo que se lee en fuentes más fidedignas o al menos, menos alarmistas. Noticias que anuncian fuegos cuando sólo hay cenizas. Ganar dinero, sí, ¿pero a costa de qué?

Esta crisis ya ha demolido la moral colectiva de las generaciones con más solera, acostumbradas a los varapalos de la vida y a crisis anteriores. Si caemos las siguientes, vírgenes en la lucha por la supervivencia laboral, ¿qué queda? Menos cifras de paro semanales, menos sensacionalismo y más artículos acordes con la realidad del momento y no con la fantasía del futuro. Tras cinco años de bombardeo mediático esta crisis está entrando en crisis.