Un pensador original

Hace ya tantos años que prefiero no hacer memoria. Me refiero a los años que he seguido con interés los artículos y libros de un inglés Theodore Dalrymple ( no es su nombre auténtico ) médico de prisiones y pensador libre y brillante. Recuerdo uno de hace ya varios años en el que reflexionaba cómo el Estado del Bienestar producía resultados no deseados. En el Reino Unido, los ayuntamientos facilitan viviendas gratuitas a las parejas ( estén o no casadas) que tengan un hijo. Hacía mi autor favorito el siguiente razonamiento: si no tienes muchas ganas de trabajar, en Inglaterra puede ser “negocio”, tener un hijo: automáticamente tienes derecho a una vivienda, además del resto de las prestaciones sociales. Pero un dia la pareja regaña y la ley obliga al varón a abandonar la vivienda. La solución es clara, concluía Dalrymple: preñar a otra mujer. Seguramente la ley tiene buenas intenciones pero los resultados son nefastos.

En la actualidad Dalrymple está muy preocupado por la enseñanza en su pais; y quizá alguno de nosotros también lo estamos por lo que ocurre en el nuestro. Veamos lo que dice:

“Cuando pregunto a alguno de mis jóvenes adultos pacientes que me digan el nombre de un Primer Ministro que no sea el actual, ni la sra. Thatcher, suelen responder: “No sé; aún no había nacido”. Esto es consecuencia de una teoria educativa que hace de la experiencia pre-existente del alumno, la piedra miliar del curriculo. La experiencia pre-existente de nuestros paisanos puede ser el rio Pas o Peña Cabarga. Esta teoría sirve para encerrar permanentemente a los estudiantes en el pequeño y, a veces, desagradable mundo que habitan. Y este problema preocupa tan poco a los teóricos de la educación ( en Inglaterra, en España no lo sé) que se puede llegar a la conclusión de que las consecuencias son las deseadas por esos pensadores. Es decir, es una conspiración de los teóricos pertenecientes a las clases medias contra la clase trabajadora, pensada para mantenerla, individual y colectivamente, en el fondo de la escala social.

Los aprobados casi generales, el casi todo vale, proviene de la pérdida de la creencia tradicional de las élites culturales de que deben seguir siéndolo. El populismo es la cuadratura del círculo: mientras que la élite sigue manejando las palancas del poder, finge que está por repartir el poder con la gente normal y ,para ello, elogian lo banal, lo ordinario, lo estúpido, lo que se capta con facilidad. Por supuesto que la cultura sufre.

Lo que ocurre es que no se distingue entre elitismo y exclusividad social, por obra de los intelectuales populistas que pretenden confundir ambos conceptos en la imaginación popular. El resultado: se reduce la movilidad social y las clases se convierten en castas hereditarias.