Noticias de Cantabria
10-12-2007 10:43

PISA, una mirada escéptica

"A mí, particularmente me inquieta la progresiva influencia que ejerce la OCDE en la orientación de las políticas educativas de nuestra España".

El nombre de la ciudad de Pisa ha sido tradicionalmente asociado a la inclinación de su original torre. Sin embargo, hoy en día empieza a ser erróneamente asociado al informe sobre el estado de la educación: PISA, que, en verdad, es el acrónimo del Programme for International Student Assessment (Programa para la Evaluación Internacional de los Alumnos), de la OCDE.

Toda la prensa sin excepción se ha hecho eco, tanto del resultado del informe, como de cada una de las lecturas interesadas que del mismo han realizado los distintos responsables de la política educativa, en todas y cada una de las Comunidades Autónomas.

La prensa ha puesto el grito en el cielo. Para los medios, los resultados son escandalosos. Como si se tratara de la Eurocopa o de los Mundiales de fútbol, en educación tampoco pasamos de mediocres. ¡Qué escándalo!, los jóvenes del país de Cervantes y Machado con progresivo déficit en lectura. ¡Qué escándalo!, los jóvenes del país de Ramón Llull y Rey Pastor son incompetentes en Matemáticas. ¡Menos mal!, los alumnos del país de Menéndez Pidal y Severo Ochoa nos salvan la imagen en “competencia” científica.

No entiendo que se produzca tal escándalo en la España actual, en la que se da fama y se presentan como modelos de éxito social  y económico a personajes que presumen de analfabetos (v.g. el Pocero); en la que tradicionalmente la lectura es un hobby que sólo figura en los “currículum vitae”; en la que muchos niños nunca han visto leer a sus padres; en la que no hay tiempo para contar cuentos a los niños; en la que son la televisión y los videojuegos los que ocupan gran parte del ocio durante la infancia y juventud; en la que existe una obsesión generalizada por “extraescolarizar” a los niños en gimnasios y academias de inglés, de danza,  de música, de…; no se sabe si para librarse de ellos, o para justificar la falta de atención y orientación que deberían recibir en el hogar.

En un país inserto en la sociedad occidental, en la que prolifera una cultura de la imagen, y en la que lo icónico ha desplazado a lo conceptual. (En comprensión lectora se ha producido un descenso general en todos los países).

Parece como si el informe nos hubiera dado luz sobre una realidad ignota  Hace tiempo que los profesores de Bachillerato venimos advirtiendo que los chicos no llegan con nivel de lecto-escritura y léxico suficientes para adquirir con facilidad conocimientos que, por su grado de abstracción, exigen cierta madurez lingüística.

Muchos jóvenes, con capacidades suficientes y que se esfuerzan por aprender, se desmotivan y fracasan en Bachillerato porque “no entienden” lo que deben estudiar. Incluso en asignaturas como Matemáticas o Física, bastantes alumnos tienen dificultades para interpretar correctamente lo que se les pregunta en un problema.

Sin embargo, no debemos ser derrotistas, porque lo más favorable e interesante del informe es lo que la mayoría está silenciando: las relaciones entre los resultados obtenidos por los alumnos, y su extracción socio-cultural. El entorno cultural de los alumnos es el factor más influyente en los resultados PISA.

Las puntuaciones de los alumnos cuyos padres no han finalizado los estudios obligatorios, o en sus hogares hay menos de diez libros, son muy inferiores a las de aquellos cuyos padres tienen estudios universitarios y en su casa gozan de una buena biblioteca. Si todos los países y regiones participantes en la muestra tuvieran un índice social, económico y cultural similar, España y todas las comunidades autónomas mejorarían su puntuación.

Debe resaltarse que los alumnos españoles que pertenecen a familias con los índices sociales, económicos y culturales más bajos obtienen mejores resultados que los de sus homólogos de la OCDE (sic). Esto es pábulo suficiente para continuar con las políticas compensación educativa y de atención a la diversidad que se están desarrollando actualmente en nuestra comunidad.

Es más, es un clamor, al que ha puesto voz el juez Calatayud y que está refrendado en el propio informe, la ineludible responsabilidad que tienen las administraciones de justicia, interior, servicios sociales y educación, de elaborar urgentemente  un programa interdepartamental de intervención social para la mejora de las condiciones socioeducativas de niños en peligro de exclusión social, “para conseguir contrarrestar el efecto de las diferencias culturales, económicas y sociales de los contextos familiares y de los centros”.

Otras conclusiones interesantes son las recomendaciones de establecer una carrera docente, y de conceder mayor autonomía de los centros en lo relativo a “los aspectos relacionados con la posibilidad de proponer sus necesidades de profesorado y de favorecer la promoción y la gratificación del mismo”. Pero esto será objeto de otro artículo independiente.

No sería honesto si, antes de terminar,  no expresara mi prevención respecto del informe y su incidencia en el sistema educativo español. Existe en nuestra España una tendencia endémica a sacralizar las instituciones internacionales que, en este caso, parece impulsarnos a convertir a la OCDE en un pontífice omnisciente y preocupado por la cultura humanista, y al informe PISA en un “misal” sobre la situación educativa internacional.

No pretendo cuestionar ahora el rigor de sus trabajos, pero permítanme que sí plantee ciertas dudas sobre sus preocupaciones e intereses: es una organización que defiende prioritariamente intereses económicos. Lo que le preocupa es la productividad y el desarrollo económico de las 30 naciones más ricas del mundo, pero ¿le preocupa realmente la educación humanística?

A mí, particularmente me inquieta la progresiva  influencia que ejerce la OCDE en la orientación de las políticas educativas de nuestra España. Me asusta, por ejemplo, el uso del término “competencia” adjunto a “lectura”, “arte”, “literatura”, “ciencia” o “filosofía”, dentro del contexto educativo. “Competencia” es un término importado del mundo de la economía, del mundo del trabajo; y su concepto, vinculado a la eficiencia productiva, es siempre relacional: “más o menos competente que…en determinada tarea, en determinada función”.

La lectura, el arte, el conocimiento, la cultura en general, son términos que pertenecen a otra dimensión de lo humano, a otra escala de valores: lo que debe ser la formación de las personas, de los ciudadanos. Formar individuos competentes está más cerca de formar trabajadores dóciles y rentables, que de formar personas y ciudadanos libres y responsables; críticos y creativos; capaces del disfrute y la alegría de vivir. Tal vez, en las sociedades desarrolladas, ávidos de consumo, estemos priorizando en exceso, los valores económicos, a costa de los morales y humanísticos. Tal vez, estemos en el camino de tenerlo que pagar en las divisas de la dignidad y la libertad.

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