Líderes tóxicos

Hace unos dias El Diario Montañés publicaba una entrevista con mi amigo y gran “guru” Juan Carlos Cubeiro. Afirma que un porcentaje muy alto de los líderes son “tóxicos”. Creo que es un concepto sobre el que vale la pena reflexionar.

Por toxicidad no debemos entender la exigencia, la disciplina, el rigor de los jefes. Son tóxicos “aquellos directivos que por sus comportamientos destructivos y sus personales disfunciones, infligen daños importantes y duraderos a personas, grupos, organizaciones, comunidades e incluso a las naciones que lideran”

Podemos dejar para otro dia las explicaciones psicológicas de estos líderes tóxicos y centrarnos hoy en las razones por las que muchas veces adulamos, obedecemos e incluso reforzamos la toxicidad de quienes nos mandan; es decir, ¿por qué los seguidores los toleramos cuando no aplaudimos?

Las razones, también psicológicas, son diversas:

La primera, es la fantasía de que estos dirigentes, tóxicos pero aparentemente todopoderosos, nos salvarán, resolverán nuestros problemas y nuestras ansiedades. ¿Conocen la historia del “Mago de Oz”?. Cuando el perro (símbolo de la mentalidad directa), rompe la pantalla tras la que se oculta el “gran hombre”, con voz potente y cavernosa, se encuentran con un hombrecillo que maneja los hilos de la gran tramoya. Es alguien sin personalidad, sin valía, incluso de escasa estatura. Y el hombrecillo les dice: no digáis nada porque aquí en el pueblo todos me consideran el Mago y están contentos y felices con que lo sea. En otra palabras, si no tenemos Mago tenemos que afrontar la realidad sin la ayuda de fantasías y eso siempre es costoso.

Otra razón es que muchos de nosotros necesitamos psicológicamente una figura de autoridad que, “aunque nos da caña”, creemos que nos protege. Es una variedad del “Mago de Oz”: figuras que sustituyen las de nuestros padres; o que nos hacen sentirnos miembros de un equipo o de una comunidad.

Nuestra relación con las figuras de autoridad es siempre ambivalente; tenemos que “matar al padre” para hacernos adultos, para no sentir su aliento tras nuestra cabeza y , al tiempo, hay ocasiones en las que los echamos de menos, en mnomentos de dificultad o de tribulación.

Aunque no deseo escribir de política, reproduzco aquí una idea que he reflejado en uno de mis libros: En las elecciones generales de 2004, la forma de hablar, de vestir, de presentarse, de Zapatero era más parecida a la de nuestro hermano mayor- a quien también podemos acudir pidiendo ayuda- que a la arrogancia de “nuestro padre” , proveedor y eficaz pero estricto y disciplinado Aznar. No hay que descartar que en las elecciones como en las empresas los factores psicológicos tengan más importancia de la que les damos habitualmente.