Noticias de Cantabria
27-11-2009 09:00

¿Es España un país de chorizos?

El péndulo empieza a moverse en España hacia la ética y la decencia. La sociedad está asqueada de políticos inmunes y corruptos, de falsos progresistas, de pijos inmundos encuadrados en la derecha y en la izquierda, de despilfarradores, de autoritarios y totalitarios con disfraz de demócratas y de demoledores de la ética de todos los colores y tendencias.

Las encuestas comienzan a reflejar una reacción de la sociedad, que se mueve en sentido contrario al que han impuesto los políticos desde hace décadas. La gente quiere decencia, esfuerzo, premio al mérito, sacrificio, resurgimiento y regeneración.

El 94% de los internautas españoles pide la destitución de todos los políticos corruptos, de los que robaron y se enriquecieron ilegalmente y también de los que aceptaron regalos, pero no sólo los del PP, sino los del PSOE y de todos los partidos. Si esa medida se adoptara, más del 80 por ciento de nuestros políticos tendrían que irse al paro y las administraciones públicas y las instituciones del estado quedarían casi desérticas y desmanteladas ¡Qué pena que no lo hacen! ¡De momento dejaremos al margen a los políticos cántabros porque igual nos cierran!

Pero dicho esto, y  al margen de los casos que ahora surgen, en España, la corrupción no es un cáncer incurable entre otros motivos porque su infiltración en la vida pública no es un arraigo consuetudinario, casi consustancial al carácter nacional, como en otros países del Mediterráneo ¡Obsérvese mi buena fe y mi optimismo!

A una tradición no exenta de episodios corruptos –el caciquismo de la Restauración, por ejemplo- le siguió un franquismo autoritario, yo diría otra cosa pero…. pero rigorista en la ley, y con unas cúpulas tecnocráticas en la Administración –López Rodó, Ullastres- de reconocida integridad personal.

Por tanto, la aserción de que el carácter latino implicaría una tendencia fatal al conchabeo, al entendimiento de que un grado de corrupción es necesario para engrasar el sistema y hacerlo humano, no es sino un prejuicio en parte autocompasivo. De hecho, los votantes han castigado la corrupción en las urnas, y todos los casos de corrupción no sólo han merecido gran cobertura mediática sino que han suscitado la atención y la reacción de la opinión pública de modo unánime, aunque que Cantabria podría ser una excepción dado los medios de comunicación que nos rodean y a nosotros que nos silencian.

Contra ese prejuicio de España como ‘país de chorizos y mangantes’ cabe también aducir que no hay un partido democrático en toda Europa sin sus correspondientes escándalos de corrupción. En parte, los problemas de corrupción en España han venido alentados por una falta de práctica democrática: la corrupción se empieza a investigar tarde, las investigaciones duran años, los corruptos han creído vivir en un estado de intangibilidad penal.

Lo que si ésta claro es que la dureza de la crisis está ayudando a acelerar la regeneración. Los errores del gobierno, la impunidad de muchos gobernantes y el fatal convencimiento de que una pandilla de inútiles podría estar arruinando a España y llevándonos hacia la derrota como pueblo, sin pagar factura alguna, está produciendo anticuerpos y deseos de cambio. El terreno ya está abonado para que llegue alguien con brío suficiente para refundar la democracia y mandar a la cárcel a los miles de políticos que la merecen.

Por mucha propaganda política y por muchos narcóticos que se distribuyan a través de los medios de comunicación, especialmente desde la pantalla de la TV, la gente empieza a sentir asco y a tomar conciencia de la realidad de España, un país que ocupa puestos de cabeza en los peores rankings mundiales de prostitución, tráfico y consumo de drogas, desempleo, alcoholismo, avance de la pobreza, avance de la corrupción, crecimiento desordenado del Estado, desprestigio de la político, de los políticos y del sistema, población encarcelada, crecimiento de la delincuencia y la inseguridad... y un largo etcétera que nos está convirtiendo, a pasos agigantados, en "un país de mierda", tanto por la derecha como por la izquierda.

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