El valiente cobarde Patxi López

El indecente comportamiento de este ¡VALIENTE! Patxi López, increpando a Mariano Rajoy y a María San Gil en la capilla ardiente de Isaías Carrasco, asesinado por ETA, además de un proceder impropio de un demócrata y de una persona que se dice de izquierdas, es una infamia con la que López ha pretendido ocultar su grave responsabilidad personal, y la de su partido, en las fallidas negociaciones "políticas" con ETA, en las que el citado ¡valiente! dirigente tuvo un papel determinante, reconociendo a Arnaldo Otegi como el líder político de ETA/Batasuna, en un público encuentro que además de ilegal (tiene abierta una causa judicial), constituyó un balón de oxígeno a los terroristas.

Lo dicen los militares: los malos generales acaban siendo peores que las balas enemigas. Es normal que este ¡valiente!, Patsi esté lleno de resentimiento. Se ha pasado años vendiendo la burra de los "hombres de paz" y le ha salido el tiro por la culata. Se lo dijo una mujer íntegra de los pies a la cabeza: "Dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre". Era la madre de Pagaza, ¿se acordará Patxi? Un hombre del PSOE, de la UGT. Un tipo al que otro "hombre de paz" le cosió a tiros. Como a Carrasco. Los dos, por cierto, en Ayuntamientos gobernados por otros "hombres de paz".

¿Está Patxi López en condiciones de repetir ahora lo que dijo Zapatero de que "Otegi es un hombre de paz", o de que "De Juana Chaos es persona favorable al proceso de paz". ¿No se acuerda, en estos momentos, del día 29 de diciembre de 2006 cuando Zapatero anunció para 2007 el final de la violencia de ETA, y horas después murieron dos inocentes en Barajas? O de las promesas de Zapatero y Rubalcaba del final de la negociación con ETA, que se reanudó luego en secreto en la primavera de 2007 tras mentir a todos los españoles. ¿Tampoco recuerda López las negociaciones políticas –según lo reconoció el PNV- de su partido con Batasuna y el PNV en el santuario de Loyola, donde se habló de autodeterminación y de Navarra?

Es cierto que todos los gobiernos democráticos, de Suárez a Zapatero, han sido objeto del "síndrome del Príncipe de la Paz". Esto es, buscar el final de ETA por un acuerdo pacífico. Salvo una honrosa excepción –la de los "poli milis"–, la conclusión siempre ha sido idéntica: el fracaso y el recurso a la vía policial.

¿Era lícito que Zapatero probase suerte? Quién sabe. Lo cierto es que la ETA de 2004, exangüe y echando los higadillos, probablemente no hubiera durado ni un asalto. Pero el del talante quiso pasar a la Historia como el pacificador. Animado, por cierto, por esos mismos sujetos de la cúpula del PSE. Los mismos que lloraban en los atentados contra sus compañeros y que, inexplicablemente, apuñalaron a Nicolás Redondo y se pasaron con armas y bagajes a la vía de la paloma y el olivo.

Así que, López, no cuela. Este es el tipo que se sentó con Otegi y Echevarría. El que recibía a las Nekanes del PCTV y le ponía cara de perro a San Gil. ETA apretó el gatillo. Que asuma lo que le toca por lo que ha predicado estos años.

El indigno comportamiento del máximo dirigente del socialismo vasco en el velatorio de Isaías Carrasco, no es propio de quien ostenta ese cargo, ni obedece al sentimiento de muchos militantes socialistas –que le pregunte a Múgica, Buesa, Díez, Redondo, etc- que piensan de esa actuación que, en caso de un nuevo atentado de ETA contra un militante del PP, lo dejará en la peor de las evidencias y hará imposible su asistencia a un acto similar en el nombre de los socialistas vascos. Con el agravante, todo ello, de que lo que ha hecho Patxi López en Mondragón huele que apesta a electoralismo oportunista en plena jornada de reflexión ciudadana, y se suma a su ya más que deteriorada carrera política a la que este personaje debería renunciar.