Noticias de Cantabria
27-08-2011 19:00

Diario de una expatriada

¿Cuántas veces hay que darse la torta para darse cuenta de que el suelo resbala? ¿Cuántas veces hay que desquiciarse buscando una calle antes de decir “necesito un mapa”? ¿Y si la calle no es más que un rumbo, y el mapa no es sino el plano de tu vida? ¿Cuántas veces te torturas con un no hasta que reaccionas ante el hecho de que un sí es la respuesta que necesitas?

Y el cabreo que conlleva esa negación, esa rabia… ¿ayuda, dificulta o impide? La clave no está en ninguna de las tres cosas anteriores. La clave está en un valor tan elemental como desapercibido: el optimismo.

Esta señora cualidad no hay que ir a buscarla a la tómbola de barrio de una feria de domingo. El optimismo es algo que, o bien te viene otorgado de cuna como quien tiene parné simplemente por ser “el hijo de”; o bien es la pepita de oro que tienes que encontrar, pulir, y dar brillo. Cultivar semejante virtud no implica conseguir la mejor fachada de cara a la galería. Se trata, sin duda, de una venta al mejor postor: uno mismo.

¿Pero que coño es el optimismo entonces? Yo lo tengo muy claro: es la esperanza de los deprimidos y la alegría de los entusiastas.  Es lo que da impulso a los jetas de la fauna nocturna nacional para entrar a la chica espectáculo del bar; es la energía extra del corredor que le lleva a ganar la carrera; es el aprobado del estudiante resacado en una mañana de exámenes de Septiembre; es la palabra que hace cambiar miedo por desafío; es lo que te lleva a rechazar la certeza del fracaso por la incertidumbre del éxito, y en mi caso, es lo que me lleva a emigrar para pensar en un futuro mejor. Con más o menos pena ahora sólo importa una cosa: importa que me atreví. Importa que me voy a tierras teutonas a poner la mejor sonrisa del mundo y sustituir la cara póquer que se me pone cuando me preguntan algo a lo que debería responder con “mi no entender”. Así que sí, el optimismo a día de hoy es para mi pensar que voy a aprender alemán a la velocidad de Speedy González; que voy a sustituir mi pinchito de tortilla del café por una salchicha Brawsburt del mismo color que la piel de los veraneantes por excelencia de la Costa Brava. Optimismo es pensar que voy a integrarme a una sociedad con fama de fría y cerrada, y ¿por qué no?, que mi piel aceituna y mi morro español van a triunfar sobre todos esos clichés que tengo memorizados de origen.

No sé lo que pasará a mi llegada, o si en ese transcurso, EEUU entrará en recesión, el euro se morirá o España quebrará. Lo que sí sé es una cosa, estoy hasta las pelotas de los titulares catastrofistas y apocalípticos de la prensa mundial. Estoy cansada de que me hayan hecho creer que estamos condenados a resignarnos y estoy agotada de que me roben el optimismo que me ayuda a creer que todavía existe esperanza. A fin de cuentas, si no lo creemos los jóvenes, ¿quien lo va a creer por nosotros?

No hay días malos, sino comienzos difíciles. La pelota está en nuestro tejado, yo tengo claro hacia dónde la voy a hacer rodar: me voy a Alemania. ¿Miedo al fracaso? ¡Ni de coña! Porque como dice Nelson Mandela “el valor no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él”.  Yo me atrevo a triunfar.

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Comentarios(3):

Y. Kemp - 29-08-2011

Me uno a tu doctrina del optimismo. Llueven hachas por todos lados, claro está, pero ¿cuál es la solución? ¿llorar? ¿autoflagelarse por el penoso panorama que el azar nos ha hecho vivir? ¿arrepentirse por todos los esfuerzos que ahora parecen en balde gracias a unos pocos? Desde luego que no. España sobrevivirá. Sobrevivirá la paella y las sevillanas y los domingos de cañas. Los veranos cántabros seguirán pasados por agua, y los políticos igual de ignorantes y caraduras. Por eso no hay drama en largarse echando virutas. En aprender, en dejarse querer por otras culturas. Y Alemania es una opción fantástica. Se come peor, llueve igual o más que aquí, hablan un idioma complicado y son muy responsables. Pero cumplen, saben tratar a la gente y valoran lo que tiene valor. Así que no tendrás problema. Quizá llegue la hora de volver, pero eso da igual. Lo importante es no quedarse "parado".

CMM - 27-08-2011

Ya siento que tengas que emigrar a Alemania y que lo tengas que hacer por necesidad y no por gusto.Son muchos los estudiantes bien formados que como tu tienen que emigrar gracias a que los del carne , los de las siglas , los mas tontos ocupan los puestos que como tu podias ocupar y hacer que este pais saliese de la crisis, pero ya sabes emigrais loa mas cualificados, los mejores y por otro lado nos gobierna la mediocridad y nos llegan los menos aptos, los peores desde todos los puntos de educacion, de formación y a veces, y por qué me voy a callar, de violencia, que tenemos que volver a formar con el doble de gasto y de auxilio social Pena de este pais y de la politica de unos y otros que estan terminando por hundir las esperanzas de los mas jovenes Que tengas suerte.

españoladecepcionada - 02-09-2011

Yo sueño al igual que tu, con emigrar a otro país, por la incompetencia de otros y de un sistema que creia justo y no lo es. Para mi el emigrar no es un castigo, si no un sueño y un nuevo comienzo en otro sitio, algo positivo, algo que enriquece, espero que tengas suerte y tú lo veas igual, y espero que pronto me llegue mi momento también.