Noticias de Cantabria
26-05-2008 09:41

Barack Chamberlain Obama

Neville Chamberlain alcanzó en 1937 el puesto de primer ministro de Inglaterra. Llevó personalmente los asuntos de política exterior, en una línea de apaciguamiento con la que soñaba salvaguardar la paz ofreciendo varias concesiones a las ambiciones expansionistas de un tirano disimulado llamado Adolf Hitler.

Esa política del diálogo y del buen talante culminó con la Conferencia de Munich de 1938, que permitió a la Alemania de Hitler anexionarse los Sudetes. Chamberlain pensaba que todos los recursos de la diplomacia debían usarse por la causa de la paz. El 30 septiembre de 1938 volvió a Londres convencido de haber asegurado la paz con Hitler y frente al número 10 de Downing Street afirmó papel en mano: "Creo que a nuestra época le ha llegado la hora de la paz" ("Peace for our time!"). Lo que pasó después con Hitler, con Europa y con el Holocausto judío, ya lo sabemos.

Con eso en la memoria, el pasado 15 de mayo, George W. Bush conmemoró ante el Knéset israelí los sesenta años del estado de Israel y aseguró: "Hay quienes aparentemente creen que debemos negociar con terroristas y radicales, como si algún argumento ingenioso fuese a convencerlos de que han estado equivocados desde un principio. Hemos oído este falso y tonto delirio anteriormente. Mientras tanques nazis entraban a Polonia en 1939, un senador estadounidense declaró: "Señor, si sólo hubiese podido hablar con Hitler, todo esto podría haberse evitado". Tenemos una obligación de llamar esto por su nombre: el falso consuelo del apaciguamiento, lo cual ha sido desacreditado repetidamente por la historia."

Sólo unas horas después de esas palabras de Bush en Israel, el casi seguro candidato presidencial por el Partido Demócrata norteamericano -Barack Obama- no perdió un minuto siquiera para atacar a Bush y darse por aludido, al hilo de unas declaraciones suyas de hace unas semanas sobre la necesidad del diálogo sin condiciones previas con personajes como Mahmud Ahmadinejad, Hugo Chávez o Fidel Castro. A Obama le han llovido ya las críticas en un país que –como Estados Unidos- no juega ni hace broma con estas cosas. Setenta años después del error de Neville Chamberlain, aparece ahora en la política norteamericana este Obama que, con sólo tres años en la política nacional, se cree también un enviado mesiánico animado por una irreflexiva "audacia de la esperanza" para pasar a la historia como fundador de la paz. En el camino, Obama ignora la historia y olvida que ni Kennedy, ni Nixon, Ni Reagan, ni ninguno de los presidentes norteamericanos negociaron jamás, ni dialogaron nunca sin establecer unas condiciones previas.

Mientras Obama haría muy bien en leer la historia o las memorias de Chamberlain y observar como el político inglés se arrepintió de sus graves errores de apaciguamiento, George W. Bush habló tres días después en Egipto ante el Foro Económico Mundial reunido en Sharm el Sheikh. Ante decenas de líderes islámicos, Bush no tuvo pelos en la lengua para afirmar bien alto la falacia de quienes aseguran que la democracia es incompatible con el islam. Al hacerlo, aseguró también que Estados Unidos, como la primera democracia en el mundo y como una de las naciones más religiosas del planeta, goza de la siempre necesaria libertad religiosa. Esa es justo la libertad de la que carecen casi todos los países islámicos por culpa de tiranos en el poder; esa es la libertad negada a las gentes de Irán o Siria secuestradas por despreciables líderes, justo con los que precisamente Obama quiere sentarse a hablar sin condiciones.

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