Noticias de Cantabria
05-07-2008 11:00

Toros en la Feria de Santiago

Rafael, de purísima y oro, se acomoda la montera y observa de soslayo como sus dos compañeros de lidia le transmiten el respeto que deben a los años.

    Comienza el paseíllo cuajado de luces en el albero. Atravesando el puente que va desde la vida a la muerte, y detrás de los alguacilillos, el señorío de los tres matadores no se cuestiona.

   Es nobleza de sangre, virtud ya perdida en tiempos modernos; es valor de ley cantado en las odas antiguas a los Dioses; es sentido del porte, del saber caminar con tino y elegancia.

   Es mirar con descaro a la muerte, llevarla a los medios y jugar con ella a una carta: vives o mueres.

   Capote de paseo de riguroso lujo, anudado con mimo al cuerpo como las antiguas togas del Olimpo. Corbatín al cuello en señal de sumisión al arte del toreo.

   Rafael espera su primer toro. Lo espera desde siempre, desde que comenzó a torear a la luz de la luna-¡Qué luna más hermosa la de su pueblo!

   Sale el toro… de nombre Tardío. De apariencia encastada y noble. Aseado en el trapío. Tamaño y peso adecuado. Negro de color negro. Mirada limpia y astas desconfiadas.

   La lidia sigue, la faena avanza, las banderillas harán sangre, Tardío bramará y, en ese instante, la plaza murmurará el peligro. Es plaza sabia y leída en ferias, por ello sabe cuando un toro, para bien o para mal, hace Historia.

   Rafael recibe de capote y se envuelve como un Cristo entre su tela. El toro pasa a su lado y se saludan como dos gladiadores en Roma.

   El maestro vuelve hacia los medios y traza finas líneas entre la arena y el toro.

   Tardío se revuelve y no se resigna ya que él siempre fue mandón en la manada y todo contrincante fue avergonzado.

   Rafael descansa en burladero, bebe agua y reza. Se limpia el sudor de la frente y da un paso hacia delante y otro más. Con la muleta se vuelve estatua ante las armas del toro. Corre un aire frío por la plaza. El público palidece por el arte que derrocha el maestro. Rafael demuestra, una vez más, su grandeza con tres naturales del Cossío.

   En el trance de muerte, afianza la espada a su cuerpo y espera a Tardío. Este repunta y derrota en el aire, vuelva la cabeza hacia el corazón de Rafael y éste cae obedeciendo a su destino.

   Nadie ha gritado entre el público. No podría aunque lo intentase. Tardío se gira y mira hacia el cuerpo del maestro.

   Rafael era el más grande.

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