Noticias de Cantabria
05-07-2008 12:00

Lenguas fieramente humanas

En la madrugada del último catorce de mayo el guardia civil Juan Manuel Piñuel era asesinado por ETA en una localidad alavesa,cercana a Vitoria, de nombre desconocido incluso para aquellas generaciones de españoles que habían ejercido su memoria en un bachiller enciclopédico de geografía e historia nacionales.

   Desde el primer momento,  el  topónimo Legutiano copó todos los titulares de los periódicos y sólo pasado un tiempo, unos pocos  medios  rompían la muralla infranqueable del misterio aportando, entre líneas, la vieja denominación  de Villarreal de Alava. Entonces algunos ciudadanos  avisados recordaron que desde la Transición política de 1977 los poderes locales y el nacionalismo asfixiante  venían dedicándose a mutilar la historia y corromper la geografía siempre con la excusa de la búsqueda de raíces y la afirmación de purezas. Una de las primeras víctimas del  deseo nacionalista de enterrar la historia del País Vasco fue el municipio de  Villarreal de Alava,  al que en 1980, de un plumazo, se le cambió el  revelador nombre,  utilizado  durante seis siglos y medio,   por el del  topónimo latino vasquizado de Legutiano. 

   La villa de Villarreal de Alava había sido fundada en 1333 por el rey de Castilla Alfonso XI y, dada su estratégica ubicación, fue escenario de diversos enfrentamientos bélicos  tanto en la segunda guerra carlista como en la guerra civil . A pesar de que los nacionalistas vascos siempre  han pretendido convertir sus derrotas en victorias, el nombre de Villarreal no les debía resultar cómodo. En diciembre de 1936, el ejército vasco, alentado personalmente por el Lehendakari Aguirre, fracasó en su  intento de ocupar Villarreal y avanzar desde allí hacia Vitoria y Miranda de Ebro como forma de aliviar la ofensiva de las tropas franquistas contra Madrid. Allí, el vanidoso Aguirre se ganaría el grotesco apelativo de Napoleonchu con el que la derecha vizcaína celebró el desastre de la operación.

   Rectificar lo tradicional por lo racional fue la consigna y el proyecto de Azaña con la llegada de la República en 1931. Curiosamente, los tradicionalistas del siglo XXI, travestidos de progresistas, desean hacer lo contrario: cambiar  lo racional por lo tradicional. Que el mensaje venga de los nacionalistas y los regionalistas se comprende porque proceden del fondo más rancio del tradicionalismo de toda la vida. Lo que no se entiende es que la izquierda se tome en serio que la modernidad política y cultural pase por satisfacer aspiraciones parecidas a las que tenían los carlistas de hace siglo y medio. Lo que no se entiende es que la modernidad consista en devolver España al Antiguo Régimen, con sus valores, usos y costumbres, rebosantes de salud, bendecidos por los curas domésticos y los caciques locales.

   “Hijo, resiste como resistieron los guanches hasta la muerte”. De esta manera infundía ánimos a un concursante canario de Operación Triunfo, amenazado de expulsión, su belicosa madre. La frase, como las canciones que escuchaba Antonio Machado en los labios niños, lleva la historia confusa y clara la pena. Es un eco del rumor poderoso que hoy halla el regionalismo en la educación sentimental de los españoles. Ser canario y guanche, vasco y carlista o nacionalista, catalán y segador o catalanista, gallego e irmandiño o bloqueiro… se ha convertido en una determinación, en una obligación ante la historia de modo que no hay acontecimiento que no se trasforme en una representación melancólica de Wifredos y banderas, bien sea el evento un partido de fútbol, una manifestación contra la reforma universitaria, una protesta contra la guerra o un programa de televisión.

   ¡Qué drama el de España! Ver siempre frustrada la nación liberal por los integrismos tradicionalistas  de toda filiación política y, por supuesto, ver cómo nuestras desdichas se tejen en el telar de las falsas y pintorescas ilusiones de un tiempo imposible. Hace ya muchos años que en sus “Meditaciones del Quijote” Ortega se decía: “¿No es cruel sarcasmo que luego de tres siglos y medio de descarriado vagar, se nos proponga seguir en la tradición nacional? ¡La tradición! La realidad tradicional en España ha consistido en el aniquilamiento progresivo de la posibilidad de España". Las palabras del filósofo no han envejecido, las actuaciones de los gobiernos autonómicos de uno u otro color no han permitido que envejezcan.

   Lo regional, como en el siglo XIX lo nacional, pasa por la historia que no retrocede ante la leyenda, la trivialidad o el error, con tal de que éstos vayan unidos a una representación concreta del pasado. Todo es cuestión de imágenes, de tradiciones propias y genuinas, desde celebraciones festivas a rememoraciones de batallas, viajando por el estómago y la gastronomía. Los historiadores,  atrapados en la diagonal que va de la biblioteca al caserío,  han inventado el mito y desenterrado antepasados tanto en los conquistados como en los conquistadores. Los poetas, desde la melancólica elegancia de Manuel Machado y su “yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron / soy de la raza mora, vieja amiga del sol” al huracanado viento de Miguel Hernández “asturianos de braveza / vascos de piedra blindada…” se han llenado la voz cantándolo. Y los políticos, siguiendo una tradición localista que tal vez comienza en 1808 con el labrador Andrés Torrejón, el alcalde de Móstoles  y su imponente declaración de guerra a Napoleón, han sabido tejer en nuestra democracia televisada ese haz de relatos y aleluyas.

   La primacía de la sangre que ridiculizaba Cadalso en el siglo XVIII  y que todavía llenaba de nostalgias a la nobleza de postín en los tiempos de Franco ha sido sustituída desde el Estado de las Autonomías por una suerte de linaje territorial que es el único prêt á porter que los políticos han podido vender al pueblo. La exaltación del terruño, la extraña amalgama de consanguinidad y territorialidad, que viene de “la tierra y los muertos” del ultranacionalista, antidemócrata  y antisemita Maurras y se reproduce en el RH negativo de los dirigentes vasquistas, ha cortado la vida de los ciudadanos a la medida de sus regiones, de modo que la primera pregunta que surge entre dos españoles que acaban de conocerse, y que resulta absurda a los ojos de un francés, es si el otro es gallego, o vasco, o catalán, o aragonés, qué guerra perdieron o ganaron y si han “normalizado” ya la lengua de los ancestros.

   Oscurecida la idea de España como nación, reacios a identificarse en una historia común, los españoles y sus políticos  han inventado una manera de  comulgar más atractiva que la de las religiones o las ideologías: la exaltación regional , la resonancia folklórica  de un designio descentralizador que desborda  los grises fines de la pura reflexión administrativa. Hay en todo ello un anarquismo centrífugo y consumista que se mueve entre la plaza del pueblo, El Corte Inglés y la televisión.Lo que pasa más allá de estos tres  casquetes polares del hogar interesa a poquísimos, de ahí que los telediarios dediquen cada vez más espacio a trasmitir las noticias de la aldea o a difundir las opiniones de expertos en ferias, gastronomía, deporte y danzas populares. Los jóvenes de antes soñaban con viajar en el submarino amarillo de los Beatles o vivir elegantemente en la desesperación, a lo Baudelaire o Rimbaud en aquel París bohemio e imposible de Montmartre.Los de ahora ,perdidos en el bucle melancólico que han modelado los nacionalismos de siempre y los regionalismos del Estado de las Autonomías, no saben quién es Baltasar Gracián ni Baudelaire; están en casa atrapados en el cepo de Internet; y ya no sueñan sino con lo verde que un día llegó a ser su valle.

      El opio de los pueblos que hoy se expande entre los españoles –lo decía con espíritu y tono  proféticos Rafael Sanchez Ferlosio en El País de 1978- no es sino el narcisismo alternativo que el poder central  fabricó cuando se dio cuenta de la inutilidad política del narcisismo nacional . El “ España y yo somos así, señora”  , el joseantoniano “ser español es una de las pocas cosas  serias que se pueden ser  en el mundo” , el gol de Zarra contra Inglaterra en el mundial de Brasil… son manifestaciones de un narcisismo que había  dejado de vender. Al percatarse de ello, Adolfo Suárez  pensó que había que recomponer  todo el juego de espejos rotos y producir reflejos diferentes para seguir manteniendo al pueblo encandilado con  alguna identidad.De los vetustos baúles centralistas, el gestor de la Transición, en funciones de ama de llaves del añejo solar hispano, fue amorosamente rescatando los viejos trajes regionales, el de baturro, el de charro, el de flamenco,el de payés.Mira por donde ha ido a ser en los atuendos regionales donde se ha plasmado el nuevo traje del emperador que  caminaba desnudo.

      Hace unos años contrariado por la complacencia e incluso la satisfacción con que la opinión pública asistía a la sacralización del terruño y la aldea , Julio Caro Baroja escribía:

            Parece que la gente con el autonomismo siente una mayor    impresión de libertad. Hablan de las libertades forales, de las    leyes de cada reino antes de la Nueva Planta impuesta por    Felipe V…Sí,en efecto, con todas esas leyes en Navarra, en    Aragón, en Cataluña serían muy libres, pero en las cosas    fundamentales desde el Renacimiento, que son la libertad de    conciencia del hombre, la de expresión, la de elección…, no    sólo no lo eran sino que vivieron  cientos de años con la    Inquisición y no les im portó.Así pues, este foralismo y las    clamadas libertades colectivas no comportaban las libertades    que quiere y necesita el hombre de hoy, las individuales.

   Pensábamos que la sugestión folklórica de las autonomías iba a ceder a medida que los españoles  se curaban el sarampión anticentralista fruto de la paranoia uniformadora del franquismo.Sin embargo, no ha sido así. El fetichismo de la identidad y la autenticidad , la neurosis de primitivismo  y la rebusca de la diferencia  han hecho  crecer la  marea regionalista hasta  tal punto que amenaza  con anegar todo principio de racionalidad política.  Gobiernos locales de izquierdas y derechas han descubierto en el regionalismo un anzuelo barato que lanzar a los ríos electorales, e inmunes al ridículo han montado orgullosos   los  carnavales y bailes de disfraces  de sus reinos de taifas, a los que se ha pretendido dotar de conciencia histórica.

      “La posteridad no podrá creer que, después de que ya se hubiera hecho la luz, hayamos tenido que vivir de nuevo en medio de tan densa oscuridad.” La frase es de Sebastián Castellio, aquel humanista que protestó ante Calvino por la ejecución de Servet, pero resume a la perfección lo que, a caballo del nacionalismo  étnico y los regionalismos ha ocurrido en España donde a la dictadura de un general le ha sucedido la tiranía de  la barretina o la muñeira  .Frente a la triste situación del régimen anterior, en la que lo cultural era esgrimido para justificar toda una gama de propuestas que iban  de lo anacrónico a lo estrambótico, el concepto , en manos de los nacionalistas y sus imitadores, no ha sido aún recuperado para la lucidez y el bienestar intelectual, que  en el siglo XXI  aparecen connotados  con sinónimos como toma de conciencia avanzada, contraste de ideas, integración de comunicación social y  ausencia de particularismos.

      Error de la Transición de  Suárez , que luego nadie pondría  empeño en reparar, fue  entregar a las Comunidades Autónomas la palanca ideológica de la historia , renunciando el Estado al principal instrumento de nacionalización del imaginario y formación de ciudadanos.La  indigencia del pensamiento político español de esos años, en torno al hecho nacional, tendría graves consecuencias pues se regaló el pasado a las Autonomías y éstas se lo quedaron . En manos regionales, un sistema educativo aparentemente neutro dejó de hacer  ciudadanos españoles para hacer catalanes, vascos, andaluces, valencianos, gallegos … pero en ocasiones , a costa de convertir en antagónicas dichas identidades. Y siempre con la ayuda de una gigantesca manipulación de los libros de texto, a mayor gloria de la Consejería de Educación, encargada de supervisarlos. Los nacionalismos a pesar de su esencialismo tuvieron muy claro desde siempre que sus naciones no podían darse por sentado sino que habían que construirse .Recuérdense los constantes llamamientos de Jordi Pujol a “hacer Cataluña” o los de Arzalluz “primero hacer pueblo,luego la independencia”.

      Se nos pasó la juventud y los años corriendo delante de los grises, imaginando una tierra sin mordazas ni ejecuciones sumarias. Con la muerte de Franco y la Transición ganábamos la libertad y heredábamos la burocracia criminal de ETA y todos los prejuicios identitarios del nacionalismo , dispuesto a acabar con la nación constitucional y a reavivar los  renglones más tribales e inhumanos del siglo XX. Resulta  desolador pensar que cuando por vez primera en siglos nos ha sido posible disfrutar de un sistema de libertades basado en la igualdad jurídica y en la ciudadanía es cuando más nos hemos volcado en la vindicación de lo  primitivo, en la exaltación de un estado de naturaleza en el que se es lo que se es de nacimiento y para siempre, por pertenencia  étnica y lingüística ,  por una especie de pureza  ancestral siempre agraviada y, sin embargo, intacta , originada en un tiempo anterior a la historia. Nada más triste que tener que aguantar  los esfuerzos por recuperar todo aquello que creíamos enterrado en el sepulcro del Cid :la pureza de sangre, raza, lengua y territorio, la superchería de las peculiaridades y los caracteres socioculturales privativos , la posibilidad de trazar fronteras entre españoles, de diferenciarnos según procedencia regional, de obligarnos a lealtades místicas, de inaugurar un régimen de servilismo, esta vez a supuestas identidades telúricas, cuando nos habíamos librado de otras servidumbres.

      A finales del siglo XIX escribió Juan Valera: “ A veces por defender la patria, hemos defendido el fanatismo”.En 1937 Manuel Azaña anotó en su diario: “ Viviremos o nos enterrarán persuadidos de que nada de esto era lo que había de hacer”. Escribían , Valera y Azaña, desde desilusiones  y tiempos separados. El primero escribía tras el colapso de esperanzas que se vivió en la Restauración; el segundo, desatada la barbarie  unánime de la guerrra civil, con  la  sospecha de que la sociedad española tal vez no estaba preparada para una trasformación como la intentada por su generación. Equivocadas o no, lo cierto es que en las palabras de ambos temblaba, de fondo, una preocupación en carne viva: que sin escrúpulo ético no existe política ni justicia dignas de tal nombre, que hay una última fibra donde reside el latido de la vida moral que no se puede sacrificar ni a la Patria, ni a la República, ni a la Revolución y esa fibra, esa última frontera, la componen la libertad y los derechos de la persona, la persona concreta, real, la persona con cara y ojos y  frente y lengua.

   Mientras al gobierno   se le llena la boca proclamando su cruzada de defensa de las libertades, éstas se asfixian en las disposiciones de algunas comunidades autónomas que vulneran los derechos individuales cuando despliegan su vocación intervencionista para modelar la sociedad(también le llaman pueblo)  , eliminar las diferencias y , al mismo tiempo  ,   las disidencias y construir su  nación. Lamentablemente, durante los últimos años la debilidad del Estado ha dejado indefensos a millones de ciudadanos, residentes en Cataluña, País Vasco, Galicia, Baleares y Valencia permitiendo a sus autoridades regionales  exhibir como “normalización” lingüística lo que ,en realidad , es un  deseo  de   homogeneización   contraria  al pluralismo social .  El término contiene  un elemento coactivo evidente  : describe un proceso forzoso de planificación  cultural implacable que  moldea la realidad simulando querer dotarla de normalidad, pero reconociendo la inexistencia de esa misma normalidad en el conjunto de la sociedad , a la que se pueden aplicar  las acciones punitivas y reglamentarias de la administración.

      Los nacionalismos lingüísticos, cuyo idioma “nacional” es minoritario en los límites de lo que  ellos consideran su propia nación  recurren a una especie de interpretación justiciera de la historia: la lengua de la nación y, consiguientemente, la extensión de la nación misma, es la antigua lengua perdida. Interpretación singular, a modo de consigna , que, como recuerda Tomás Pérez Vejo ,  da origen a afirmaciones tan pintorescas como la de un manifiesto del PNV de 1992: “ No entendemos al vasco que no ama su lengua, aun cuando la haya perdido”. Quizás la siquiatría  ofrezca alguna explicación de por qué alguien puede considerar su lengua, una lengua que no habla y que nunca ha hablado. De todas formas, esa  sorprendente declaración del nacionalismo lingüístico   supone una curiosa concepción  organicista, en la que el derecho de los muertos prevalece sobre el de los vivos, el mismo que sustenta los pretendidos derechos históricos.

 “ Normalización”,   es la  terrible y amenazadora  palabra empleada  por los gestores de   las comunidades bilingües que no consigue encubrir  su  decidida  voluntad  de que la lengua autóctona  ocupe  todos los ámbitos  de la vida oficial y social de la región ,relegando al castellano a un papel secundario de vehículo de comunicación con el resto de España y un nivel similar al que supone el inglés en las relaciones internacionales. Al normalizarse una lengua, se establece un proceso automático de exclusión de la otra. Quien habla la lengua normalizada se ve recompensado; quien no la usa habitualmente, se ve castigado, marginado . Por el contrario, la normalidad con la que muchos de los  españoles  de las comunidades  catalogadas de bilingües –la vasca es  monolingüe castellana en su gran mayoría-   podían hablar cualquiera de sus dos idiomas ha sido cambiada violentamente  por una situación en la que una lengua pasa a considerarse propia (incluso hablan ya de “lengua natural”, como si  la otra fuera artificial) y dispone del privilegio de ser la de los medios institucionales y la enseñanza .

       Esto se ha visto en la reciente Feria del Libro de Frankfurt: la cultura  oficial catalana  incluyó  producciones subvencionadas que sólo habían sido sometidas al filtro de la lengua autóctona y no al de la calidad , ni al de las leyes del mercado. Y en cambio se dejó en casa a buena parte de la literatura de Cataluña escrita en español, inconcebible fuera del marco geográfico  de ésta, como las novelas de Mendoza o Marsé o la poesía de Gil de Biedma. Luego …. los defensores de la normalización, al ser denunciadas las multas lingüísticas  a los comercios o la imposibilidad de los padres  de educar a sus hijos   en el idioma común de los españoles, se revuelven vociferando que no hay  guerra de lenguas en Cataluña.¡Claro que no hay conflicto lingüístico en la sociedad catalana, que es mucho más sensata que sus dirigentes… y no lo hay ,  a pesar de las operaciones discriminatorias y la violación organizada de los derechos individuales que se perpetran desde el poder político!

   Los nacionalismos y asimilados siempre  dan por hecho que su proyecto político, incluído el idioma,  es un derecho irrenunciable, inalienable, imprescriptible…( para su exaltación retórica , les gustan las palabras que comienzan por “ in”  y terminan por “ ble”… Sánchez Ferlosio dixit) No en vano la singularidad cultural, capaz de distinguir entre un “ellos” y un “nosotros” ,tan del gusto de  los nacionalistas y complementarios ,  ha encontrado la  mejor recompensa en unos usos lingüísticos inmediatamente reconocibles y  muy activos  para generar sentimientos de solidaridad hacia dentro y disparidad hacia fuera. Además el mensaje  de los “normalizadores” y comisarios  lingüísticos  aparece diáfano: hay una lengua inocente y otra culpable, una que fue oprimida y otra opresora, rivalidad radical  que carga de agresividad y sobreexcitación ideológica cualquier debate sobre el bilingüismo. Porque en España hay varias lenguas pero,al parecer, sólo una mala :el español, el castellano. Ésta es la lengua en la que se escribió el último parte de la guerra civil, el fruto de una violencia antigua que comenzaría con Felipe V y llegaría hasta Franco. Plática para descerebrados … Una  leyenda  que ha servido para que aquiescentes, sumisos o acoquinados  se traguen la manteca rancia de los nacionalismos,toda esa zarandaja poética sobre la lengua, el territorio, el pueblo…que si la cogiéramos y donde pone Cataluña, País Vasco,Galicia…escribiésemos España no habría razón ni estómago que la resistiera. “ Abandonad ese léxico que viene de Castilla con sabor de moro, olor de sucio judío, de negro y de villano de esas tierras” ordenó, entre otras muchas barbaridades, Sabino Arana , el inventor del nacionalismo vasco.

      Las lenguas tienen una  finalidad  utilitaria pues  sirven fundamentalmente para comunicarse  aunque ,  además, sean  un innegable, elemento de afirmación cultural, es decir ,  colectiva. Lejos de ser alma como les gusta decir a muchos poetas, la lengua es puente, mercado. En España esta obviedad no se entiende porque quién más quién menos se va adhiriendo al principio nacionalista, según el cual la lengua no la hablan los ciudadanos sino  el territorio , al que además se le concede el derecho de hacerse con hablantes obligatorios .El drama de España es que se ha hecho de la lengua la base objetiva de un principio de adquisición de ciudadanía, de delimitación de pertenencia a una comunidad y en consecuencia de exclusión. Pionero en estas lides , el nacionalismo catalán que tiene ahora  ardorosos  imitadores en Galicia  y Baleares, ha conseguido mermar la libertad mediante el descarado o sibilino, según los casos, control de los medios de comunicación y ,rodeado de una oligarquía intelectual a la que premia con medallas y talones ,  ha conseguido que la cultura, abducida por el idioma ,sufra en Cataluña un progresivo proceso  centrípeto gravemente empobrecedor. De resultas de la política lingüística del catalanismo, la universidad pierde intercambios con otros centros españoles y extranjeros mientras a Barcelona  le arrebata Madrid  su corona como principal centro editor en lengua española.

      En aras de la difusión del vascuence, del gallego o del catalán en sus distintas variantes se cometen verdaderos despropósitos y agresiones a la libertad de los ciudadanos, quemándose dinero de todos  y  las  energías de muchos  , pero la respuesta al continuo desatino es pequeña porque en ese ámbito no valen razonamientos, dada la visceralidad y emociones que rodean su aprendizaje e implantación. Las cruzadas lingüísticas de los nacionalistas arrasan con los presupuestos. La Generalitat catalana invertirá este año en Política Lingüística 42 millones de euros, el doble que en 2007, mientras que Baleares gastará más de seis y la Xunta gallega alrededor de 23  . Dinero público para que no se hable en castellano. Es un  ámbito , el lingüístico , donde la libertad individual y la  igualdad  jurídica tranquilamente se sacrifican a la difusión del idioma ,revestido de altísima significación patriótica .   No obstante , distintas plataformas cívicas  que se mueven entre la clandestinidad y el heroísmo en el País Vasco, Cataluña, Galicia y Baleares mantienen viva la llama de la libertad lingüística en  unos territorios donde la democracia y la razón   se pervierten a golpe de  anacronismo e ilegalidad. Por desgracia éste es el ecosistema cultural en el que  transitan  muchos españoles. O escriben en una lengua “normalizada” o deben renunciar a los honores. O comparten una lealtad telúrica  o quedan desposeídos de sus propias raíces.Y todo ello en medio de un comportamiento ciudadano   sumiso y aturdido .

      Entre los instrumentos de acomodación de una sociedad a un régimen o entidad política suelen destacarse el interés, la ignorancia y el miedo.Los tres mecanismos han jugado a favor  del modelo nacionalista y de las excentricidades lingüísticas. Pero no sólo en el País Vasco, donde la producción del miedo es la principal actividad de esa denominada izquierda abertzale, el frente político de ETA, que ofrece ruedas de prensa y amenaza, sector , por sector , a profesores ,  periodistas ,  jueces , concejales. Y de vez en cuando ETA asesina a alguien para dejar claro que la amenaza puede cumplirse. Afirmaciones y ejecutorias del nacionalismo , también en Cataluña y Galicia, que ellas solas servirían para definir el intervencionismo sobrepasado de un gobierno o su carácter totalitario apenas si producen escándalo. Y no lo producen porque el miedo,la coacción , la pusilanimidad o el fanatismo han llegado a sofocar cualquier percepción crítica de lo que realmente está pasando. Tantos años de violencia lingüística e imposición del imaginario regionalista  han  embotado la sensibilidad de muchos ciudadanos , incapaces de  advertir  el carácter profundamente antidemocrático de no pocas políticas de implantación del idioma, al margen de lo que realmente se habla. Ciudadanos voluntaristas que han decidido -sea cual fuere su concocimiento del idioma- que el vascuence, el catalán o el gallego es  su lengua  y que  en ese terreno todo vale hasta  incluso la intromisión de los poderes públicos en los usos privados . 

      La conservación lingüística se impone como una prestación personal, como un gozoso sacrificio que los nacionalistas exigen sin discusión ante el altar de la patria naciente ,  por lo que cualquier aberración o despilfarro en sus medios de fomento -  y los ha habido  muchos  y variados  en estos años - está justificado. El empleo de la lengua y de esa parte de la cultura, considerada vasca, catalana o gallega,  para  mercadear  un trato singular de la administración central, reporta a los nacionalistas una ventaja añadida:permite  reclutar una burocracia agradecida de profesores y filólogos –muchos líderes, consejeros de la Generalitat o la Xunta de Galicia y militantes de ERC y BNG lo son-  y traductores propagandistas , instalados en el escalafón funcionarial , que viven del presupuesto público y cuyo porvenir profesional se vincula indefectiblemente al triunfo del nacionalismo y de las políticas de “normalización”. Las cuantiosas sumas empleadas en éstas  dan para mantener  una  abundante  clientela  adicta al régimen que acude presurosa en su defensa cuando llegan las elecciones.

      Hasta hace poco , las noticias de las atrocidades lingüisticas y de los  atentados contra los derechos de los  castellanoparlantes   llegaban ,fundamentalmente  del Pais Vasco y Cataluña pero desde el cambio de gobierno en Galicia y Baleares estas comunidades se han incorporado  al  aquelarre .  Ya no podrá hablase en Galicia de  la paz de los cementerios ,  ya que, a juicio de Lobeira ,  diputado  nacionalista  del parlamento autonómico ,    reflejan la existencia en la Comunidad de un «conflicto lingüístico» por la presencia masiva de lápidas y epitafios en castellano . “Ni vivos ni muertos nos respetan el derecho democrático a usar nuestra lengua”,proclamó ese prohombre de los derechos lingüísticos, que pidió salvaguardar el gallego en las  tumbas  para que en caso de apocalipsis nuclear la civilización superviviente viese que la lengua de los  juglares Xoan Zorro, Meendiño o Martín Codax y la empleada también por Alfonso X , el Sabio en sus composiciones poéticas (estas referencias históricas  no  pertenecen a su discurso )   era una realidad social . En su estrategia de inmersión lingüística exigió  también que los fabricantes de muñecas y videojuegos  les hicieran hablar en gallego y que los rostros conocidos y  los dirigentes políticos galleguizaran nombres y apellidos  para dar ejemplo de amor a la lengua. En el verano de 2006 Galicia  sufrió una de las más destructivas ola de incendios de su historia reciente. Los efectos devastadores del fuego sensibilizaron entonces  a una parte de la opinión pública que airearon la exigencia de la Xunta -tras la formación del bipartito de socialistas y galleguistas- de acreditar con un título el dominio del gallego  para poder ejercer como bombero.

      A situación parecida de agresión  a la lengua común de los españoles  se ha llegado en Baleares sin haber gobernado jamás los nacionalistas, que sólo tienen un diez por ciento de respaldo electoral.La Ley de Normalización Lingüística de 1986 así como el Decreto de uso de la lengua catalana en los centros educativos no universitarios  fueron aprobadas por gobiernos del Partido Popular de Baleares. El PSOE  , en coalición con  cinco  pequeños partidos, no ha tenido necesidad de aprobar ninguna ley nueva, simplemente está interpretando y desarrollando al máximo las ya aprobadas por el PP. A diferencia de lo que ocurre en la comunidad valenciana donde se reconoce oficialmente la denominación de valenciano, a la sociedad balear no se le ha  permitido llamar a su otra lengua  mallorquín,menorquín  o ibicenco,como siempre lo había hecho.

   En abril de este año el gobierno balear lanzó una agresiva campaña destinada a sustituir el bilingüismo   en las islas por un predominio absoluto del catalán, en detrimento del castellano, idioma - que no se disimula- debe quedar subordinado a un papel completamente secundario.Y lo que  ,  en pleno siglo XXI después de un largo itinerario de asunción de los derechos individuales, resulta   aún más sobrecogedor de la campaña es que  reglamentara la libertad de utilizar el idioma que se prefiera “en el ámbito personal e informal”.

 Manuel Azaña  pensaba  que los únicos hombres firmes en sus deberes son los que no ceden en sus derechos. Con mayor razón, tampoco podemos nosotros ceder nada en nuestros derechos lingüisticos  frente a quien considera más importante el color de una bandera, hecha de  nacionalismo  cultural y manipulación política ,  que el  color  de la  ciudadanía . Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo ,pero no se puede engañar a todos  todo el tiempo, dejó escrito Abraham Lincoln. Mi optimismo ante el pasaje futuro  de las lenguas  España  arranca  de la convicción  de uno de los fundadores de la democracia , aplicado ahora a una  práctica política de chantajes identitarios , que juega con las cartas marcadas. En nuestro paraíso políglota , es de esperar que ,  con el tiempo y los golpes ,   los españoles saquemos  alguna lección  del cuento de Saroyan , de su protagonista  ,un asirio  , que en inglés  , en una barbería de San Francisco , dice que nació en la madre patria pero que quiere olvidarlo, como quiere olvidar aquella lengua , porque de nada sirve engañarse , porque los asirios  son un tema de historia antigua , porque una vez, sí , fueron un pueblo importante , pero eso había sido ayer, anteayer y no tenía ningún sentido lamentarse.  En su voz no habla la liviandad romántica ,  ni  el anacronismo,  habla la historia  y el sentido común “¿ Por qué –dice –debería aprender a leer nuestra lengua ? No tenemos escritores, ni noticias”.

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