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Opinión 10-03-2025 06:02

El cierre de la Universidad de Valladolid y dos. Por Javier Gómez Acebo

Acababa mi anterior escrito diciendo que aquello era parte de lo comentado en mi intervención y que por lo limitado del tiempo (10 minutos) que intenté cumplir, habían quedado cosas pendientes. Al oír de nuevo el video que se grabó de los actos, vi una referencia que me quedó inconclusa y fue la de la "amnistía general para presos y exiliados políticos".

El movimiento estudiantil en los años que precedieron al cierre.

Acababa mi anterior escrito diciendo que aquello era parte de lo comentado en mi intervención y que por lo limitado del tiempo (10 minutos) que intenté cumplir, habían quedado cosas pendientes. Al oír de nuevo el video que se grabó de los actos, vi una referencia que me quedó inconclusa y fue la de la ?amnistía general para presos y exiliados políticos?. Estaba claro lo de los presos en las cárceles, en las que había una importante cantidad de estudiantes además de líderes políticos y sindicales, antiguos y recientes y gran cantidad de librepensadores de otros estilos. Pero estaban también los exiliados políticos de los que Don Marino Barbero nos hablaba habitualmente, lo mismo que de los juicios de Núremberg y de los españoles en los campos de concentración nazis. Nuestros oídos de familias bien, vírgenes de heterodoxias, se escandalizaban al oír la participación del régimen de Franco con Hitler. Seguramente fue él quien nos habló de la ?Nueve?, no puedo afirmarlo. La ?Nueve? del general Leclerc fue una de las divisiones blindadas que había liberado París en el 44, veinticinco años antes. El general De Gaulle había pedido al general Leclerc que fueran soldados franceses los primeros que entraran en los centros institucionales ocupados por los alemanes, y en especial en el Ayuntamiento, pero fue la "Nueve" integrada por tanques tripulados por exiliados republicanos españoles, entre otros el Santander, gobernado por cántabros, los que liberaron el HOTEL de VILLE.

Cuatro de los tripulantes de la "Nueve" abanderados con la enseña de la República, acompañaron al general DE Gaulle en su desfile triunfal, con protestas del Gobierno de Madrid al que obviamente mandaron a la mierda.

Pese a ello, hasta el año 2004 no se ha reconocido públicamente en Francia la gesta de aquella liberación en un homenaje específico. Posteriormente se les ha dedicado una placa conmemorativa en el Jardín de los Combatientes a cuya inauguración acudieron los actuales monarcas don Felipe y doña Letizia, pero todo esto por su previo fallecimiento Don Marino Barbero no llegó a conocerlo.

Pero al hablar de los exiliados más quería referirme a la ?inteligencia? esa pléyade de intelectuales, músicos, poetas, cineastas científicos? que tuvieron que elegir entre el exilio, la cárcel, o el paredón. Entre 1860 y 1936 hubo una generación cultural en España conocida como la Edad de Plata de la Cultura Española, que quedó desbaratada por la muerte, persecución y exilio derivadas de la guerra civil y sustituida por aquel páramo casposo que fue la incultura franquista. La lista es tan grande que no es posible citarla, si bien, como jurista debo recordar al penalista más insigne en lengua castellana Don Luis Jiménez de Asúa, exiliado en Argentina y tantas veces citado por Don Marino.

En los años previos al cierre de la Universidad, en las trastiendas de casi todas las librerías se encontraban muchos de los libros que a menudo estaba prohibida su publicación o distribución en España, como los de la mítica editorial Ruedo Ibérico y sobre todo muchos de los publicados por los exiliados, quienes ellos mismos en algunos casos se negaban a publicar en España, lo mismo que Pablo Casals uno de los grandes violonchelistas de la historia de la música se negaba a actuar, tanto en España como en los países que colaboraban con el régimen de Franco. En algunos casos en estas librerías se podían encargar libros que a veces tardaban meses en llegar o no llegaban nunca. El paso a la trastienda en algunas librerías era simpático, porque se conseguía a través de ciertos gestos que le identificaban a uno como iniciado.

Por supuesto que estudiábamos, pero la cultura extraacadémica era un poderoso halo que nos unía y nos identificaba. Cuando entrábamos en casa de alguien, lo primero que visitábamos o cotilleábamos era la biblioteca, más bien estantería, que en algunos casos incluso constituía las patas de alguna cama hechas con libros. Era en aquellos años en los que las viñetas del Perich o de Forges cuando lo hacían de algún joven, siempre llevaba un manojo de libros en la mano y en los saludos habituales, la pregunta de rigor era la de ?qué estás leyendo ahora?. Lo que denotaba el absoluto interés que la cultura despertaba entre nosotros. Por cierto, esa pregunta todavía continúa entre muchos de los que sobrevivimos.

 

 

 

                                        

El cine era otro de los lugares de efervescencia cultural no tanto en las salas comerciales, cuanto, en los Cineclubs de las distintas facultades, lo mismo que aquí en la Facultad de Medicina había un Cine Club al que había que ir a veces con manta por el frío que hacía. En Valladolid en la Facultad de Ciencias había un Cine Club en que todas las semanas se proyectaban películas, unas prohibidas otras simplemente censuradas, tanto de directores españoles como Buñuel, cuánto de directores del resto del mundo No pudimos ver en aquellos cineclubs el último tango en París de 1972, ni Emmanuel de 1974 ni ninguna de las de la saga, aunque en realidad esas no eran para nada las películas que en aquellos momentos nos interesaban. Para verlas había que ir a Perpiñán como sitio más próximo y como había que ir en autobús a menudo no los dejaban pasar la frontera. No en vano hay que recordar que la censura cinematográfica había sustituido al ?Índex librorum prohibitorum? suprimido por PabloVI en 1966 y que los censores estaban a menudo totalmente vinculados a los obispados y por el Concordato con la Santa Sede entonces vigente, a los obispos los nombraba Franco. Acuérdese lector que los anuncios de las películas del cine comercial venían con una calificación moral, el 1 que eran para todos los públicos el 3 que eran para mayores el 4 que eran para mayores con reparos y el 4R que eran gravemente peligrosas. Las películas prohibidas obviamente no tenían calificación moral y eran tanto por motivos políticos cuanto por motivos religiosos o más bien por su contenido sexual, morbosa obsesión en los censores clericales.

Recuerdo el pase de la película de Rossellini ?Roma cita aperta? en un cine comercial de Valladolid, al que habíamos acudido numerosos estudiantes y fuimos pacíficamente desalojados por la policía. Desalojo pacífico seguramente porque pudieron comprobar que la mitad del público no tenía ni edad ni aspecto de ser estudiantes descontentos, seguramente el desalojo también se produjo para garantizar que al término de la proyección no se produjera follón en el exterior. Para nosotros los universitarios acostumbrados como estábamos a que nos desalojaran por todo, por, conferencias, por asambleas, por recitales? el desalojo era lo normal, pero para el ciudadano común, sobre todo si no tenía hijos o parientes próximos en la Universidad no lo era, pero en todo caso la explosión ideológica de la Universidad les llegaba de múltiples formas, como aquella. Quiero dejar claro que la Universidad no éramos solo los estudiantes, ni que todos los estudiantes estuviéramos alineados en el mismo enfrentamiento ideológico contra el régimen, pero lo mismo sucedía con los profesores tanto titulares de cátedra como como profesores no numerarios o becarios en las cátedras, sin ellos no hubiera sido posible el cambio. La efervescencia era absoluta. Como decía anteriormente los estudiantes de derecho teníamos un mayor acceso a conocer los males del Estado porque la estructura de nuestras asignaturas consistía precisamente en eso, en analizar el Estado. Cualquier asignatura que estudiáramos podía entrar directamente en confrontación con la ideología jurídica del régimen franquista. Los grandes enseñantes son los que saben impartir además de la enseñanza académica que les corresponde, enseñanza en valores, que los estudiantes tendrán que aplicar cuando ejerzan plenamente la ciudadanía. He citado en abundancia a Don Marino Barbero Santos, porque para mí fue maestro ejemplar como me consta que fue para muchos otros, como me reconocía recientemente la catedrática de Derecho Penal de la Facultad de Derecho de Cantabria Paz de la Cuesta, ya que se considera heredera académica de él.

Leyendo estas crónicas podría parecer que todo era una especie de juerga pero no era así en absoluto, había mucho miedo porque los riesgos eran muy grandes y cuando había detención policial con causa o sin ella, estaba asegurado el riesgo y así nos lo había hecho saber el profesor Barbero Santos al analizar el lanzamiento por la ventana de Julián Grimau en 1964 , lo mismo que le sucedió a Enrique Ruano en 1968 y al estudiante en Valladolid Luis Cancho en 1974 , porque nos decía el profesor, que es obligación en un Estado de Derecho garantizar la seguridad física de un detenido. Abrirle la ventana para que se lance al vacío o lanzarle directamente era una quiebra de la obligación de custodia segura que el Estado tenía que proporcionar. Los autores de aquellas fechorías homicidios o asesinatos también pudieron acogerse a la ley de amnistía.

Pero colectivamente fuimos una generación que vencimos al miedo y fuimos capaces de acabar con la dictadura, sin venganzas y sin sangre. Debemos sentirnos orgullosos de lo que conseguimos.

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