Las tres españas

La Filmoteca de Cantabria ha vuelto a abrir sus puertas en Santander, tras el boicot municipal, proyectando una película de las que hacen pensar, “Trece Rosas”, que cuenta un triste episodio del Madrid de 1939: el fusilamiento de decenas de personas, trece jóvenes de las Juventudes Socialistas entre ellas, en la represión posbélica.

Es una película interesante, pero la traigo a colación por un defecto que comparte con muchas de las de su género y época de referencia: el maniqueísmo. Según nos cuenta, los franquistas son seres sádicos y despiadados, malvados hasta el extremo, terribles torturadores o, en el mejor de los casos, despreciables cobardes; las comunistas, amables jovencitas valientes y solidarias que sólo se reunían para bailar claqué. Nada se dice en todo el largometraje de las andanzas entre 1936 y 1939 de esas Juventudes que Santiago Carrillo se llevó al PCE ni de sus hermanos mayores. Total, para qué.

Y el problema es que ésta es la norma que ha seguido el cine español de los últimos treinta años casi sin excepción: crear un mundo ficticio de progresistas “santos seglares” que soportó el zarpazo de unos canallas fascistas incapaces de aceptar la justicia del paraíso izquierdista.

Si estamos ante la respuesta pendular a cuarenta años de rojos diabólicos y nacionales virtuosos, no merecen más aplausos estos supuestos demócratas de memoria selectiva que aquellos censores dictatoriales: ambos ocultan la parte de la verdad que les molesta, la que nos cuenta que ninguno de los bandos respetó los derechos del contrario ni los de la tercera España. Ambos mienten y ambos siembran con ello futuros enfrentamientos.

No aspiro a ver pronto una película neutral que nos haga vomitar viendo lo que hicieron unos y otros. Sería una medicina estupenda para una sociedad a la que quieren vender la imagen de un bando justo, cada uno el suyo, pero no confío en que nadie la produzca.

Ya sólo sueño con que despierte la tercera España, la que no defiende a los bandos sino a las personas que obraron correctamente; la que no olvida las barbaridades de ninguno y aprende de ellas para evitar que se repitan; la que cree que no deben hacerse experimentos recreacionistas con materia tan grave; la tercera España que no se ciega con consignas partidarias y no está orgullosa de ninguno de esos dos bandos que destrozaron España por la torpeza de sus líderes.

Sueño con que despierte y acalle con su voz pacífica los gruñidos de los que parecen dispuestos a repetir la Historia.

Pero me temo que esa tercera España está demasiado ocupada viendo la tele.