Noticias de Cantabria
08-09-2008 11:00

La orden

Jakim recorrió el zoco de la Medina con franco temor a ser descubierto por la Orden. El sabía a ciencia cierta que, una vez en su poder el manuscrito, su reloj de arena se agotaba.

Necesitaba llegar cuanto antes al Santuario de Al-Marhibinat, donde podría ser protegido durante un breve tiempo por su Hermano Al-Abif, sufí venerable y anciano temido al ser depositario de los secretos de la ciudad.

En uno de los recodos, y al cruzar entre dos mercaderes de especias, observó que no estaba solo en su huída. Un hombre envuelto en gris oscuro era su sombra desde casi el principio de la callejuela. Jakim estaba cerca, y en un instante se encontró con la puerta trasera del Santuario, acercó su mano hacia la vieja madera y ésta cedió.

Al fondo, en lo más oscuro del edificio, se encontraba la figura inconfundible de Al-Abif: encorvada, delgada en extremo, y en actitud siempre orante. Al ver a Jakim, le dijo: "¿Has encontrado el manuscrito? Debes entregármelo al instante. Soy yo el que debe llevar esa pesada carga. Soy viejo y el tiempo se me ha acabado. Debo reintegrar el Gran Libro a la biblioteca del Santuario, y preservarlo de manos profanas. Tú sabes, querido Jakim, que la sabiduría en él grabada sólo debe ser leída por los más altos sacerdotes de nuestra Hermandad".

Jakim acercó el libro a su Maestro, hizo una reverencia, se dio la vuelta y se perdió entre dos lámparas de aceite y unas escaleras del muro lateral.

Al-Abif se acercó a una de las luces, reposó el manuscrito en un atril y lo entreabrió por la última página escrita. "¡Dios sea loado!" susurró el Maestro. "¡Es cierto que el Libro no está completo aún!".

Al-Abif comenzó a seguir el rastro de los últimos párrafos con su dedo anillado. Y observó que el relato último comenzaba así: "Jakim recorrió el zoco de la Medina con franco temor a ser descubierto..."

No podía ser verdad, pero lo era. El manuscrito tenía vida. Y señalaba una fecha: "quinto día de la tercera luna de la ciudad donde nació y murió el Venerable Al-Abif, Sacerdote de la Orden".

En ese instante, una mano se acercó hacia la frente del anciano y, acercando el dedo pulgar, la marcó con el signo.

El anciano se arrodilló y bendijo aquella mano que sobresalía de un manto gris oscuro. Reconoció el anillo y renunció a la vida.

En la ciudad de El Cairo, el quinto día de la tercera luna...

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Comentarios(2):

SOPHIA - 15-11-2009

se acaba aqui???????? Y la 2º parte????????? Existe?????? donde?????

Jakim - 08-09-2008

Tiene la cara y lo es