Noticias de Cantabria
10-06-2007 15:47

En pie de foto

FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR: "La ideología nacionalista que está detrás de ETA es una ideología que ha hecho estragos en la conciencia moral y en la cultura cívica del País Vasco, que ha intoxicado a sectores muy amplios de la juventud"

 

 

Las víctimas del nacionalismo totalitario no tienen razón por ser víctimas pero están en posesión de una verdad moral indubitable: la verdad moral de los golpes que suenan en sus cráneos y que les confiere más legitimidad para juzgar, no sólo a los ejecutores, sino también a la sociedad que sólo piensa en su supervivencia.

A quienes predican la resignación, habría que recordarles que la aceptación como inevitable y normal de lo que es en sí mismo aberrante conduce al envilecimiento. Habría que preguntarles si piensan, como escribía irónicamente Adenauer, que la mejor forma de aplacar a la bestia es permitiendo que te devore. Habría que gritarles que si no castigamos, si ni siquiera censuramos a quien jalea y ampara el terror estamos haciendo mucho más que ensombrecer el tiempo presente que malvivimos, estamos privando a las generaciones de mañana de todo sentido de la justicia. Es así como crecen los verdugos, y no sólo por culpa de una labor educativa fundada en la enciclopedia del odio . Los jóvenes asimilan que la vileza nunca se castiga y que, al contrario, a veces incluso reporta sueldos parlamentarios.

El compromiso del intelectual debe implicar la denuncia de los fanáticos y de sus religiones fanatizadoras , exige llevar al tribunal de la historia el discurso del nacionalismo. No solo los actos vandálicos y crueles del terrorismo sino la esencia de su doctrina y considerar a qué obedece la indulgencia con que ha sido tratada una ideología comunitarista, una forma de exclusión social, que niega los principios de la sociedad liberal y democrática y que está en el origen de la orgía de violencia de los siglos XX y XXI. No basta con condenar los campos de concentración, hay que condenar el nazismo que los hizo posibles. La ideología nacionalista que está detrás de los crímenes de ETA es una ideología que ha hecho estragos en la conciencia moral y en la cultura cívica del País Vasco, que ha intoxicado a sectores muy amplios de la juventud y que ha embotado los sentimientos más elementales de piedad hacia las víctimas. Resulta curioso, no obstante, que mientras es lícito realizar una crítica de cualquiera de las tendencias políticas de nuestro tiempo, el nacionalismo se mantenga al margen de esa normalidad. No es una propuesta a tomar o rechazar sino una condición para ser. Por ejemplo declararse antinacionalista vasco o catalán se considera una agresión al terrirorio en que se vive, especialmente intolerable cuando uno ha nacido en él. Y ya se sabe que los paganos son ajenos y merecen la compasión y la conversión. Pero los herejes merecen la hoguera. Ser vasco y no ser nacionalista le convierte a uno en un Miguel Servet de viaje terminal hacia Ginebra. Un nacionalista, que establece identidades tajantes, no puede aceptar a quien habla, a quien argumenta, a quien resulta insoportable por ser un ciudadano de su propio país. Un nacionalista tiene que arrebatarme mi propio ser, declararme extranjero, extraño, ajeno, cosa.

El intelectual puede dejar de ser un militante de un partido pero no puede renunciar a ser un dirigente cívico, un educador implacable con quienes ejercen el código de silencio de un discurso que decide quién es un compatriota y quién es un renegado o un enemigo del pueblo. En modo alguno se puede identificar el nacionalismo, genéricamente, con el fascismo. pero tampoco debe olvidarse que todos los fascismos han sido nacionalistas, comunitarios radicales, presuntuosos poseedores de la definición de una identidad que distribuye a los propios y a los ajenos.

Ante estas imágenes del dolor y la barbarie, convocamos a una tarea con emoción. Con la emoción que merece el recuerdo de quienes han muerto por ser españoles.

No habrían muerto de no vivir en España, de no vivir en un país al que los nacionalistas desean impugnar, destruir, negar ¿Por qué otro motivo ha actuado el terrorismo, salvo en el caso del 11 M?. Pero esa emoción no puede convertirse en un ritual conmemorativo sin eficacia para la construcción del futuro. Con emoción no significa sin razones. Necesitamos de una movilización ciudadana que devuelva el orgullo de ser español, necesitamos poner España en marcha como pidió Celaya: «nosotros somos quien somos, basta de historia y de cuentos». Esa España conjugada en presente y pensada en futuro, en permanente construcción, no en estado de derribo, de cambio de razón social, de cierre por defunción política de sus ciudadanos y de sus representantes.

Frente a la exasperación del grito o el silencio aturdido, nos queda la palabra. El incómodo nadar contra la corriente que suele ser nadar a favor de la razón. En la tragedia Antígona, de tanta actualidad, el rey de Tebas le pregunta a la heroína cuando entregaba su vida por su decisión de respetar leyes más altas que las de los gobernantes terrenales «¿No te preocupa no pensar como todo el mundo?» .En el mundo moderno se mata por interposición, por silencios, por verdades a medias. El hombre rebelde, el intelectual insumiso debe reclamar el final del imperio del miedo porque éste impone el exilio de la libertad. La verdad sobre los crímenes, de ETA es la mejor barrera para impedir el retorno de tales aberraciones. La verdad no sólo desenmascara el crimen sino también las causas, las estructuras de fondo, que lo permitieron. Por otro lado quedarse sólo en el recuerdo descomprometido de las víctimas, olvidando las responsabilidades de justicia del presente lleva a traicionar a aquellos a quienes decimos recordar. Solo honrando a las víctimas, como hoy lo hacemos y exigiendo justicia para ellas podemos redimir de algún modo la incoherencia de vivir en un mundo en el que el verdugo continúa,con frecuencia, prevaleciendo sobre la víctima.



(Palabras pronunciadas en la inauguración de la exposición 'En pie de foto') La ideología nacionalista que está detrás de los crímenes de ETA es una ideología que ha hecho estragos en la conciencia moral y en la cultura cívica del País Vasco, que ha intoxicado a sectores muy amplios de la juventud.

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