Noticias de Cantabria
12-06-2010 09:00

De mercados

Escribe Josep Ramoneda: “El principal error del plan de ajuste de José Luis Rodríguez Zapatero ha sido la congelación de las pensiones. Un ahorro de 1.500 millones [de euros] -que bien podía conseguirse por otras vías- no justifica la pésima señal dada a la ciudadanía”.

1. Un fantasma recorre el mundo ... “los mercados”. Escribe Josep Ramoneda: “El principal error del plan de ajuste de José Luis Rodríguez Zapatero ha sido la congelación de las pensiones. Un ahorro de 1.500 millones [de euros] -que bien podía conseguirse por otras vías- no justifica la pésima señal dada a la ciudadanía”. Un error que no atempera el comportamiento del principal partido de la oposición (“Se dirá que es obsceno ver al PP [Partido Popular] actuando como defensor de las clases populares si se repasan sus políticas en la materia”), y que, no obstante, no empece para considerar que “más grave que la decisión es el argumento que, según han informado los medios de comunicación, Rodríguez Zapatero utilizó ante sus compañeros de partido: sólo un gesto de dureza de este calibre puede satisfacer a los mercados” (El gran error, “El País”, 3-6-2010, 14).

2. Motor, según, “medios de comunicación” mediante, el articulista, de la decisión adoptada: dar satisfacción a los mercados, asumiendo, así, “como argumento de autoridad la amenaza de la voracidad” de aquéllos, cuyas “bajas pasiones” se erigen, de este modo, en el detonante, en la causa inmediata, de un plan de ajuste adoptado “bajo la presión de lo que algunos llaman el directorio europeo”. Una apreciación, a saber, la de que el plan de ajuste en lo atinente a [la congelación de] las pensiones es consecuencia de la presión de “los mercados” [financieros, por supuesto], que parece verse corroborada por la información que, en lo relativo a la reforma del mercado de trabajo, unas páginas más adelante recoge el periódico en que se publica el artículo de Ramoneda: “Zapatero fija la fecha de la reforma laboral por la presión de los mercados” (“El País”, 3-6-2010, 19). Idea en la que, unos días más tarde, abundan los análisis de Joaquín Estefanía (“[...] la reforma laboral tiene una segunda función: la de señal o emblema de que en España se practica una política económica ortodoxa y de gran austeridad”: Reforma emblema, “El País. Domingo”, 6-6-2010, 21) y de Joaquín Prieto [“Bastó el informe de la agencia Fitch del 28 de mayo [de 2010], que rebajó la calificación de la deuda de España, para que lo más granado de la prensa europea -Financial Times, Le Monde, Frankfurter Allgemeine Zeitung- dedicara el pasado fin de semana a alarmarse otra vez sobre España acentuando la sensación gubernamental de que hacen falta más (o más rápidos) gestos sacrificiales”: El gran culpable, “El País. Domingo”, 6-6-2010, 20].

3. Una “presión de los mercados” que, como gran tótem de la presente coyuntura, se ha instalado en el debate actual a modo de inexcusable requisitoria de las decisiones con que afrontar la situación de emergencia a que se ve enfrentado el Gobierno y, de paso, la respuesta de los diferentes actores, políticos, sindicales, ciudadanos y, sobre todo, mediáticos. Un tótem que, bajo la veste de fantasma, de omnipresente fantasma cuya faz, oculta, se proyecta como implacable guadaña presta a segar cualesquiera intentos que osen contrarias sus, ignotos, aunque no por ello menos tangibles y amenazadores, designios. Y un fantasma frente al que, como mejor, y única terapia, conviene descorrer (mejor, pues es más ajustado, rasgar) el manto que vela su realidad ... vale decir esgrimir, a modo de bisturí o escalpelo, el más adecuado de los argumentos, los datos, las cifras. Dice, así, Xavier Vidal-Folch, como colofón de su contundente análisis (“Sólo las almas vasallas aplauden los espejismos dominantes. Como ese ácido olor a funeral por la economía española que alimenta al cabalgante aumento del riesgo país. Contra esa miseria habría una vacuna, aunque sólo es eficaz si se usa bien, y con arrojo: los números): “De modo que las cifras perfilan una situación menos trágica que la que se empeñan en divulgar los mercados. Otra cosa es que los políticos defiendan bien los números, o que sean creíbles cuando lo intentan. Cuando fallan, los espejismos se convierten en espejo cóncavo” (Contra la corriente, “El País”, 3-6-2010, 22).

4. La “presión de los mercados” es, pues, causa, motor, de la decisión (el ajuste) adoptada, mas, en una suerte de perversa retroalimentación, puede abocar a, primero, la neutralización de los efectos pretendidos con aquélla, la reducción del déficit público, mediante la absorción del ahorro pretendido (bajada de las retribuciones de los empleados públicos, congelación de las pensiones, recorte de las inversiones públicas) por el incremento del gasto necesario para financiar la deuda pública (“La prima de riesgo toca máximos y encarece la refinanciación del Tesoro”: “El País”, 2-6-2010, 22; Joaquín Estefanía: “Lo expresó con nitidez y sin circunloquios el Presidente de[l] Gobierno, Rodríguez Zapatero, cuando al anunciar que el decreto-ley sobre la reforma laboral lo aprobará el Consejo de Ministros el próximo día 16 [de junio] dijo: . Horas antes, colocar deuda soberana española significaba pagar 176 puntos básicos más que si se adquiría deuda alemana”. Resultado: el anuncio de la reforma laboral no ha conseguido despejar la desconfianza o la intranquilidad de “los mercados”, habida cuenta del encarecimiento, aun después de la adopción del ajuste y del anuncio de la próxima reforma laboral, de la “refinanciación del Tesoro”); y, segundo, en una espiral de efectos indeseados, a la ineluctable adopción de nuevas, y más drásticas por lógica, medidas de ajuste para, ante el incremento del déficit público por mor de la contracción de los ingresos públicos, consecuencia de la postergación de la reactivación económica, buscar en “los mercados” la financiación, a un precio a su vez más elevado, de una deuda pública que lejos de minorar se incrementará.

5. El resultado final es, por decirlo con las palabras de Josep Ramoneda,”una concepción de la política y de la economía como espacios autónomos”, trasunto de “la derrota de la socialdemocracia europea”, vale decir la postración de la política ante la economía (recte: las finanzas), o, más precisamente, la renuncia (¿ineluctable?) a instaurar un verdadero gobierno de la economía, que no es sino una dimensión del gobierno a secas. Una renuncia que, hoy como ayer, deja al soberano (hoy, el Estado democráticamente legitimado) en manos de los prestamistas (la expresión “deuda soberana”, tan en boga por las dramáticas circunstancias presentes, no deja de ser un cruel sarcasmo), en manos (hoy, globalizados, vale decir deslocalizados, virtuales, en suma) de los Shylock y los banqueros de Carlos V ... sin, al menos por ahora, un Shakespeare o un don Ramón Carande que poeticen o historíen la angustia del prestatario, esto es, de los ciudadanos.

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