Noticias de Cantabria
29-05-2010 09:00

De crisis

Parecería que sería lógico que, después de más de 30 años de vigencia de la Constitución [...] estuviéramos en mejores condiciones para hacer frente a la emergencia económica con la que tenemos que enfrentarnos de lo que hemos estado en el pasado...

1. En su artículo Superposición de crisis (“El País”, 29-5-2010, 19) dice Javier Pérez Royo: “ De las crisis económicas se sale siempre. Lo que ocurre es que no siempre se sale igual. De algunas el país sale fortalecido y de otras debilitado. Y ello no depende tanto de la envergadura de la crisis, como de la forma en que se reacciona políticamente ante la emergencia. España, desde la muerte del general Franco y el comienzo de la Transición ha tenido que superar unas cuantas crisis económicas, alguna de las cuales, como la que vivimos en la segunda mitad de los 70 y primeros años de los 80, generó una situación de emergencia de no menor calado que la actual”. Unas crisis de las que, “de todas”, continúa, “hemos salido fortalecidos como país”, de modo que, en su parecer, “la ejecutoria del sistema político español frente a las crisis se puede calificar no sólo de positiva, sino incluso de satisfactoria”.

Si así ha sido hasta ahora, prosigue, “parecería que sería lógico que, después de más de 30 años de vigencia de la Constitución [...] estuviéramos en mejores condiciones para hacer frente a la emergencia económica con la que tenemos que enfrentarnos de lo que hemos estado en el pasado”. Mas (conclusión, conjetura al menos, desoladora) “sin embargo, la impresión que tengo y, lo que es peor, la impresión que creo que estamos transmitiendo tanto hacia dentro como hacia fuera, es que no vamos a ser capaces de llegar a un punto de encuentro para hacer frente a la emergencia en la que nos encontramos”.

2. La reflexión viene propiciada, como es fácil advertir, por la coyuntura presente (sin duda, una real situación de emergencia); su detonante, “la sesión del pasado jueves en el Congreso de los Diputados de convalidación del decreto-ley de medidas de ajuste”, en la que, “quien siguiera” la misma, “pudo comprobar que, sobre todo el PP [Partido Popular], pero no sólo él, no tuvieron la más mínima duda en identificar al presidente del Gobierno como el responsable de la crisis, llegando a decir expresamente Mariano Rajoy que su continuidad era el principal, por no decir que el único, obstáculo para salir de ella”. Una responsabilidad cuya exclusiva atribución al Presidente del Gobierno refuta Pérez Royo acudiendo a un reciente artículo de Miguel Boyer, antiguo ministro de Economía en el primer Gobierno de Felipe González (La hora del ajuste y de las reformas laborales, “El País”, 26-5-2010, 33), así como a una entrevista con Andreu Mas publicada en el suplemento “Negocios” (“El País”, 23-5-2010).

3. Impugnación, pues, de la atribución exclusiva de la responsabilidad al Presidente del Gobierno. Un juicio al que, en una suerte de tour de force o vuelta de tuerca, puede adherirse el de Javier Pradera: “Los nacionalistas catalanes [que se abstuvieron en la votación de convalidación del decreto-ley] jugaron con dos barajas al abstenerse en el Pleno. Pero la conducta más hipócrita y menos ejemplarizante en términos políticos y morales fue la tentativa electoralista del PP [que votó en contra de la convalidación] de aprovechar la decisión del Gobierno socialista, forzado por la coyuntura a aplicar un duro ajuste. El principal partido de la oposición ha venido exigiendo casi con delectación desde el arranque de la crisis una drástica reducción del gasto público, una medida que ahora combate con energía”. Actitud que el articulista de “El País” considera propia de los free-rider (“traducible en este contexto como gorrón, parásito o polizón”), esto es, de “quienes se aprovechan de los resultados de un esfuerzo común al que no contribuyen por falta de altruismo, pero que también les beneficia” (Metáfora del gorrón, “El País. Domingo”, 30-5-2010, 18).

4. Y, aun, enmarcado en el ámbito de la Unión Europea, dos pinceladas a modo de aldabonazos.

Josep Ramoneda: “La construcción federal de Europa sólo puede ser fruto de un pacto político de gran calado [...] Europa no puede perder los encantos que hacen que sea el deseo de tantos pueblos. De momento, hay que ver cómo se superan los ajustes. En el caso de España, el ajuste aparece como la OTAN de Zapatero. ¿Sabrá salir del embrollo, de la deslealtad de la derecha española, que, como entonces, ha optado por el ventajismo, o quedará tocado a la espera del hundimiento definitivo?” (Europa federal, “El País. Domingo”, 30-5-2010, 18).

Joaquín Prieto: “[...] el problema de fondo no es sólo la falta de gobierno económico común, sino el déficit democrático de las instituciones europeas. La única de elección directa, el Parlamento Europeo, no aparece en tales mecanismos. Y los líderes de cada país dependen de sus votantes, no del conjunto de ciudadanos de la UE. Es fácil criticar las iniciativas de la Comisión o exigir demasiado a los líderes nacionales, pero sólo podría paliarse con una arraigada conciencia europeísta, y España es un ejemplo de lo que priman los problemas internos, manifestado en el ya largo enfrentamiento entre un Gobierno naïf y un Partido Popular en el que rivalizan la arrogancia y el desprecio” (Sin trabajo y sin unión, “El País. Domingo”, 30-5-2010, 19).

5. ¿Incapacidad para “llegar a un punto de encuentro para hacer frente a la emergencia en la que nos encontramos”?, se preguntaba Pérez Royo. No es difícil contestar afirmativamente a esta interrogación a la vista del áspero debate, y consiguiente votación, que ha deparado la convalidación del Decreto-ley [“disposición legislativa provisional” que el Gobierno puede dictar “en casos de extraordinaria y urgente necesidad”, de acuerdo al artículo 86.1 de la Constitucional], en la que sólo el partido que sostiene al Gobierno ha votado a favor de la convalidación exigida para que desaparezca la nota de provisionalidad con la que nace este tipo de normas y con ello se produzca su definitiva inserción en el ordenamiento jurídico. Los demás partidos presentes en el Congreso de los Diputados o han votado en contra (con el principal partido de la oposición, el Partido Popular, a la cabeza) o se han abstenido (Convergència i Unió, Coalición Canaria y Unión del Pueblo Navarro). Unas abstenciones que si bien ha propiciado la convalidación del Decreto-ley, al requerirse para ésta meramente la mayoría simple, han merecido, en el caso de los nacionalistas catalanes, el reproche formulado por Javier Pradera de haber jugado “con dos barajas”.

6. Un reproche que, en el caso del Partido Popular, alcanza cotas de más grave censura (“conducta más hipócrita y menos ejemplarizante en términos políticos y morales” -Javier Pradera-; y, en términos más generales, desvinculados del concreto debate de convalidación del Decreto-ley, los juicios antes transcritos de Josep Ramoneda -“la deslealtad de la derecha española, que, como entonces [con ocasión del referéndum sobre la permanencia en la OTAN de 1986], ha optado por el ventajismo”- y Joaquín Prieto -“un Partido Popular en el que rivalizan la arrogancia y el desprecio”-), y descartado que nos encontremos no ya ante una situación excepcional sino, más aún, de verdadera emergencia, ¿son, más allá de las concretas preferencias ideológicas, vale decir partidarias, ajustadas las críticas que de los juicios antecitados se desprende para con las fuerzas políticas, incluidas aquéllas que plasmaron su decisión en la abstención, y en especial para con el primer partido de la oposición, que no prestaron su voto afirmativo al Decreto-ley aprobado por el Gobierno? La respuesta a esta cuestión, naturalmente, es tributaria de la toma de postura ante la situación actual que los distintos partidos políticos han venido expresando hasta la fecha y su contraste con el conjunto de medidas para reducir el déficit público que, como consecuencia de la crisis (española y mundial, no se olvide) que, primero, financiera y, más tarde, ya abiertamente económica y, por ende, social, ha devastado en los dos últimos años las arcas públicas.

Unas medidas (rebaja de las retribuciones de los empleados públicos, congelación de las pensiones, paralización de las inversiones públicas) que, adoptadas en el contexto de la Unión Europea, han sido calificadas de correctas (aunque insuficientes) por instituciones como el Fondo Monetario Internacional, y que el Partido Popular venía reclamando desde hace tiempo (siquiera ahora haya focalizado su oposición al Decreto-ley en el asunto de las pensiones y en un vago y difuso adelgazamiento de la Administración del Estado -¿qué decir del gasto público de las Comunidades Autónomas, en particular de aquellas cuya gestión está en manos del Partido Popular, cuya reducción no incumbe al Gobierno de la Nación?-). No parece, más allá del mero cálculo electoral (la explicación recurrente en todos los análisis, de uno y otro signo, del comportamiento del Partido Popular), que, situado en este campo el juego parlamentario, la actitud del primer partido de la oposición sea un dechado de coherencia política y, cabría añadir, a riesgo de emplear una palabra tan resbaladiza, de simple patriotismo.

Y no se arguya que es, justamente, la insuficiencia de las medidas adoptadas para reducir el déficit público la causa del voto contrario a la convalidación. Este argumento, a lo sumo, podría dar sentido, como recta justificación, a una postura que se hubiera traducido en la abstención (con independencia, en este punto, de los subyacentes motivos que puedan haber inspirado la postura de aquellos partidos que se inclinaron por no votar en contra de la convalidación, en particular, la de Convergència i Unió -las “dos barajas” de que hablaba Javier Pradera-), mas es, cuando menos, difícilmente entendible cuando se hacen solemnes protestas de estar sinceramente comprometidos en la búsqueda de soluciones a una situación que puede abocarnos a un marasmo, antesala de la precipitación en el abismo.

7... sinceramente comprometidos en la búsqueda de soluciones, coadyuvando, en tanto los ciudadanos no sean de nuevo llamados a las urnas para bien ratificar bien revocar el mandato otorgado en las anteriores elecciones, a la adopción de unas medidas cuya puesta por obra corresponde a quien legítimamente tiene encomendada esta misión, el Gobierno, salvo que ... Salvo que, digámoslo de la siguiente manera: “Lo que de hecho importa a la gente son los colores del equipo. Si en mitad de una carrera se cambiaran esos colores, la gente transferiría sus simpatías y entusiasmo de unos corredores a otros”.

Las palabras transcritas tienen más de diecinueve años y corresponden a Cayo Plinio Cecilio Segundo, Plinio el Joven, sobrino del naturalista Plinio el viejo, cuyo nombre adoptara, y escritas para dar cuenta de la impresión que la contemplación de las carreras de cuadrigas causara en aquél, un profundo sopor, si no animadversión, vale decir sorpresa o perplejidad por el entusiasmo con que eran seguidas por sus coetáneos [la cita en Francisco Ayala, El tiempo y yo, o el mundo al revés -1982-, prólogo de Benjamín Prado, Comunidad de Madrid-Visor Libros, Madrid, 2005: Plinio y los deportes, 213]. Unas palabras que, traídas al momento actual, abonarían, como fatal sino, que entre nosotros (probablemente, las cosas no sean muy diferentes en otros lugares) lo sustantivo es la bandera, el estandarte, el color; lo accesorio, las específicas habilidades o virtudes de las personas que las ondean, que de esa manera (y esta sí es una conclusión atroz, desoladora), no pasarían de ser meras máscaras (en griego “máscara” es persona, esto es, el papel que cada actor desempeñaba en el teatro: dramatis personae) intercambiables. En suma, la apoteosis de los colores, tras de los cuales ... el marasmo, el abismo.   

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