Noticias de Cantabria
30-07-2007 10:02

Del abuelo al nieto (III)

JOSÉ Mª FERNÁNDEZ: "El ?buenismo? del nieto y el empeño de que los cuatro mitos señalados se conviertan en verdad aceptada y no discutida entre los españoles han llevado a Zapatero (el nieto) a impulsar la Ley conocida como de la Memoria histórica".

 

El empeño de ZP en que el abuelo aparezca y pase a la historia no sólo como rojo sino como paradigma del hombre rojo y republicano es proverbial.

 

Aceptado el mito (este mito dicho) del abuelo, viene la segunda parte, la de que todos los rojos y republicanos españoles eran hombres honestos y demócratas que trabajaban por el bien, la paz y la prosperidad de España, y que tuvieron que luchar contra unos energúmenos y fascistas que se sublevaron y que desangraron España en una guerra civil.

 

Aceptados los mitos primero y segundo, entramos en el tercero que consiste en hacer creer que ellos, los socialistas con ZP como estrella más brillante, son los continuadores de la España de progreso, de paz y de bien, mientras que los del PP son los herederos del fascismo, los continuadores de la dictadura de Franco y los que encarnan el caciquismo y los privilegios.

 

Aceptados los tres mitos anteriores, el cuarto consiste en descalificar y borrar del mapa político al PP.

 

Una de las malas artes de Zapatero y sus huestes para anular y distorsionar la historia de España consiste precisamente en la Ley de la Memoria histórica aprobada en el Congreso. Pero la historia es tozuda. Es como es.

 

Pío Baroja, en Miserias de la guerra, contaba tropelías y barbaridades llevadas a cabo por los rojos. Cito algunas por el texto de José Antonio Vera en La Razón:

 

“En Madrid hubo tiros durante seis días en toda la ciudad y muertos y heridos por las calles. Los rojos intentaron el asalto al ministerio de la Gobernación a las 6 de la tarde del 7 de octubre (del 34). En las escuelas se cantaba “Fascio no, comunismo sí”.

 

Don Pío narra el caso de “dos muchachos fascistas a los que seguía un grupo socialista por Marqués de Urquijo, pistolón en mano, deteniendo a todos los jóvenes que encontraban, diciéndoles que eran de la policía. A estos dos, al encontrarles el carné de la Falange, los mataron a tiros.”

 

Narra también Baroja lo de la checa de Bellas Artes. “tenía el sótano alfombrado con banderas rojas. Había allí tipos temibles. Verdaderos bandidos. Rincones donde se oían gritos de dolor y una pila de baño llena de sangre. En la checa de la CNT se hizo popular el “paseo” del que ningún arrestado volvía por su propio pie. En la Dirección de seguridad había álbumes con 70.000 fotos de personas muertas, fusiladas en los alrededores de Madrid, donde “todos los días encuentran diez o doce muertos entre la hierba o las piedras”.”

 

¿Les parece poco a mis lectores lo que cuenta Baroja?

 

Si les parece poco les traigo unas líneas de Madrid de corte a checa de Agustín de Foxá, sin duda la mejor novela de la guerra escrita durante el conflicto, 1938.

 

Dice:

 

“Jacinto Calonge estaba preso en la Modelo. Había regresado de Lisboa el mismo día de la muerte de Calvo Sotelo. Paseaba por el patio de presos políticos.

 

Allí estaban Melquíades Álvarez, Albiñana, Martínez de Velasco y Fernando Primo de Rivera.”

 

“Fernando (…) cayó hacia delante estrellando su cara hacia el suelo. Julio Ruiz de Alda, agonizando, levantaba débilmente todavía el brazo extendido.

 

Bajaron los milicianos con un farol encendido y los aproximaban a los rostros de los muertos, con los ojos desorbitados.

 

-Parecen besugos.”

 

“Al amanecer los fueron cargando en un camión (…) Los balanceaban y los tiraban sobre la plataforma.

 

-Éste pesa menos que un pajarito.

 

Lo arrojaron con tal fuerza que pasó el camión y cayó del otro lado. Se reían. Era Melquíades Álvarez”.

 

Esta es la historia.

 

Pero el “buenismo” del nieto y el empeño de que los cuatro mitos señalados se conviertan en verdad aceptada y no discutida entre los españoles han llevado a Zapatero (el nieto) a impulsar la Ley conocida como de la Memoria histórica.

 

La verdad es que la “exposición de motivos” de la misma, si uno no está avisado, da el pego. Parecen motivos inocuos y hasta conmovedores. Se lee, por ejemplo, en uno de los primeros párrafos:

 

“Es la hora, así, de que la democracia española y las generaciones vivas que hoy disfrutan de ella honren y recuperen para siempre a todos los que directamente padecieron las injusticias y agravios producidos, por unos u otros motivos políticos o ideológicos, en aquellos dolorosos períodos de nuestra historia. Desde luego, a quienes perdieron la vida. Con ellos, a sus familias. También a quienes perdieron su libertad, al padecer prisión, trabajos forzosos o internamientos en campos de concentración dentro o fuera de nuestras fronteras. También, en fin, a quienes perdieron la patria al ser empujados a un largo, desgarrador y, en tantos casos, irreversible exilio.”

 

Pero, como queda dicho, es una trampa saducea, una música para adormecer a quienes no quieren molestarse en pensar sobre el asunto.

 

De ZP se ha dicho que “ni obra buena, ni palabra mala”.

 

Ojo con él. “Ni obra buena, ni palabra mala”.

 

En fin, mito a mito, el fin es borrar del mapa político al PP y, si consigue, de paso, inscribir a su abuelo en el libro de la historia de personas honestas y represaliadas injustamente, mejor que mejor; aunque sea, como sabemos, una patraña.

 

Pero a ZP se le ve el plumero.

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