Noticias de Cantabria
Opinión 12-02-2019 11:51

Nada nuevo, por Miquel Roca Junyent

Artículo muy interesante que ha publicado Miquel Roca Junyent en "La Vanguardia", uno de los padres de la Constitución que todos atacan, y dice que cualquier problema se tiene que discutir en las Instituciones, nunca en la calle ni tampoco es suficiente la justicia, tienen que ser las Instituciones que representan a los ciudadanos, el diálogo y el pacto.

Artículo muy interesante que ha publicado Miquel Roca Junyent en "La Vanguardia", uno de los padres de la Constitución que todos atacan, y dice que cualquier problema se tiene que discutir en las Instituciones, nunca en la calle ni tampoco es suficiente la justicia, tienen que ser las Instituciones que representan a los ciudadanos, el diálogo y el pacto



Nada nuevo.

Manifestantes en Madrid en contra del procés independentista en Catalunya. Manifestantes en Barcelona a favor del procés independentista catalán. Nada nuevo. Las manifestaciones reflejan posiciones ya conocidas. Desde hace tiempo. Posiciones firmes, convencidas; en cierta forma enrocadas. Son la exte­rio­rización de un problema; no la solución del problema. Las manifestaciones solamente ponen de manifiesto la existencia de un problema; no lo solucionan. A veces, lo complican; pero en ningún caso ni nunca sirven para resolver el problema. No es su finalidad. Nada nuevo.

Pero el problema está. Existe. Un problema ­vivo que el inicio de las sesiones del juicio oral ante el Tribunal Supremo hace más presente, más incisivo, más inquietante y, para muchos, incluso, más angustiante. Las manifestaciones, de uno u otro sentido, no resuelven el problema; el juicio tampoco.

La justicia sigue el camino que la política le ha confiado, incapaz de dar soluciones políticas. Se traslada a los ma­nifestantes o a los jueces una responsabilidad que no les corresponde. Se marginan las insti­tuciones del Estado ­democrático, los par­lamentos se apagan, la política queda silenciosa. O se convierte en el refugio del insulto, de la descalificación, de la simplificación, de la impotencia.

Una imagen da la respuesta. El presidente Trump –el criticado y ridiculizado Trump– entrando en la Cámara de Representantes de Estados Unidos para hacer su discurso sobre el estado de la Unión. Toda la Cámara –demócratas y republicanos–, con su presidenta, la señora Nancy Pelosi, al frente, lo reciben de pie y aplaudiendo. Entraba el presidente de Estados Unidos, no sólo el señor Trump, y todos los congresistas le manifiestan su respeto institucional. Con este gesto, el Congreso acepta las instituciones pero a la vez reclama para estas el protagonismo de resolver los problemas que los americanos padecen.

El Congreso dice a los ciudadanos que se pueden manifestar, pueden chillar, pueden criticar, pueden escarnecer y reírse de su presidente, pero que la solución la tienen ellos, los congresistas. Que son ellos los que discutirán, negociarán, transaccionarán sobre los problemas de la gente, y que sólo ellos podrán dar soluciones. ¡Respetad las instituciones y así podremos trabajar para vosotros!

En democracia hay un espacio para el grito y la protesta; pero es el Parlamento o los parlamentos, las instituciones representativas de la soberanía del pueblo, a los que corresponde resolver políticamente los problemas políticos. Y cuanto más di­fícil y grave sea el problema, más liderazgo político habrá que dedicarle. Estamos iniciando una etapa muy complicada; la calle no la resolverá. La justicia, por sí sola, tampoco. Hará lo que corresponda, pero el problema la trasciende. Son las instituciones de la soberanía las que han de hablar, han de conducir el enderezamiento. Es este el único espacio democrático en el que la palabra se vuelve pacto, la discrepancia hace posible el acuerdo, la convivencia da sentido a las renuncias. La Constitución marca el camino. Incluso para los que quieran reformarla. Al margen de la política, el problema no se resolverá.

Nada nuevo. Esto viene de lejos. Lo sabemos muy bien.

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