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Opinión 02-06-2018 22:00

¿Damnatio memoriae?

Borrar la memoria significa en latín, no sé cómo se llama en otras lenguas y culturas que también la han practicado, púes no ha sido exclusivamente privilegio de la cultura romana. Evito decir imperio, para no confundir la cronología. En cualquier caso, la damnatio memoriae es una práctica antigua. Me atrevería decir que el sueño de casi todos los gobernantes es borrar el rastro de los que les precedieron.....

Borrar la memoria significa en latín, no sé cómo se llama en otras lenguas y culturas que también la han practicado, púes no ha sido exclusivamente privilegio de la cultura romana. Evito decir imperio, para no confundir la cronología. En cualquier caso, la damnatio memoriae es una práctica antigua. Me atrevería decir que el sueño de casi todos los gobernantes es borrar el rastro de los que les precedieron, sobre todo si eran de otro partido o familia. Hoy vemos que parte de la diarrea mental de Donald Trump pasa por borrar de la memoria americana alguno de los grandes éxitos de Barack Obama. Entre nosotros, una pequeña comunidad, el sueño de algunos políticos es borrar la memoria y los hechos de los que le precedieron. Al estilo romano o egipcio, es de recordar que la placa del presidente que inauguró el Palacio de festivales, Jaime Blanco no luce en el Palacio, sino en algún oscuro sótano o almacén, pues Juan Ormaechea nunca le perdonó no ser el mismo quien inaugurara dicho Palacio, y lo primero que hizo según retornó al poder, a la presidencia del gobierno autonómico, fue sustituir la placa de su enemigo por la suya propia, al más puro estilo romano , de forma que quien se detiene a ver la  la placa de inauguración encuentra a este y no a aquel.

Las prácticas de Ignacio Diego fueron distintas en las formas, pero semejantes en el concepto. Había que borrar el rastro del paso de Revilla por el palacio de San Rafael y a ello se dedicó en la legislatura que gobernó, después de haberse dedicado a apagarle los puros en la que gobernaba el otro. En este caso la forma fue distinta, y la damnatio memoriae y consistió en intentar conseguir deshacer cuantas iniciativas su predecesor había desarrollado, plan eólico, Comillas… Conducta en todo caso muy propia de nuestra política y a menudo necesaria pues las dos Españas continúan mal conviviendo. Yo mismo que lo denuncio soy de los que pedirán a los futuros gobernantes que desmonten esa monstruosidad de las escolleras de la Magdalena.

Pero esas damnatio memoriae citadas, podríamos decir que son de carácter pasivo, la sufre el reemplazado. Hoy somos testigos también de una damnatio memoriae activa, no sólo se borra, al contrario, sino que se borra la presencia junto a él. Es famosa la evolución de las fotos de un mitin de Lenin en Moscú, en el que sucesivamente fueron desapareciendo los líderes que le acompañaban, algo así como en estos años han ido desapareciendo de la foto, los líderes que acompañaron a Pablo Iglesias en su debut.

Ejemplo de quien sufre hoy esta situación es Luis Bárcenas y lo practican con él sus antiguos compañeros de bancada, no digo de banquillo, digo de bancada. Nuestro exsenador más votado en dos legislaturas ha sido botado por los suyos de listas, pertenencias y demás parafernalia. Ha perdido el nombre, pasando de ostentar una serie de honrosos cargos y ser tratado con todos los respetos que merece un senador como excelentísimo señor a ser citado como “ese señor”, o “esa persona que usted ha nombrado”. Sus antiguos compañeros le han retirado no ya el saludo, sino el nombre, lo que es evidentemente una nueva forma de practicar el borrado de memoria. Parece ser que su presencia y compañía se han convertido en excesivamente contaminantes. Tanto es así que incluso a la hora de borrar, le borraron los datos del ordenador y veremos en qué queda ese borrado. Pero es que si uno entra en Internet no encuentra fácilmente fotos en las que se comparta posado. Salen muchas de “ese señor”, pero muy pocas en compañía. Parece como si se hubiera optado por practicar el borrado de una forma activa, esto es no le quito a él, pero me quito yo.

Resulta extraño y digno de meditación la poca presencia que algunos políticos llegan a tener entre quienes los eligen. Ciertamente Luis Bárcenas fue un senador “cunero”, que como todo el mundo sabe es la denominación que reciben quienes son lanzados en paracaídas político en provincia o región ajena como pago de partido a méritos internos. Lo hacen todos los partidos y se ha termina convirtiendo de una práctica que es uno de los mejores argumentos contra las listas cerradas, que se caracterizan por ser las que hacen los partidos en contra de militantes y electores y ciertamente esta práctica tan perversa en política, pudiera ser la causa de que sea casi imposible encontrarle en fotos en Cantabria. A lo mejor es que en realidad no vino nunca por aquí y nadie lo notó entonces.

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