Noticias de Cantabria
12-01-2018 07:30

Ante la nueva orografía

Después de quince días de comunicaciones, ponencias, debates, las conclusiones de La Cumbre del Clima, se han reducido a lo que ya se intuía, es decir, una falta total y absoluta de compromisos concretos y a una ausencia, también total, de algo tan elemental como es un camino a seguir, de manera que, ante la opinión pública, se ha conseguido lavar sólo la cara a ciertos países reticentes, a la vez que han quedado aparentemente muy bien...

Después de quince días de comunicaciones, ponencias, debates, las conclusiones de La Cumbre del Clima, se han reducido a lo que ya se intuía, es decir, una falta total y absoluta de compromisos concretos y a una ausencia, también total, de algo tan elemental como es un camino a seguir, de manera que, ante la opinión pública, se ha conseguido lavar sólo la cara a ciertos países reticentes, a la vez que han quedado aparentemente muy bien, y que es realmente lo que parecía ser que se pretendía.

Si el cambio climático actual, y atípico, se basa en que unas tierras, cuyos nombres se conocen, se sumerjan, no se debe olvidar que otras de nombres desconocidos emergerán, como consecuencia de un equilibro planetario, y no porque haya aumentado el volumen de gases emitidos por la industria, los humanos y los animales.

Parece como que el Archipiélago Micronesia con las Islas Caroline, Islas Kiribati, Islas Mariana, Islas Marshall, sumado a las Islas Salomón, Islas Tuvalu, Islas Vanuatu, se encuentran en la fase inicial de su hundimiento. Lo mismo ocurre con ciudades norteamericanas como Miami, New Orleans, New York, Norfolk; y sudamericanas como Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro. Lo que no se ha determinado ni especificado aún es cuándo dio comienzo a este proceso que tiene visos de ser irreversible, que continuará hasta que sean posiblemente irreconocibles, tal y como hoy día se conocen y reconocen incluso, todo hay que decirlo, desaparezcan en beneficio de otras regiones desconocidas, que están tratando de emerger. Porque la orografía actual de este planeta no ha sido siempre como se ve, como la conocemos por estudios y fotografías, para ello hay que convencerse, si se entiende, que en esta época toca lo que toca, sino que ha ido variando, en apariencia insensible, a través de los milenios.

De lo que no cabe la menor duda es que, en una época ya lejanísima, también las regiones más altas del globo terráqueo, sin ir más lejos, y como ejemplo evidente, tanto la cordillera del Himalaya como la cordillera de los Andes, estuvieron sumergidas. Y es que tanto los terremotos como los meteoros, además de cambiar la superficie del planeta, también hacen variar el clima. Nadie se atreve a plantear que el planeta Tierra, con gases y sin gases, va a evolucionar hacia donde tenga que hacerlo. Las selvas y los desiertos, las montañas y los valles, no tienen por qué tener una configuración eterna. Si ante todo proceso natural, por desconocimiento, hay que ser escéptico, más aún ante recetas artificiales.

 

En la antigüedad las tribus, indígenas o no, cambiaban de lugar de asentamiento cuando las condiciones de vida no eran favorables para su desarrollo, como recursos, climatología, mientras que ahora, aprovechando las facilidades ofrecidas por los medios de comunicación, surge la queja solidaria, incluso la tolerancia solidaria ante la intolerancia, se aprovechan las circunstancias, se responsabiliza a terceros. Quien parece que lo tiene claro es Hitoma Sefiama, cacique del pueblo amazónico huitoto, cuando dice: Contra la Madre Tierra no se puede hacer nada. El mundo gira y no retrocede. Palabras sabias que merecen una reflexión, incluso una meditación.

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