Noticias de Cantabria
27-10-2008 10:00

Patatas...

Hablando de las patatas. He encontrado este articulo maravilloso de José Manuel Vilabella sobre las “Patatas viudas” que he querido compartir con ustedes.

Se trata de un articulista admirado, no sólo por mí, sino por todos españoles y, sobre todo, por los asturianos y los gallegos aficionados a la gastronomía. Él es autor, entre muchas mas cosas, de libros como "La cocina extravagante o el arte de no saber comer" editado por Alianza Editorial. Un libro donde se recopilan artículos del autor (entre ellos el que les remito) escritos en revistas gastronómicas y periódicos.

En mi sección (“La cocina de Paco Quirós”) tienen una receta de patatas con setas, ¡qué lo disfruten!

Las patatas viudas
(José Manuel Vilabella)

Al final, las patatas y las mujeres se quedan viudas que, según dicen las estadísticas, es su estado civil natural, para lo que realmente han venido al mundo las pobrecillas. Hace años, la familia española la componían la madre, las hijas y las patatas viudas, que era un guiso apañadito de precio que nutría, engordaba y tenia buen sabor, porque el padre de familia, que era aquel señor que se pasaba la vida en el café discutiendo de política con los amigos, tenia la mala costumbre de morirse joven y de llevarse en el bolsillo la llave de la despensa.

Las mujeres y las patatas se enfrentan a la vida con valor, acaso porque la mujer tiene la resistencia y la fortaleza de la patata y ésta, a su vez, la bondad y la sencillez de las madres acorraladas por la vida. Patatas y mujeres se unen, en épocas de infortunio, para sacar adelante a los hijos y sacudirse la miseria a manotazos.

De vez en cuando uno regresa a las patatas viudas como si la receta fuese un tiempo y un lugar y, desde allí, desde el mirador de la gastronomía heroica, otea la infancia de los españoles de cierta edad y el ingenio de las cocineras del otrora. Hay algo telúrico en la patata que nos hace amarla por lo que tiene de refugio acogedor, de ámbito a salvo de las contrariedades de la vida.

El gastrólogo, que no sabe muy bien si es feminista o mujeriego, quiere a las patatas aunque engorden y ama las mujeres y se deja cocinar y dominar por ellas aunque le rompan el corazón. El arriba firmante intuye que el tiempo del cazador ha pasado y que el milenio, recién estrenado, pertenece a la mujer y que el barco que nos lleva lo pilotaran ellas y que nosotros, los hombres, sólo seremos pinches de cocina, ayudantes sin cualificar, grumetes a la deriva.

Hay muchas clases de patatas y de mujeres. Las hay lujosas como las patatas chips, algo pedantes como las patatas a la importancia y entrañables como los cachelos o las papas arrugadas, pero ninguna es más patata y más mujer que la viuda, que la patata que se ha quedado sola en su laurel y su lágrima, con su chorrito de aceite, su sofrito y su pimiento verde.

El hombre ayuda a la mujer, sí, pero lo que le fortalece es su ausencia; la mujer se supera a si misma cuando el hombre está sin estar en él, cuando ya se ha ido aunque se quede, cuando deambula por la casa, transparente y etéreo, convertido en un fantasma de sí mismo.

“¡Ay, Marcelino, que sola me dejaste!”, le reprocha la viuda a su difunto y el finado, desde la fotografía enmarcada, sonríe como un tonto. Las casas y las dietas se normalizan cuando el hombre se va; un marido oprime como una faja, da la lata, desordena las habitaciones y se deja todas las luces encendidas. ¡Qué desastre!

Las patatas viudas, con el tiempo, cambian de condición y se perfeccionan, se trasforman, se enriquecen, se convierten en un manjar exquisito porque asimilan el jamón sin decir esta boca es mía, aceptan el chorizo con modestia, no le dicen que no al pescado. A base de añadidos y de resignación cristiana, las viudas y las patatas viudas superan la pena y los quebrantos de la vida y salen del infortunio resplandecientes y embellecidas. Hay que darle tiempo al tiempo y a la mujer y a la patata, que lo saben, se transforman en heroínas y en ragús, en hermosísimas damas por dentro y por fuera y en guisos que están diciendo comedme.

Hay restaurantes que sirven patatas viudas para nostálgicos empedernidos y comensales austeros que se siguen flagelando con la frugalidad del condumio de los años difíciles. El autor, que es consciente del valor de los símbolos, se acerca a ellos con cara de circunstancias y en lugar de desearles un cortés “qué aproveche”, les da un abrazo apretado y les acompaña en el sentimiento.

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Comentarios(9):

DAVID - 31-10-2008

UN ABRAZO PARA PACO EL PUÑALES

Viuda - 31-10-2008

Con lo que cobráis por platos chorras que ni llenan ni nada las patatas en casuca están cojonudas y no hacen falta boletus ni pijadas de esas...

PARA DAVID - 31-10-2008

EL PUÑALES ES EL DEL PUERTO, "TOÑÍN PUÑALADAS" TAMBIÉN CONOCIDO COMO GUZMÁN EL BUENO.

lectora - 29-10-2008

Muy bien la receta calentita de guiso y cuchara como corresponde al invierno ,ya estaba del sanwich de piña hasta el gorro.Animo sigue orientandonos

Paco - 28-10-2008

Ya es hora que te animes chaval Creiamos que te habias quedado en New York

cocinero - 28-10-2008

la foto no esta nada mal.Ummmmmmmmmmm que rica al horno

Pro-patata - 28-10-2008

!!! Que rica la patata !!! en cualquiera de sus modalidades,frita de acompañamiento o guisada con mil cosas .Uno de los descubrimientos gastronomicos mas importantes.

Sancho - 28-10-2008

Eres el mejor cocinero de Cantabria, Paco. Abrazos.

Congarna - 14-02-2009

menos corporatisvismo, estar más en los fogones y menos en las televisiones que no es lo tuyo, en cocina está todo inventado, estoy con Santi Santamaría.