Noticias de Cantabria
14-05-2017 18:00

Un Papa y un Emperador en Los Tojos…

Hace cinco siglos, exactamente el 8 de septiembre de 1517, que un joven Rey desembarcó en Tazones (Asturias) para hacerse cargo de los reinos de España; procedía de Flandes y era Carlos I, hijo de Felipe (El Hermoso) y Juana (La Loca), hija de los Reyes Católicos; por tanto, Carlos I era nieto de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón y venía a heredar la piel de toro de nuestro país…

Debe saberse que su destino era Santander, otros dicen que Laredo, dónde pensaba desembarcar, pero una fuerte tormenta desvió la flotilla real de galeones hasta la bella localidad asturiana; y así la ruta terrestre atravesó 57 actuales municipios y las actuales provincias de Asturias, Cantabria, Palencia y Valladolid, que le habrían de llevar hasta la villa de Valladolid, a dónde llegaría el 22 de marzo del año siguiente -¡Vaya viajecito!- para hacerse cargo de su reinado, que empezó con grandes desconfianzas, reticencias y oposiciones; pese a que había llegado hasta Tordesillas para ver a su madre, con  quien compartiría el título real.

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(Debajo: Grabado de la llegada de Carlos de Gante a Tazones)

Su abuelo, Fernando el Católico, había dejado establecido en el testamento que hasta que Carlos de Gante, como también era conocido, llegara a España, el cardenal Cisneros sería el Regente de Castilla y el arzobispo Alonso, hijo natural del Rey, lo sería de Aragón.

Es decir, heredaba los títulos de rey de Castilla, de Aragón, de Navarra y los otros asociados de Nápoles, Sicilia, Cerdeña, así como los nuevos territorios conquistados en el continente americano; y no mucho después, heredaría el título de Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, por lo que se le conoce como Carlos V.

Y venía acompañado por un numeroso séquito, con mayoría de personas flamencas, desconocedores de nuestra lengua, nuestras costumbres y a quienes concedió cargos y prebendas. Entre su numeroso y variopinto séquito, le acompañaba, además de su hermana Leonor, los señores de Chiévres y Reulx y damas y doncellas de la Corte, el holandés, Adriaan Floriszoon Beoyens, más conocido como Adriano de Utrecht, que había sido su preceptor.

El viaje discurrió por tierras asturianas, hasta cruzar el río Deva y adentrarse por nuestras tierras; aún se encontró en San Vicente el puente de La Maza sin finalizar, lugar en el que hizo una larga estancia, debido a problemas de salud; en Treceño se alojó en la casona de los Guevara… En un largo periplo, atravesó las tierras de los actuales municipios de Val de San Vicente, San Vicente de la Barquera, Valdáliga, Cabezón de la Sal, Mazcuerras, Ruente, Cabuérniga, Los Tojos, Hermandad de Campoo de Suso, Reinosa, Campoo de Enmedio y Valdeolea.

Y atravesó todo el valle de Cabuérniga, con aquella ruta infernal que discurría por Valle, Llendemozó, Correpoco, Los Tojos y Venta del Mostajo hasta culminar el puerto de Palombera, dejando atrás un lujurioso paisaje otoñal en la masa forestal que festonea las riberas del Saja.

Y fue en la pequeña aldea de Los Tojos dónde la comitiva pasó una noche, noche infernal, pues se desató un terrible temporal, que obligó a levantar el campamento. Y allí estaban descansando Carlos de Austria, Rey de España y próximo Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y su antiguo preceptor y persona de su máxima confianza, Adriano de Utrecht (Utrecht, 1459-Roma, 1523), que sería en 1520, Regente de Castilla del propio Rey, cuando éste hubo de trasladarse a tierras germánicas para convertirse en Emperador, época en la cual se produjeron las revueltas de las Germanías levantinas y de las Comunidades castellanas, que acabarían en la sangrienta batalla de Villalar, pues muchos castellanos estaban muy quejosos de la corte borgoñona que Carlos se había traído de su tierra natal, así como los altos impuestos con que les sangraba.

Todo esto nos ha llegado nítidamente por la crónica que escribió Laurent Vital, que describió todo el viaje, incluida la parte que durante aquel otoño recorrió nuestras camberas e intransitables caminos.

Más tarde, Adriano abrazó la carrera eclesiástica, como Obispo, Inquisidor y Cardenal y en 1522 fue designado Papa (fue el nº 218), hasta su fallecimiento un año después. Se da la curiosa circunstancia que Adriano VI, nombre que adoptó al ocupar la Silla de San Pedro, era conocido como el “Pontífice bárbaro” y fue el último Papa no italiano hasta la elección de Juan Pablo II en 1978.

¿Conocían los habitantes de Los Tojos que en su pueblo durmieron hace ya medio milenio un Emperador y un Papa?. Pues esta historia, que tiene otros muchos aspectos curiosos, debe ser difundida y de ella se puede obtener un gran provecho histórico, social, turístico, económico,…

 

¡Demasiadas veces dejamos pasar las oportunidades!

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